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*Todo aquello escrito en cursiva es un idioma no nativo a la persona que está narrando. Cuando Jisung es el narrador, el idioma miorino se encuentra en cursiva. Cuando el que narra es Minho, es el idioma kaeris el que se encuentra en cursiva.

¡Hola! Sí, otra vez yo apareciendo de la nada con una historia de fantasía Minsung sin haber terminado mis fics anteriores. Merezco la cárcel(?

De todas formas, espero que lo disfruten mucho. Gracias por seguir leyéndome.

(Glosario al final del capítulo)

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En el día de su boda, Han Jisung, príncipe de Kaerin, sostuvo la mano de su hermano en un carruaje tambaleante mientras el vómito escapaba de sus labios hacia una intrincada vasija con inscripciones miorinas. La vasija, al igual que gran parte de su cargamento, era una pieza de la inmensa colección de regalos que habían recibido de Jaeho, rey de Miorin. Su padre había insistido en devolverlas a su lugar de origen con la perfecta excusa de Jisung siendo desposado.

-No necesito sus ridículas muestras de respeto -había dicho tan solo una semana atrás-. Me es suficiente que su príncipe ponga un niño dentro de ti y un batallón en nuestras fronteras.

Esa noche los vómitos comenzaron. "Ataques ansiosos" había confirmado el médico real, observándolo como si de un niño histérico se tratase.

Jisung no había estado presente el día en que el acuerdo fue firmado. Jamás se le habría permitido formar parte de reuniones de tal importancia, reuniones en las que se decidía el destino de dos reinos. Su prometido, aunque más que invitado a formar parte, había dedicado sus últimos diez meses a batallar contra el ejército de Itet, al sur del continente. Hyunjin, quien ahora sujetaba su mano con firmeza, había susurrado en la oscuridad de la noche todo aquello que conocía sobre el príncipe heredero de Miorin. Jisung había transfigurado más de un objeto mientras las palabras buscaban un lugar en su pecho. La violencia de los recuentos no era algo que lo perturbara en demasía; los kaeris podían ser criaturas violentas cuando la causa era justa, pero las costumbres de un pueblo tan salvaje como el miorino no podían hacer más que revolverle el estómago, empujando sus poderes a actuar sin su consentimiento.

-Dioses benditos, Jisung, tienes ocho y diez años. Compórtate como un adulto -protestó su padre por tercera vez en la última hora.

-Lo siento padre -volvió a murmurar en respuesta.

Hyunjin chasqueó la lengua en una protesta digna de un príncipe heredero, antes de limpiar los labios de Jisung con un blanco pañuelo que se volvió azul tan solo con tocarle la piel.

-También vomitaría mis propias vísceras si tuviera que desposar a alguno de esos incorregibles salvajes -observó su pañuelo antes de dejarlo caer en el espacio de asiento que los separaba-. Si mi hermano es algo, es sin dudas valiente.

-Valientes fueron todos los hombres que han muerto en guerras contra los miorinos para llegar a este acuerdo. Si el accionar de tu hermano fuera valentía, todas las mujeres y likit de Miorin sería santos a los dioses por permitir que sus salvajes contrapartes les hinchen el vientre.

Su hermano no protestó ante aquel argumento. Frente a la voluntad del rey guardaba silencio. Sin embargo, Jisung jamás podría pretender que alguien que no fuese un likit de la nobleza pudiera comprenderlo en plenitud. Saber con certeza, desde el final de tu niñez, que tu cuerpo sería una pieza de intercambio.

El silencio inundó el carruaje después de que su estómago fuera vaciado una última vez. La mano de Hyunjin no dejó la suya mientras atravesaron los últimos kilómetros de campo verde y montañas nevadas, el click-clack de los caballos como única compañía. Hubiera deseado ser uno de aquellos kaeris que podían volar, recorrer las cristalizadas montañas con la punta de los dedos, permitir que el aire helado golpee su rostro hasta adormecerlo. Dejarse caer al vacío sabiendo que su propio cuerpo detendría el violento empuje de la tierra.

The Enemy || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora