Cap. 25. Clases."La traición es el refugio de los cobardes" (Anónimo).
Laia
Palacio Real de Reino DiamanteApenas han pasado tres horas desde que fui entregada a la implacable supervisión de Lady Emilia, una mujer que parece más una estatua de mármol que un ser humano. Impecable, rígida e inmutable, con una mirada tan cortante que haría vacilar al más valiente. Según Dorian, su reputación como experta en etiqueta la convierte en la única capaz de transformarme en alguien que pueda pasar por una mujer refinada de la nobleza.
El plan de Dorian, al menos en teoría, parecía sencillo: hacerme pasar por una aristócrata, infiltrarme en la fiesta de máscaras del duque de Mersan y aprovechar la oportunidad para husmear en su palacete, buscando pruebas de cualquier alianza sospechosa con el reino enemigo. Claro, todo eso suena lógico... salvo por un pequeño inconveniente. Ese inconveniente soy yo.
— Siéntese — ordena Lady Emilia, con una voz tan firme que no admite réplica.
Me dejo caer en la silla, pero su ceño fruncido me detiene antes de que siquiera termine de acomodarme.
— La espalda, señorita. Recta. No está en una taberna.
El reproche me quema como una bofetada. Enderezo la espalda de inmediato, sintiendo cómo la tensión se acumula en mis hombros.
Lady Emilia comienza a rodearme, examinándome con una intensidad que me hace sentir como una pieza de mercancía en el mercado. Su vestido negro y gris se desliza por el suelo con un susurro que me pone nerviosa, y cada uno de sus pasos es un recordatorio de que aquí no hay lugar para el error. Me recuerda a un cuervo, acechando pacientemente a su presa, siempre lista para lanzarse.
— Vamos a empezar por lo más básico — anuncia, con un tono de condescendencia que me hace rechinar los dientes —. Cómo caminar, cómo sentarse, cómo comer. Todo eso es parte del comportamiento de una dama. Pero lo más importante: cómo interactuar con las personas. Y, señorita, le advierto que en este último aspecto está en completo déficit.
Sus palabras son como un látigo. Me muerdo el interior de la mejilla, intentando no devolverle una réplica mordaz. ¿Qué sabe ella de mí? No tiene idea de lo que he vivido, de lo que he tenido que soportar para sobrevivir. Pero claro, eso no importa. Lo único que parece interesarle es si sé usar el tenedor correcto o si soy capaz de caminar con "elegancia".
— La postura es fundamental — prosigue, sin importarle mi silencio —. Una dama siempre mantiene la cabeza alta, pero no tanto como para parecer arrogante.
Con un gesto rápido, me da un golpecito en la barbilla con su dedo frío, obligándome a elevarla.
— No está suplicando ni desafiando. Está en control de la situación, siempre.
"En control de la situación". ¿Cómo puede decir eso cuando estoy aquí, aprendiendo estas tonterías porque alguien más decidió que debía hacerlo? Aquí soy poco más que una marioneta, obligada a jugar un papel que no elegí.
— Camine hasta el otro extremo de la sala — ordena, señalando con un gesto rígido —. Y recuerde, elegancia en cada paso.
Me levanto con torpeza, sintiendo el peso de su mirada clavada en mi espalda. Intento moverme con la "gracia" que ella exige, pero mis piernas se sienten pesadas, como si quisieran recordarme que este no es mi mundo.
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El Rey de Hielo
RomansLaia ha pasado toda su vida huyendo de un pasado oscuro y de las deudas que su padre dejó tras su muerte. Su fortaleza y espíritu desafiante la han mantenido con vida, pero todo cambia el día que es llevada ante el rey Dorian. Él es un hombre calcul...