Seasons of love - Freenbecky ☆𝆬

Capítulo 5: La pintura

Cuando Freen regresa a Permanent Record con una gran sonrisa, Nam la mira con suspicacia.

Freen pone los ojos en blanco y dice:

—Relájate. Solo fui a la tienda de al lado.

—Ah, ahora lo entiendo —responde Nam, riendo ante la evidente felicidad de Freen.

Freen ve que Mind la mira con una sonrisa desde su estación de tatuajes, mientras calca un diseño en el hombro de un cliente, y le dedica el dedo medio con la mano libre, la que no sostiene la flor.

—No es tan efectivo cuando llevas esa estúpida sonrisa, Chankimha.

—Vete a la mierda, Nekkham.

Freen deja que Mind se concentre en su cliente y se apoya en el mostrador con los codos, sosteniendo la gardenia entre los dedos y examinándola. Los pétalos blancos están perfectos y parecen tan delicados que casi teme tocarlos.

—Así que al fin hablaste con ella, ¿eh? —pregunta Nam, mirando la flor con interés.

—Sí —responde Freen con tranquilidad—. Y aprendí que se llama Becky.

Baja la mirada hacia la gardenia en sus manos y pregunta:

—¿Sabes cómo prensar flores, por casualidad?

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La próxima vez que Freen regresa a la floristería, lleva bajo el brazo la obra de arte finalmente terminada y enmarcada. Ha pasado por varios cambios: de la página de su cuaderno de bocetos al papel prensado en frío, del lápiz a la acuarela. Ha tomado tiempo, pero está bastante orgullosa del resultado final.

Lo coloca sobre el mostrador, entre ella y Becky, y espera con algo de nerviosismo su reacción.

Becky desliza un dedo sobre su versión pintada, recorriendo las ondas de cabello que Freen recreó con tanto esmero, pasando por las flores en plena floración del escaparate, y sobre las letras en tonos pastel del nombre de la floristería sobre la puerta. Se detiene justo en el toque final: los pétalos secos de gardenia, cuidadosamente dispuestos en una corona sobre la cabeza de su retrato.

—¿Tú hiciste esto? —pregunta Becky, alternando la mirada entre los ojos de Freen.

Freen sonríe tímidamente.

—Es de aquel día cuando me sorprendiste dibujándote desde el otro lado de la calle. Me pediste que te lo mostrara cuando lo terminara, así que... aquí está.

—Es hermoso —dice Becky con sinceridad. —¿Qué vas a hacer con él?

—Te lo voy a regalar, obviamente —responde Freen, frunciendo las cejas como si fuera algo obvio. —No podría dárselo a nadie más.

Becky le devuelve una sonrisa tan radiante que bien vale todas las horas que Freen ha dedicado a la pintura, y su corazón se eleva.

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Cuando Freen vuelve a visitar a Becky esa misma semana, ve la pintura colgada en la pared, al final del pasillo, junto a las flores favoritas de Becky.

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Vale, quizá Freen está siendo demasiado obvia con sus sentimientos por Becky. Pero el asunto es que, en realidad, ya no le importa. Mind y Nam la siguen molestando, pero ya no le afecta, porque ha aceptado completamente que está súper enamorada de la chica de al lado.

Así que continúa saludando a través de la ventana de la floristería cada mañana cuando va camino al trabajo, y pasa por la tienda siempre que su hora de almuerzo se lo permite.

Freen descubre que Becky tiene veintidós años y es la única dueña de la floristería Stop and Smell the Roses. Es torpe y propensa a los accidentes, tanto que tiene un botiquín de primeros auxilios completamente equipado bajo el mostrador por si acaso. Sin embargo, sus dedos son ágiles y, de alguna manera, siempre logra envolver los ramos de flores sin arrugar ni un poco el papel. No se peina por las mañanas, solo se pasa el cepillo y deja que su cabello caiga como quiera. Siempre tiene tierra atrapada debajo de sus uñas cortas, pintadas con una manicura francesa, pero aun así luce impecable todos los días. Es desordenada y poco coordinada, su caligrafía es casi ilegible, pero se ríe fuerte y sin reservas, y debajo de su delantal manchado de tierra, tiene un corazón de oro.

Freen descubre mil cosas sobre Becky, que al final son mil razones más para enamorarse aún más de ella, pero no le molesta en absoluto.