Capítulo 40

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Bajé las escaleras corriendo al escuchar el claxon del auto de Sarocha.

— ¿A dónde vas? — preguntó mi madre desde la sala, quien leía unos papeles.

— Sarocha me invito a cenar — dije con una enorme sonrisa.

— ¿Y cuándo me pediste permiso? — lo hacía intencionalmente ¿cierto? Podía faltar dos días a casa y no se daba cuenta pero no podía ir a cenar y regresar si no le había pedido permiso.

— Te lo dije el martes— mentí, de todos modos no recordaría.

— Está bien — dijo sin despegar la mirada de las hojas. Rodé los ojos y caminé hacia la puerta.

— Wow — Sarocha levantó ambas cejas al verme — Creo que tendremos que ir a un lugar más elegante de lo que había pensado — ambas reímos.

— Si quieres me cambio — dije señalando hacia atrás.

— No, no — negó con la cabeza. — ¿Vamos? — Caminamos hacía su auto, ella hacia el lado del piloto y yo al del copiloto. Abrió la puerta y subió, al contrario yo puse mis brazos en mi cintura y la miraba a través del vidrio frontal. Me miro y rio negando con la cabeza. — ¿Es de verdad?— preguntó con la sonrisa en sus labios.

— Pues en mis tiempos las cosas se hacían así — dije como si fuera una mujer de noventa años.

— ¿En tus tiempos? — preguntó saliendo del auto.

— Sólo hazlo y no preguntes— mordí mi labio inferior reteniendo mi risa.

— Como ordene "princesa" — rodeó el auto y abrió la puerta.

— Ay — dije enternecida — Me dijiste princesa — la miré con ternura.

— Fue sarcásticamente — puso los ojos en blanco.

— Yo sabía que había una Sarocha dulce detrás de esto — hice un ademan señalando su ropa.

— Sar-cas-mo — separó en silabas — Lo conoces de sobra. — Quería reír a carcajadas, era divertido molestarla así.

— ¿Y a donde tenías planeado que fuéramos? — le pregunté y subió los hombros en señal de "No lo sé".

— ¿Mc Donalds? — una vez más rió y volteó a verme por un par de segundos y luego regresó la mirada al camino. Condujo al menos cinco minutos.

— Es broma ¿verdad? — esta vez sí solté una carcajada.

— Tú querías venir aquí ¿no? — sonrió divertida mientras aparcaba el auto en el estacionamiento del mencionado restaurant.

— Sarocha era sarcasmo... — bufé y bajé del auto, se estaba vengando por lo de "princesa"

— ¿No te gusta? — preguntó cerrando la puerta del auto y camino hacia mí.

— Si lo hubiera sabido antes, no me hubiera partido tanto la cabeza tratando de encontrar un lindo vestido.

...

— Yo quiero una número uno y una malteada de... — dije pensativa tratando de decidir que sabor. — Fresa — dije segura y el chico toco la pantalla — ¡No! mejor chocolate — reí — Disculpa — le dije apenada ya que ya lo había marcado.

— No te preocupes, tomate tu tiempo — dijo el rubio con una galante sonrisa. Sentí como la mano de Sarocha pasaba por mi espalda para llegar a mi cintura y lentamente me apegó a ella. ¡Bienvenidos celos!

— Vainilla, si mejor vainilla — dije finalmente y volteé a ver al chico y su galante mirada había sido sustituida por una sumisa mirada. — Fini — la llamé y cambio su intimidante mirada por una más suave. Sarocha pagó y le entregó un pequeño letrero con el número de nuestra orden.

— Lo bueno es que llamé temprano para reservar una mesa — bromeó pasando su brazo por mis hombros.

— Cielos — fingí estar sorprendida — Creo que te debió haber costado demasiado conseguir esta mesa, es una de las mejores del lugar. — nos sentamos en la supuesta mesa especial.

— ¿Se les ofrece algo más? — se refería en específico a mí, ya que sentía su fija mirada.

— No — contestó duramente, de inmediato volteé a verla — Gracias — dijo mirándome.

— No te pongas celosa — le dije cuando el rubio se fue.

— No estoy celosa — afirmó desenvolviendo su hamburguesa que era dos veces más grande que la mía.

— ¿A sí? — Dije con el muy empleado en esta noche "Sarcasmo" — Porque la verdad parecía que querías desarmarlo a golpes — suspiré — seguro es mi imaginación.

— Sí, eso es... — seguimos platicando de cosas sin sentido, me hacía preguntas le respondía, le hacía preguntas me respondía. No podía parar de reír, aunque ella intentaba no reír, terminaba haciéndolo.

— ¿Sigues pensando lo mismo sobre mí? — Pregunté cesando un poco las risas.

— ¿Por qué preguntas? — Se recargo en el auto.

— Porque... — miré hacía abajo —En realidad me importa lo que piensas tú de mí — mordí mi labio inferior.

— No... — Dijo tomando mi barbilla y alzando mi rostro — No pienso lo mismo — se acercó lentamente con un fijo objetivo. Mis labios.

Me acerqué al igual pero desvié mi rostro y llegué a su mejilla donde deposité un suave beso.

— No beso en la primera cita — susurré entre risas en su oído.

— Me has besado antes sin siquiera tener una cita — dijo también en mi oído.

— Pero ahora la tenemos — golpe jugando su estómago — Y no hay beso en la primera.

Lunes en la Universidad

— Heng tenemos que hablar — cerré de golpe el casillero de Heng.

— ¡Estás loca mujer! Casi me quedo sin cabeza — exageró.

— Que lastima, ahora tenemos que hablar.

— ¿Sobre? — preguntó abriendo nuevamente su casillero.

— Cancelemos la apuesta — dije sin rodeos.

— Tienes que estar bromeando ¿no? — pregunto riendo mientras seguía sacando libros.

— ¡Maldición Heng! no es broma— volví a golpear la puerta haciendo que se cerrara una vez más.

— ¿Entonces te rindes? — pregunto abriéndolo de nuevo y matándome con la mirada.

— No, sí, bueno no, si pero no de ese modo — ni siquiera yo me entendía. — Yo... yo me siento mal por estar jugando con ella... — dije con toda la sinceridad del mundo.

— No me digas — dijo burlonamente — Te enamoraste — soltó una carcajada.

— No seas idiota — pase con desespero mi mano por mi cabello.

— Creí que querías recuperar a Torfan y vengarte las que te hizo Chankimha ¿no? — Tenía razón, no podía olvidar los motivos principales.

— Sí... — dije con confianza — estas en lo correcto, mejor olvida lo que te dije la apuesta sigue en pie.

Me, Myself and IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora