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Cuando Luca salió por la puerta de la habitación, Azariel esperó un momento antes de salir también de allí.

Sabía que se había pasado, pero nadie parecía tomarse en serio la situación. No iba solo de coronas y personas que encontrar, habían muchas más cosas detrás. El problema era que no lo sabían, claro. Llevar todo el peso del secreto en los hombros no era sencillo, pero si lo contaba... Ni siquiera sabía qué era lo que había al final de todo eso.

Giró a la derecha, dirigiéndose sin pensar a la biblioteca del castillo.

Era complicado. Si ya parecía una cosa imposible encontrar a la hermana de Luca, no podía ni imaginarse lo que supondría lo demás. Al final, los dos darmados mencionados eran solo una pequeña parte del verdadero problema. Actuar así sin que nadie supiera bien el contexto, lo dejaba en un mal lugar, pero el asunto corría prisa. El fingir que no sabía ya que Luca tenía poderes tampoco era fácil, querría poder explicarle todo, pero había que ir de poco en poco. También lo sabía todo sobre el colgante, que, sin darle muchas vueltas, era su vida.

Suspiró mientras cruzaba la puerta de la gran habitación. Tenía estanterías hasta el techo, todas ellas repletas de libros. Justo frente a él, habían unas mesas totalmente despejadas, perfectas para pasar el rato entre páginas. Se metió entre los pasillos de estantes, de nuevo, dejando que sus piernas le guiasen.

Recordó cuando había visto la foto del darmado con su padre adoptivo. Se preguntaba si Luca sabría la verdad sobre sus padres, pero no le dio más importancia. La foto había sido la sorpresa. Tener que pensar en maneras para descubrir quién era, no había sido una tarea sencilla. Tal vez aquel hombre supiese algo de ayuda, tenía que encontrarlo. Cuando descubrió que Dylan y Greta estaban en contacto con el chico, no tuvo otra opción que engañarlos. Se sentía fatal por eso, quería decirles porqué lo había hecho, y esperaba hacerlo pronto. Al tener claro que Luca era la persona que pensaba, hizo lo imposible por saber algo más.

Paró en seco frente a una de las estanterías. Sintió una punzada en la consciencia cuando llegó a su mente el momento en el que decidió registrar la casa del darmado. ¿Él mismo se lo perdonaría? No, nunca, pero sabía que lo estaba haciendo por protegerle, aunque aún no supiese exactamente cómo.

Centró toda su atención en el grupo de libros que tenía delante, intentando alejar los pensamientos que le asaltaban, haciéndole dudar. ¿Estaba haciendo lo correcto o se estaba equivocando completamente? Sentía que iba a explotar. Cogió uno de los libros, uno en el que nadie se habría fijado, puesto que estaba mezclado entre otros muchos más.

Lo abrió, y se encontró que no era un libro normal

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Lo abrió, y se encontró que no era un libro normal. Pasó la primera página, sabiendo que a la siguiente se abriría un agujero con un papel doblado guardado dentro. Cogió lo que contenía el libro y lo dejó en el mismo sitio donde había estado unos minutos antes. Se acercó a una mesa que había por aquella zona y se sentó en unas de las sillas, ambas de un material rojizo. Desdobló el papel lentamente, viendo ya en su mente las palabras y los dibujos hechos a mano que estaban allí escritos.

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La princesa de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora