La luz del proyector iluminaba tenuemente el aula mientras Fina caminaba entre las mesas, observando cómo los alumnos tomaban notas con el entusiasmo típico de un lunes a última hora. O sea, ninguno. Algunos garabateaban distraídos, otros trataban de parecer interesados, la más sinvergüenza de la clase dormía sin disimulo. Fina suspiró, reconociendo esa atmósfera de resignación que flotaba en el aire.
Había pasado tanto tiempo desde que había comenzado su carrera como profesora de filosofía, y sin embargo, todo parecía haberse desmoronado tan rápido. Las grandes ambiciones, los sueños de dar conferencias, de escribir artículos académicos que cambiaran el mundo de las ideas, de ser alguien en el ámbito filosófico... todo eso parecía tan lejano ahora.
Cuando empezó la carrera, jamás se habría imaginado que terminaría dando clases a adolescentes que, con suerte, sabían que Platón no era un Pokémon. "La gran profesora Valero", pensó, con una risa amarga. Solía ser alguien, o al menos eso creía. Participaba en conferencias y congresos, escribía artículos académicos que le costaban meses de reflexión y corrección, siempre pensando que el próximo artículo que publicara sería el que la catapultaría a una mayor visibilidad en el campo de la filosofía. Tenía discusiones intelectuales intensas, donde usaba palabras como "ontología" con absoluta naturalidad. Era miembro de la cátedra que tanto le había enseñado en su tiempo como estudiante. Pero esas promesas quedaron atrás.
¿En qué momento todo había cambiado? Era difícil precisar, aunque sabía que la enfermedad de su padre fue el punto de quiebre. Cuando decidió dejarlo todo y volver al pueblo para estar más cerca de él, había sido una elección de la que no se arrepentía, pero cuánto le había costado.
En vez de debatir en simposios o de escribir que eran sus grandes pasiones, ahora... ahora explicaba qué es un sofista a un aula con adolescentes que apenas lograban mantener los ojos abiertos.
—Bueno, chicos, hasta aquí por hoy. No olvidéis leer el capítulo sobre Foucault para la próxima semana. ¡Vigilad que no os espíen demasiado! —dijo con una sonrisa irónica, y sólo los más atentos de los alumnos rieron suavemente mientras recogían sus cosas.
Cuando el último estudiante salió por la puerta, Fina se dejó caer en su silla frente al escritorio. "La vida es una constante insatisfacción", decía un viejo filósofo, y Fina empezaba a entenderlo mejor con cada día que pasaba. Aunque nunca le había gustado su visión pesimista, últimamente encontraba en sus palabras un grado de verdad incómodo. La vida no era más que un ciclo de deseos insatisfechos, y cuanto más luchaba contra eso, más parecía hundirse en él.
Esta era su vida ahora. Ya hacía tiempo que había dejado de luchar contra esa realidad. Enseñar en el instituto, cuidar a su padre, el café de las mañanas, salir con sus amigas, sus libros, hacer pequeñas cosas que le permitían sobrellevar la rutina,. Al final, lo había aceptado. No era lo que había querido, pero era lo que tenía.
Miró el reloj: faltaban diez minutos para el final de su turno. Era el momento perfecto para organizar sus clases de la semana. Tras un par de clics en su portátil, el Google Calendar apareció en la pantalla. Empezó a revisar las tareas pendientes, repasando los nombres de sus alumnos para las clases individuales.
De repente, un nombre que no debería estar allí llamó su atención.
Marta de la Reina.
Fina frunció el ceño. ¿Marta? ¿Qué hacía ella en su agenda? Entró en la notificación y vio un mensaje adjunto de la secretaria del instituto:
Estimada Profesora Valero,
Le informamos que se le ha asignado una nueva alumna en el bachillerato de adultos, Marta de la Reina. La Sra. de la Reina necesita completar la materia de filosofía para obtener su título de secundaria y, por lo tanto, validar su título universitario. Marta es egresada de la carrera de Administración de Empresas, pero al revisar los papeles se detectó este error. Necesita su asistencia urgente. Gracias por su comprensión.
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Cuando murió Schopenhauer (#mafin)
FanfictionMarta de la Reina está a punto de asumir la dirección de Perfumerías de la Reina, la exitosa empresa familiar que ha dirigido su vida desde siempre. A sus 32 años, siente que finalmente todo está en orden: es administradora contable, ha dedicado cad...