Capítulo 6: Lavanda y un tatuaje de margarita

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Una mañana, Freen no ve a Becky a través de la ventana mientras pasa por la tienda. No se preocupa demasiado; sabe que Becky probablemente está en la parte trasera diseñando arreglos florales, regando sus plantas o poniéndose al día con la contabilidad o algo así. No siempre está atendiendo en el mostrador.

Freen se resigna a esperar para saludarla en su hora de almuerzo.

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Pero cuando Freen entra por la puerta al mediodía, Becky no está en la tienda. La campanita suena como de costumbre, un sonido reconfortante y familiar, pero quien está detrás del mostrador es otra mujer, una cara nueva que la recibe con una sonrisa radiante.

—¡Hola! ¿Vienes solo a "oler las rosas" o estás buscando algo en particular?

Freen frunce el ceño.

—En realidad, estaba buscando a Becky. ¿Está por aquí?

—Lo siento, me llamó esta mañana para pedirme que la cubriera todo el día. Dijo que estaba empezando a sentirse mal —responde la mujer con tono simpático. —Por cierto, soy Irin. Ayudo en la tienda cuando Becky lo necesita. Admito que no soy tan buena como ella con los arreglos florales, pero conozco bien las flores. ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar?

—Oh, no, está bien —dice Freen con una pequeña sonrisa. —Volveré otro día, gracias de todas formas.

Sale de la tienda con un humor un poco más apagado y se pregunta desde cuándo Becky se ha vuelto una parte tan importante de su rutina.

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Cuando Becky vuelve a la tienda después de una semana ausente, Freen rodea el mostrador y la abraza sin previo aviso. Se siente un poco avergonzada por lo desesperado que fue el gesto, y más cuando Becky se queda paralizada al principio, pero pronto se relaja y se funde en el abrazo, apretándola un poco más fuerte.

Becky suelta una pequeña risa mientras esconde su rostro en el cuello de Freen.

—¿Me extrañaste? —susurra contra su piel.

—Solo un poco —responde Freen, aunque sin mucha convicción.

La carcajada de Becky, fuerte y desenfadada, retumba en su oído, pero de alguna manera consigue suavizar la vergüenza que sentía por haber sido atrapada en una mentira tan obvia.

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Freen no tiene muy claro qué está haciendo allí. Debería estar con su familia ahora mismo, pero sus pies la han llevado a ese lugar, y piensa que eso debe significar algo.

Empuja la puerta, apenas consciente del tintineo de la campana sobre su cabeza, y se dirige directamente al mostrador.

Becky le lanza una mirada rápida, notando sus ojos enrojecidos, y con suavidad la lleva hacia la pequeña oficina en la parte trasera de la tienda. Freen se sienta en el diminuto sofá de la esquina mientras Becky se afana en preparar chocolate caliente.

Poco después, Becky se acerca con dos tazas y le ofrece una a Freen, quien la acepta con una débil sonrisa. Se sienta a su lado con su propia taza en la mano. Durante algunos minutos beben en silencio, hasta que Becky rompe la calma.

—¿Preferirías que no te preguntara nada?

Freen reflexiona sobre su respuesta mientras Becky espera con paciencia, tomando pequeños sorbos de su taza.

—Mi abuela falleció —dice Freen finalmente, después de un largo silencio. —Mind me dijo que me tomara unos días. Se supone que debería estar yendo a la funeraria en este momento, pero no... no puedo... No estoy lista para aceptar que se ha ido... todavía no.

Becky guarda silencio un rato, pensando en qué decir.

—La vida de los muertos está en la memoria de los vivos —responde al final, colocando una mano con delicadeza en el muslo de Freen. Al ver que Freen no la aparta, le da un apretón reconfortante. —Tu abuela nunca se irá del todo, no si tú no quieres que lo haga.

Freen agradece esas palabras, aprecia que Becky no le haya dado un pésame vacío, sino algo sincero. Siguen tomando su chocolate caliente en un silencio cómodo hasta que Freen, finalmente, se disculpa y se pone de pie.

—Debería ir a la funeraria —explica Freen con una sonrisa apretada. —Seguro que mi familia se está preguntando dónde estoy. Pero gracias por esto, lo aprecio mucho.

Becky asiente y recoge las tazas, dejándolas sobre el escritorio. Luego, acompaña a Freen de regreso a la tienda. Justo antes de que Freen salga, Becky le hace una pregunta.

—¿Cuál era su color favorito? Me refiero a tu abuela.

—Morado —responde Freen, frunciendo el ceño en confusión.

Los ojos de Becky se iluminan y levanta dos dedos.

—Dame dos segundos, ¿vale? Voy a... necesito ir un momento a la parte de atrás. ¡No te vayas todavía!

Becky regresa con un ramo de flores moradas, intercaladas con algunas blancas.

—Para tu abuela —dice, entregándole el ramo a Freen. —Es principalmente lavanda inglesa, pero añadí unas margaritas comunes para resaltar el color, ya que es su favorito.

Freen toma el ramo con una sonrisa agradecida, pero cuando busca su cartera, Becky la detiene con un gesto.

—No te preocupes por eso. Considéralo un regalo de mi parte.

Cuando Freen abre la puerta y da un paso fuera, se detiene y mira por encima del hombro.

—A mi abuela le habrías encantado —dice Freen, y luego arruga la nariz al darse cuenta de cómo sonó. —Quiero decir... las flores. Le habrían encantado las flores.

Becky sonríe como si no le creyera del todo, y Freen se sonroja, incómoda.

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La próxima vez que Freen visita a Becky, nota que ella dirige la mirada hacia su tobillo desnudo, donde ahora tiene tatuado un ramito de lavanda y una margarita.

—Estuve pensando en lo que dijiste, sobre que mi abuela nunca se iría del todo —comenta Freen, girando la pierna para mostrarle a Becky cómo los tallos están entrelazados. —Siempre quiero recordarla, así que...

—¿Hiciste un "registro permanente"? —pregunta Becky con una sonrisa, haciendo un juego de palabras.

Freen arruga la nariz ante el chiste, pero espera que Becky pueda ver la gratitud en sus ojos.

Seasons of love - Freenbecky ☆𝆬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora