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Jimin pov

El señor Min se rió nuevamente, lo cual me hizo sentir un poco avergonzado. Pero su risa fue suave y sensual.

—Lo haré —dijo con voz aún más baja, y luego siguió besando mi cuello.

Sentí cómo una de sus manos soltó la mía y luego sentí una fuerte nalgada en mi trasero. Gemí nuevamente, esta vez más fuerte. El dolor en mi trasero fue delicioso; era justo lo que necesitaba.

El señor Min siguió con las nalgadas, su mano seguía chocándome en el trasero y cada nalgada me hacía gemir más y más fuerte. Los gemidos del señor Min también se iban haciendo más frecuentes y era tan exultante escucharlo. Su dominio era simplemente excitante; me sentía plenamente a su disposición, me había convertido en un completo desastre. Nunca sentí algo igual; era la mejor mezcla de placer y dolor que haya experimentado en mi vida.

El señor Min siguió moviéndose más fuerte y duro; sus manos seguían en mi cadera, empujándome hacia atrás y chocándome contra él repetidas veces. Sus dedos se enterraban en mi piel y sentía cómo me dejaba marcas en el lugar. Su dominio era simplemente intenso y se estaba dejando llevar sin reservas.

Tan perdido estaba en todo esto que no me acordaba de que estábamos en la oficina... Y que, claro, mis gemidos se escuchaban, pero a la mierda.

El señor Min se reía ante mis gemidos. Dejó de moverse, pero sin salirse de mi interior. Me tomó de ambos brazos y los volvió a poner por atrás. Con ese gesto, me acercó más a él; mi cuerpo se enderezó y mi espalda se pegó a su torso. Su aliento chocó contra mi cuello de nuevo y soltó un pequeño suspiro en mi oreja.

—Jimin —susurró en mi oreja.

Le respondí con un gemido, lo cual hizo que el señor Min soltara una pequeña risita.

—¿Se sientes bien?

¿Cómo no sentirme bien? Este hijo de puta follaba tan rico.

Su voz era tan sexy; cada palabra que salía de su boca provocaba escalofríos en mi cuerpo que recorrían toda mi espalda. Su voz era tan suave y, a la vez, tan dominante.

Solo gemí y asentí con la cabeza como respuesta. Estaba simplemente tan perdido en el momento como para formular una simple respuesta. Podrá parecer una exageración, pero esto se siente tan bien.

El señor Min solo suspiró y volvió a alejarse de mi cuello. Se enderezó, volviendo a sujetar una de mis nalgas con su mano. Aún estaba con mis brazos detrás y apoyado en el respaldo de la silla.

Sus movimientos suaves en mi interior volvieron a comenzar y mi cuerpo se estremeció de placer. Deseaba que este momento durara para siempre; no podía creer la forma en que el señor Min me estaba haciendo sentir.

Sus movimientos se estaban volviendo cada vez más rápidos y bruscos; por cada embestida, era más y más placentero, y mis gemidos seguían saliendo. Era simplemente exquisito.

Pude sentir cómo su mano que me sujetaba el trasero se movió y tiró con brusquedad de mi cabello. Gemí ante su acción, y él solo rió suavemente para luego comenzar a moverse más rápido.

Y más rápido, más, más, más. Chocando con fuerza ambos cuerpos. Cortos gemidos salían de mi boca. Estaba tan excitado que no podía controlar mi cuerpo. Mis caderas se movían de adelante hacia atrás, tratando de seguir el ritmo de sus embestidas rápidas y bruscas. Cada una de ellas me hacía soltar cortos gemidos.

Me siento en el cielo.

Podía pasar horas así, pero no podíamos.

Los movimientos del señor Min pararon por unos segundos y me dio una última embestida rápida, soltando mis brazos para luego salir de mi interior, corriéndose en mi espalda.

Suspiré entre gemidos y estiré mis brazos, apoyándolos en el escritorio para no perder el equilibrio.

El señor Min se quedó quieto por unos momentos; su respiración estaba agitada. Yo también estaba agitado y exhausto; mis piernas estaban temblando y mi espalda estaba dolorida por la posición en que me había tenido. Me sentía agotado, pero también lleno de satisfacción.

Después de unos momentos, el señor Min se incorporó y se alejó de mí por completo. Abrió un cajón de su escritorio, sacando unos pañuelos. Se volvió a poner detrás mío y limpió mi espalda y trasero, que estaban cubiertos de su semen.

Me limpió y, al terminar, tiró los pañuelos en la basura. Yo seguía ahí, desnudo, apoyado contra su escritorio. Quería moverme y ponerme los pantalones, pero no podía. Me dolía el culo.

─¿Qué pasa? ─dijo el señor Min.

─No puedo moverme. ─respondí avergonzado.

El señor Min se rió mientras me acariciaba la espalda. Sentí cómo mi cara se puso caliente de la vergüenza. Me enderecé mientras mis piernas temblaban y traté de bajar una pierna. Sin éxito.

El señor Min seguía mirándome mientras se reía.

─Ayúdame. ─susurré.

El señor Min suspiró y puso sus manos en mi cintura, levantándome como si de una pluma se tratase. Me llevó como si fuera un bebé hasta el sofá y me dejó ahí.

Volvió al escritorio y me acercó mi ropa.

─Ten, Jimin. ─dijo, dejando la ropa a un lado.
─Vístete.

Me olvidé de que este era el señor Min.

Tomé la ropa y comencé a quitarme la camisa con movimientos lentos. La doblé junto con el resto del traje. Volví a ponerme la ropa que traía puesta hoy.

Mientras me vestía, el señor Min me miraba, ya sentado nuevamente en su escritorio, con atención. Su expresión era seria; ya no había ni rastro de la diversión y la satisfacción en su rostro del momento anterior.
.

─¿Cómo te sientes? ─preguntó.

Su pregunta me tomó desprevenido. Estaba centrado en el dolor de mi cuerpo y en la vergüenza que todavía sentía. Me tomó unos momentos responderle.

─Dolorido ─respondí.

El señor Min suspiró antes de responder. Se levantó de su escritorio, tomando su teléfono y sus llaves.

─Ya se pasará. ─Se acercó a mí y acarició mi cabello.
─Ahora relájate un rato. ─dijo y se dio la vuelta, saliendo de la oficina.

Me quedé quieto en mi lugar, tratando de procesar lo que había pasado. ¿Se fue? ¿En serio solo se iba a ir?
Bueno, ¿qué podía esperar? Es el señor Min.

Me relajé en el sofá, sintiéndome bastante cansado y perdido en mis pensamientos.

Sentado en el sofá, estaba tratando de calmar mi mente cuando mis ojos se posaron en mi teléfono, que estaba encima de la mesa al lado del sofá. No había estado prestando atención a nada más que a mis propios pensamientos, así que me había olvidado por completo de mi teléfono y tampoco solía usarlo cuando estaba con el señor Min, pero ahora él no estaba.

Lo tomé de la mesita y me quedé mirando la pantalla por unos momentos. Desbloqueé el teléfono, abrí mis contactos y presioné el nombre de Tae. Hablaré con él un rato para distraerme en lo que vuelve el señor Min. Si es que vuelve, claro.

.

.

.

A veces quisiera ser Jimin.

Perdón si tardo en actualizar
Es que estoy escribiendo otras historias que todavía no están publicadas y también estoy con "Hasta mi último suspiro"

Perdón si el capítulo es muy corto. Quería actualizar y ya luego hago uno más largo.

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⏰ Última actualización: Oct 22 ⏰

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