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El ambiente en la mansión se sentía denso, como si el aire estuviera cargado de electricidad estática. El grupo se encontraba reunido en la sala, cada uno intentando procesar lo que habían escuchado y sentido desde que entraron. La incertidumbre y el miedo comenzaban a carcomer la confianza que solían tener entre ellos.

—Esto es una locura. No deberíamos haber abierto esa puerta —dijo Minho, con los brazos cruzados. Su voz, normalmente segura, sonaba tensa y cargada de resentimiento.

—No puedes culpar a Chan Hyung solo por eso —intervino Seungmin, pero la tensión entre ambos era palpable. El miedo hacía que sus nervios se dispararan.

—¿Qué más quieres que haga? ¡¿Nos vamos o seguimos aquí?! —Minho replicó, su voz resonando en las paredes vacías.

—No es tan simple, Minho —dijo Chan, tratando de mantener la calma. Se sentía responsable, pero también era consciente de que, como líder, debía encontrar una salida. Sin embargo, en lo profundo de su mente, una parte de él comenzaba a preguntarse si habían despertado algo que nunca debería haber sido tocado.

 Sin embargo, en lo profundo de su mente, una parte de él comenzaba a preguntarse si habían despertado algo que nunca debería haber sido tocado

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De repente, un crujido resonó detrás de ellos, y todos se giraron hacia el espejo más grande de la sala. Era un reflejo distorsionado, que no solo mostraba sus caras, sino que parecía capturar algo más. El rostro de Jisung se alargó en una mueca de horror.

—¡Miren! —exclamó, apuntando hacia el espejo—. ¿Lo ven? No soy yo... ¡No soy yo!

Los demás se acercaron, y lo que vieron los dejó helados. En el espejo, Jisung estaba sonriendo, pero sus ojos brillaban con una oscuridad que no parecía humana. La imagen se retorcía y se transformaba, mostrando visiones de él siendo arrastrado por sombras en un pasillo oscuro.

—Esto no está bien —murmuró Felix, sintiéndose mareado. Las imágenes se mezclaban con sus propios temores, y no pudo evitar recordar momentos de su vida en los que había sentido que no pertenecía.

—Esto es solo un juego, ¿verdad? —dijo Jeongin, intentando calmarse. Pero su voz temblaba y el sudor le corría por la frente—. No hay nada de qué preocuparse. Todo es parte de... de esto.

—¿Parte de qué? —replicó Hyunjin, sus ojos ahora afilados como cuchillas—. ¿De nuestra locura? ¿De lo que abrimos cuando cruzamos esa puerta?

Los murmullos se transformaron en gritos cuando Jisung, paralizado por el terror, dio un paso atrás y tropezó con un viejo candelabro. La caída resonó en la habitación como un eco lejano, y de repente, una sombra pareció deslizarse entre ellos, haciéndose más oscura y densa.

—¡Detrás de ti! —gritó Chan, pero fue demasiado tarde. La sombra atrapó a Jisung, quien fue arrastrado hacia la pared como si esta lo devorara. Su grito se ahogó en un sonido sordo mientras desaparecía.

—¡Jisung! —gritaron todos al unísono, pero el eco de su voz fue lo único que regresó.

El pánico se apoderó del grupo. El caos estalló en la sala, mientras cada uno intentaba encontrar una salida. Pero la puerta seguía cerrada, y los espejos se habían convertido en portales de pesadilla.

La Mansión PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora