Hilos rotos

Capítulo 3: Segundo hilo roto

Pasaron dos años en un instante, el panorama se veía tranquilo, poco a poco el dolor de la muerte de Claudio se disipaba, en cuanto a mis amigas cumplieron sus promesas. Samantha había concluido hace unos meses su doctorado, ella se mudó cerca de mi fraccionamiento, por otro lado, Michelle rentó una casa a dos fraccionamientos del mío, aun así, era bastante el cambio. Solo cuatro reuniones más durante este lapso de tiempo, intentamos ocultar nuestros sentimientos, pero en la cuarta reunión se emborrachó bastante Samantha, se peleó con Michelle y dejaron de contactarse. Solo yo conocía sobre el estado actual de Samantha, cayó en el vicio.

Un día regresé del trabajo y Michelle me preguntó sobre ella, le dije que últimamente comenzó a tomar mucho, me comentó que deseaba que se volviera a planear una reunión, decía que la extrañaba, luego no me volvió a mandar mensaje. Le mandé mensaje a Samantha y no me respondió. Al día siguiente salió la noticia que una mujer de 30 años fue encontrada sin vida en su casa. Sus familiares la encontraron luego de un largo día sin saber de ella, su nombre era Samantha y murió de sobredosis de alcohol.

No recuerdo cuando salieron las lágrimas, veía borroso, comencé a golpear la pared de la rabia y la ira, mis puños quedaron llenos de sangre, tiré un plato de cristal que se encontraba en el buró a lado de mi cama, me corté y llené de sangre la sobrecama, escuché que alguien tocaba mi puerta, fui enseguida, me abrazó Michelle fuertemente, manchó mi camisa de muchas lágrimas. Me miró y me dijo que me curaría las heridas, me puso alcohol en las heridas de mis manos y me colocó una venda en la cortada. No encontraba palabras para romper el hielo.

–Era evidente, Samantha fue la que más le afectó la muerte de Claudio, debimos de haberla cuidado más, cuando te fuiste del funeral ella siguió en llanto, me dijo que no sabría cómo lidiar con este dolor, se sentía culpable por haberlo insultado varias veces cuando nos reunimos en el restaurante –explicó Michelle

–Fue algo inesperado lo de Claudio, no debía sentirse así, ella siempre había sido así con él –dije

–Podría ser inteligente, pero en cuestión de sentimientos no sabía cómo lidiar con ellos, bien tendremos que asistir a su funeral –dijo Michelle

–Es importante, intentaré quedarme hasta lo último –dije

Luego de unas horas asistimos al velorio, solo escuchaba de nuevo esas oraciones tristes, me deprimían bastante, me fui al baño y vomité de tantos sentimientos revueltos que sentía, era una tortura esa noche, sus familiares lloraban bastante, sus padres rompían en llanto, cuando pasaron a ver el cuerpo en el ataúd se escucharon unos lamentos desgarradores por parte de su madre, su padre se desmayó y lo asistieron los demás familiares. Yo no pasé porque no me sentía fuerte, Michelle pasó y luego me dijo que ya deseaba irse, la acompañé a su paradero y la abracé, ella me miró y luego se subió al camión.

Transcurrieron algunos días, decidí no faltar en mi trabajo, de alguna forma encontré la forma de distraerme, sabía que estar encerrado no era una buena idea. Llegó el sábado y Michelle me mandó mensaje, dijo que en cualquier momento me visitaría, le contesté con un sí.

Pasó un mes y todo volvió a la normalidad, todo era aburrido, monótono, con los salarios jodidos era difícil ahorrar, pero al menos logré juntar un poco. Michelle siempre me mandaba mensajes, pero no había decidido ninguna reunión desde la muerte de Samantha. El tema de Claudio fue algo muy extraño, nadie quería hablar de él. Después de todo fue algo imprevisto. Un vehículo de la aplicación llegó por él, cuando estaba en una de las avenidas hubo un choque, perdió el equilibrio el conductor y rompieron las barras de metal, chocó con un árbol y explotó todo alrededor, el culpable fue otro conductor que salió ileso, nunca hubo justicia porque nadie encontró a ese conductor a pesar de que se tenían las placas con ayuda de las cámaras de seguridad.

Un mes después Michelle decidió una reunión, ese restaurante de hace dos años fue el lugar acordado. Llegó y pedimos unas pechugas rellenas, algunas cervezas y las botanas que daban como aperitivo.

– ¿Cómo te encuentras? –le pregunté

–Bien, aunque no tan bien –contestó

–Es algo aburrido la vida ¿no crees? –dije

–Solo con los juegos logro entretenerme, esa afirmación ya la había hecho desde hace muchos años, una vida sin hacer algo relevante es como estar muerto –comentó

–Ahora que lo veo tienes razón, nuestro pequeño círculo de amigos ya no está, entonces hay que hacer más amigos –dije

–Con mi familia basta y sobra, te puedo invitar algún día, con nuevos amigos creo que es una mala idea, no me agrada nadie –dijo Michelle

–Bien entonces acepto tu invitación, sinceramente cada día que pasa no tiene sentido, parecemos robots cumpliendo tareas repetitivas –dije

–Tienes tus consolas de videojuegos, iré algún día a tu casa para jugar, solo tengo mi consola portátil, intenté comprar otras consolas, pero prefiero gastar mi dinero en otras cosas –comentó Michelle

–Hay algo extraño que me pasa hace unos días –comenté

–Cuéntame, ¿es algo malo? –preguntó Michelle

–Algunas veces siento que me caen gotas en mi rostro, pero ni siquiera está nublado, además las gotas no deberían caerme tan seguido –dije

–Eso es algo raro, por mi cuenta algunas veces comienzo a olvidar cosas del pasado, ¿tendré amnesia? –preguntó Michelle

–No sabría decirte, pero creo que si continuas con ese problema deberías de ir a consultar con un especialista –dije

–Perdón por no saber qué decir sobre esas gotas, pero si es raro –dijo Michelle

–No hay problema con eso, no ha sido tan frecuente –dije

Pasaron algunos meses, frecuentemente me enviaba mensajes Michelle, cuando vi llegaba a mi casa para jugar videojuegos, parecía como una hermana, me cuidaba y me aconsejaba, algunas veces cocinaba y me llevaba en trastes una ración de comida, yo estaba agradecido. También conocí más a sus padres y sus familiares, a pesar de que solo éramos amigos me apreciaba mucho. No sabía si le gustaba o solo era para llenar ese hueco en su corazón luego de haber perdido a nuestros amigos.