Astros.
Gleen, un joven explorador espacial, ha logrado lo impensable: liderar a su tripulación en una misión sin precedentes hacia las profundidades del océano del universo.
Cuando la juventud de Gleen choca con la brutal realidad del cosmos, la l...
La nave flotaba en silencio sobre el vasto y brillante océano del planeta. La energía pulsante del núcleo seguía intensificándose, resonando con una cadencia que parecía coordinarse con los latidos de cada criatura marina bajo el agua. Pero ese ritmo no era solo del planeta; también comenzaba a influir en el equipo.
Gleen observaba los monitores de la cabina mientras Lena analizaba frenéticamente las lecturas. Las pantallas mostraban fluctuaciones energéticas. Una luz intensa comenzó a filtrarse a través de las ventanas de la nave, proyectando sombras danzantes en las paredes.
—Gleen, esto no tiene precedentes —dijo Lena, su voz cargada de asombro y un leve temblor de miedo—. Los cristales... están reaccionando. Este planeta no es solo un núcleo de energía. Es algo más.
Gleen asintió con gravedad. —Prepárame el traje especial. Vamos a descender.
Un silencio tenso llenó la cabina mientras Lena lo miraba, sorprendida. —¿Vas a bajar? Gleen, las lecturas muestran que ese núcleo está a una profundidad tres veces mayor que la fosa de las Marianas. La presión y la energía podrían destruir cualquier cosa.
—No tenemos opción —respondió Gleen mientras comenzaba a equiparse con el traje reforzado con los materiales de Volcánia—. Si esto es lo que creemos que es, que suponemos es un secreto cósmico, necesitamos verlo de cerca. Es nuestra única oportunidad de entenderlo. La energía en un estado puro y sostenible.
Con la ayuda de Tom y Lena, Gleen se preparó para la inmersión. El traje especial emitía un tenue brillo azulado, y los cristales incrustados en sus placas parecían resonar con la misma frecuencia que el núcleo. La escotilla de descenso se abrió, y Gleen se sumergió lentamente en las aguas fosforescentes.
— Estos cristales de alguna forma pueden seguir absorbiendo energía, cuando hicimos las pruebas no pudimos moldearnos, ni destruirlos, no tienen tanta energía como la pieza que encontraron en el altar, pero si son mucho más poderosos que cualquier tecnología de nuestra raza. Glenn esta a salvo. — Le repitió Lena a la tripulación.
Desde la nave, la tripulación observaba la transmisión del traje mientras Gleen descendía. A medida que bajaba, la luz a su alrededor se volvía más intensa, y las criaturas marinas comenzaban a alejarse, dejando el camino despejado. Finalmente, después de un descenso interminable, apareció ante él.
El núcleo no era lo que esperaba. Desde lejos, parecía pequeño, un simple punto de luz. Pero al acercarse, se dio cuenta de que era enorme, tal vez del tamaño de un núcleo planetario. Su superficie vibraba con patrones cambiantes de luz, como si fuera un corazón latiendo.
Gleen se quedó suspendido frente a él, abrumado por su inmensidad. La energía que emitía era casi tangible, y por un momento, sintió que el tiempo mismo se detenía. Entonces, el núcleo "lo vio".
Un destello de luz lo envolvió, y Gleen comenzó a experimentar visiones. Mundos antiguos, galaxias formándose, y el rostro titánico de la Ballena Cósmica mirándolo desde el infinito. Comprendió en ese instante que no estaba frente a un simple fenómeno natural. Este núcleo era el corazón de algo vivo, algo que trascendía la comprensión humana.
La comunicación no fue con palabras, sino con sensaciones, emociones y fragmentos de conocimiento.
En la nave, Lena observaba con nerviosismo cómo las lecturas del traje de Gleen fluctuaban de forma impredecible. —Gleen, ¿me escuchas? ¿Qué estás viendo?
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