1

13 3 0
                                    

El suave aroma a café recién hecho inundaba el penthouse de los Bakugou. Los ventanales enormes dejaban entrar la luz matutina de la ciudad, que comenzaba a despertar. Izuku Midoriya, con una mano descansando en su vientre abultado, respiró profundo, saboreando el momento de calma. Estaba de cinco meses, y aunque su cuerpo comenzaba a resentir el peso del embarazo, ese día se sentía sereno, inspirado.

—Buenos días, amor —dijo Katsuki Bakugou, entrando a la cocina mientras ajustaba el nudo de su corbata. Sus ojos carmesí se posaron inmediatamente en el omega, que estaba sentado en la barra desayunando un tazón de fruta—. ¿Cómo amaneció mi omega hoy?

Izuku sonrió al verlo. Katsuki siempre desprendía esa energía intensa y segura, incluso a esas horas de la mañana. Le fascinaba cómo la rudeza del alfa desaparecía por completo en casa, especialmente desde que supieron que iban a tener un hijo.

—Podría acostumbrarme a tus buenos días así —bromeó Izuku mientras dejaba el tazón a un lado.

Katsuki se acercó, inclinándose para dejar un beso en la coronilla de su pareja. Sus manos, grandes y cálidas, se posaron en el vientre de Izuku, acariciando de forma instintiva. A pesar de la imagen dominante que proyectaba hacia el mundo, había algo profundamente delicado en la manera en que trataba a Izuku.

—¿Cómo está mi pequeño hoy? —susurró Katsuki contra la piel de su cuello, dejando un rastro de besos ligeros que provocaron escalofríos en el omega.

—Inquieto, como su papá. Estuvo dando patadas toda la noche.

El alfa soltó una risa baja. Le encantaba imaginarse al pequeño con esa energía indomable que lo caracterizaba a él mismo. Sin embargo, lo que más lo emocionaba era la idea de verlo con los ojos verdes y la sonrisa dulce de Izuku.

Izuku Midoriya, un omega que había conquistado al mundo del arte con sus pinturas vibrantes y emocionales, jamás pensó que terminaría enamorado del imponente Katsuki Bakugou, el alfa más terco que había conocido. Katsuki no solo era el CEO de una de las empresas tecnológicas más poderosas del país, sino que además tenía una personalidad arrolladora. Habían comenzado como rivales, pero con el tiempo, las diferencias se transformaron en algo mucho más profundo e irremplazable.

—Hoy tengo una entrevista con la galería de París. Quieren que lleve la nueva serie —comentó Izuku, mientras se acomodaba en el taburete. Sus ojos brillaban con emoción y algo de ansiedad—. Es importante.

Katsuki arqueó una ceja, tomando asiento frente a él.

—¿Y piensas viajar así?

—No, claro que no. Solo será por videollamada. Pero aun así, me pone nervioso. Es una oportunidad enorme.

El alfa frunció el ceño ligeramente. Detestaba que Izuku se preocupara tanto por su trabajo, sobre todo ahora que estaba embarazado. Sin embargo, también admiraba la pasión que el omega ponía en cada proyecto. Por eso lo amaba tanto: porque Izuku nunca se detenía. Ni siquiera ahora, con un bebé en camino.

—No te estreses, Deku. Lo harás perfecto, como siempre —murmuró Katsuki, entrelazando su mano con la de Izuku.

El omega sintió cómo el calor de su toque lo envolvía, calmando parte de la ansiedad que lo había estado carcomiendo desde la madrugada.

—Gracias, Kacchan. Siempre sabes qué decir.

Katsuki chasqueó la lengua, como si aquello fuera una obviedad.

—Y más te vale almorzar algo después de esa entrevista. No quiero que te me desmayes en plena llamada, ¿entendido?

Izuku se rió, pero asintió con la cabeza. Sabía que el alfa lo decía con preocupación genuina. Katsuki era duro, pero su amor se veía en los pequeños detalles: en la comida que le preparaba antes de irse al trabajo, en los mensajes de "¿Ya comiste?" a mitad del día, y en la forma en que llegaba todas las noches a casa a tiempo para asegurarse de que Izuku estuviera bien.

Padres primerizos - katsudeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora