Sergio, ícono de la moda, conoce a Max, el joven piloto de Red Bull. Ambos jóvenes están destinados a estar juntos, pero sin embargo, tendrán que enfrentarse a los problemas de la industria.
Año 2015. Gran Premio de Mónaco. Max estaba caminando por el paddock; era su sexta carrera y ya había conseguido sus primeros puntos. Incluso le había comprado un bolso a Victoria, su hermana, estaba bien y no se quejaba de la vida, aunque deseaba poder obtener algún podio.
Caminaba distraído, sumido en sus pensamientos, directamente hacia Toro Rosso, hasta que chocó con alguien.
—¡Oh, lo siento mucho! Estaba distraído —dijo el castaño, con la cara roja.
Max no había entendido nada; no sabía español y nunca le había importado aprender un idioma aparte del inglés.
Algunos pensarían que se enojó, pero no; el chico le llamó mucho la atención. Su cara roja solo dejaba ver con más claridad sus pecas. Tenía piel lechosa, sin ningún rastro de granos o algo parecido, y sus ojos eran un bosque, el más lindo del mundo: marrón y verde. Sus padres habían creado a un dios griego.
—Oh, ¿no espanol? —dijo Max nervioso, por haberlo dicho mal.
Se relajó mucho al ver que el chico le sonrió; así que él hizo lo mismo.
—Dije que lo sentía, estaba apurado —aclaró el castaño en inglés.
Max sintió una corriente en su cuerpo.
—No te preocupes, iba distraído —respondió Max, sonriente.
Una voz los interrumpió.
—¡Gio! Ven, cariño —dijo la voz femenina desde el garaje de Mercedes.
—Me tengo que ir. Adiós, Max —dijo el castaño, corriendo hacia el garaje de Mercedes.
Max quedó helado. Sabía su nombre: el chico lindo de ojos marrón y verde. Sabía su nombre. Definitivamente se lo contaría a Victoria después.
—Adiós, Gio —habló Max, sonriendo mientras seguía caminando. Hoy era su día, completamente.
Después de la carrera, lo vio nuevamente, acompañado de Lewis y Nicole, ambos castaños, que le hablaban muy emocionados a Lewis, ya que él había ganado; así que lo entendía, pero igual sentía algo dentro.
Sentía una corriente por su cuerpo, una que le decía ir donde el castaño y apartarlo del británico para obtener su atención.
Max solo hizo una mueca ante esa sensación.
Al volver a verlos, uno de los castaños lo estaba mirando, sonriente, mientras lo saludaba con la mano. Max se sonrojó, así que solo le devolvió el saludo para salir corriendo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Año 2017. Gran Premio de Abu Dabi. Max estaba en su garaje antes de la carrera; le gustaba escuchar a su ingeniero para asegurar un buen puesto. Luego llegó Daniel, sonriente como siempre.
—¿Todo bien? —preguntó Daniel.
Max asintió.
—Acabo de ver algo que te puede interesar. ¿Vienes? —preguntó Daniel.
