Me despierto de nuevo al tener la misma pesadilla de siempre.
A pesar de haber cumplido mi deseo, no me siento tranquilo.
Cojo el teléfono, viendo que volví a despertar a la madrugada.
Todo está en su lugar, nada fuera de lo normal, pero siento que falta algo.
Abro las redes sociales, como si estuviera buscando algo que ni siquiera sé qué es.
Estoy seguro de que nadie va a echar en falta a ese bastardo. No aparecerá en las noticias. No hay pistas, no hay rastro.
Quemé el coche, enterré su cuerpo.
Lo hice todo a la perfección.
Navego sin rumbo, deslizando mi pulgar sobre la pantalla, pasando de largo las imágenes, hasta que paro en un vídeo que me llama la atención.
Es una chica, bastante joven. Ella está medio llorando, las palabras se quedan atoradas en su garganta.
Hay algo en sus ojos que me recuerda a mi.
–Hago este vídeo para deciros lo que me ocurrió ayer...– dice con voz rota.
Ella habla de un hombre. Un intento fallido de una agresión sexual.
Casa palabra que sale de su boca me genera algo que no pensé que sentiría jamás.
Ha sido en esta misma ciudad.
Hay un tipo igual de asqueroso que el asesino de mi madre. Y anda suelto por ahí, acechando a más personas indefensas.
Mi mente hace clic por un instante y veo el vídeo de nuevo.
En los comentarios hay más chicas contando su misma situación. El mismo hombre. Las autoridades le soltaron a los pocos días, "sólo fueron tocamientos", excusan.
Mentira.
Es todo mentira.
Las noticias dicen que fue liberado porque "pagó" una fianza.
Mi mirada se fija en la foto del hombre.
Un señor de mediana edad, rasgos comunes, nariz aguileña, una marca en su mejilla.
Me levanto y cojo el portátil, buscando más información de este individuo.
En cuestión de un par de horas, encuentro su nombre, puesto de trabajo y dónde reside.
Para cometer este tipo de delitos, es increíble lo poco que esta gente oculta su vida en internet.
Ni siquiera hace falta investigar tanto: en el vídeo había una foto de su cara.
Solo necesito un par de detalles más.
No es la primera vez que actúa y, si la policía no hace nada, tampoco será la última.
.
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El tiempo avanza sin respiro, pero no tengo prisa.
Actúo como siempre, sigo mi rutina. Cuando vuelvo del trabajo, miro las notas que he recopilado, formando un plan en mi mente.
Esta vez es más rápido, más preciso y eficaz.
Nada de esconder el cadáver.
Quiero que lo encuentren. Que las malas personas lo vean como un aviso.
Quiero que se sientan amenazados, que vean que sus acciones inhumanas serán castigadas.
En un par de días consigo averiguar sus hábitos.
Se siente seguro, se cree intocable, pero voy a demostrarle lo contrario.
El vacío de mi pecho ya no se siente tan pesado como antes.
Encontré un nuevo propósito.
Los callejones ya no serán un escondite para agresores.
La gente ya no tendrá miedo de pasear entre la oscuridad, soy la luz que ilumina sus pasos.
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Conozco su camino de regreso a casa. Sé dónde está, le sigo con la mirada desde el final de la calle.
Es repugnante ver como camina con tanta arrogancia.
Me fijo en cada movimiento que hace.
Su vida es simple y predecible.
Sigue un patrón que se repite sin cambios.
Esta vez, mis manos no tiemblan, sé lo que estoy haciendo. Sé en lo que me he convertido.
Me acerco a él por la espalda y le agarro por el cuello con mi brazo, cubriéndole la boca con mi otra mano y arrastrándole por el suelo hasta una calle estrecha y sin salida.
–No intentes pedir ayuda. No voy a dejar que hagas ni el más mínimo ruido– sentencié mientras le metía un trapo en la boca.
El hombre se sacude intentando escapar de mi agarre y lanza patadas al aire para ver si consigue asestarme alguna.
–No te esfuerces.– le golpeo con el puño en la cara y deja de moverse, aprovechando la situación le ato las dos manos en la parte baja de su espalda.
–He leído sobre ti. Te han denunciado varias veces. Seis, para ser exactos. Parece que te da igual, pero a mi no. Crees que el dinero puede salvarte de todo, pero hoy no. Esto va por ellas.–
Le doy otro puñetazo, para después clavarle el cuchillo en el pecho.
Primero una, luego otra y otra, así hasta las cincuenta y ocho puñaladas.
Mi ropa estaba salpicada de sangre, pero no importa, es fácil de lavar.
Las puñaladas no me parecen suficiente así que empiezo a abrirle las costillas. Los crujidos secos de los huesos rotos inundan el silencio.
Se me resistieron un poco al principio. A pesar de que leí algo sobre esto, era más complicada la parte práctica que la teórica.
Si voy a seguir con esto, debería comprar mejores materiales.
Su pecho se abría como las alas de una paloma que alza el vuelo.
Es como si hubiera liberado un alma corrupta.
Dejé la cavidad expuesta al aire frío y húmedo de la noche, y senté al hombre apoyando su espalda contra la pared.
Saqué un cuaderno de mi mochila y arranqué una hoja, acuclillándome a su lado mientras hacía una pequeña grulla de papel.
Coloqué el pájaro de origami dentro del hueco en su pecho y observé mi obra durante unos segundos.
Mis dedos se deslizaron por la abertura, manchando mi guante de sangre.
Ni demasiado espesa, ni demasiado líquida.
Al levantarme, empecé a recorrer la superficie del muro con las yemas de mi índice y corazón.
"Dedicado a todos aquellos que no pueden cobrar venganza."
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Grullas de papel
Mystery / ThrillerKeith, un joven de 22 años, es un asesino meticuloso, el cual tiene un solo tipo de víctima: los hombres que violentan contra las mujeres o niños. Al descubrir por redes sociales un vídeo de una chica contando un casi asalto de agresión sexual, de...