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22 de agosto de 2024

Tu mensaje me tomó por sorpresa. Saber que estabas en la entrada del edificio donde vivo despertó en mí muchas sensaciones e incluso sentí que me mareaba de la impresión.

Creí que era un sueño, mas realmente tenía mensajes tuyos. Dijiste que estabas bastante ebrio y que no deberías estar escribiéndome.

Cuando pregunté si de verdad estabas afuera de mi edificio, respondiste que sí y que probablemente era tu memoria muscular llevándote a un lugar en el que fuiste muy feliz.

Me preguntaste si quería bajar y yo intenté decirte que no, pero lo cierto es que sí quería verte antes de irme de la ciudad, aunque fuera una última vez.

"Baja"
"Hablemos"
"Y finjamos que esto nunca sucedió"

"Mi actividad favorita", respondí.

"Siempre lo ha sido", enviaste.

Me asomé por mi ventana y te vi. Sonreí de lado, pensando en lo curioso que era estar en lo más alto del edificio contigo esperando abajo. De pronto me sentí en una ridícula película romántica; la diferencia es que no ibas a buscarme para regresar, era más que obvio que era una despedida.

Viéndote desde arriba, debatiéndome si debía o no bajar, recordé cuando dijiste que Love Story de Taylor Swift era nuestra canción y me regalaste un llavero con el código de Spotify de esa canción. Suspirando, decidí que bajaría para verte antes de iniciar una nueva etapa en mi vida.

Sentía el corazón acelerado conforme iba bajando las escaleras; algo dentro de mí moría por verte y otra parte de mí tenía miedo por lo que iba a sentir al verte frente a mí.

Apenas salí y te vi, sentí ganas de abrazarte y besarte... pero me contuve. Te saludé y tú preguntaste cómo he estado; mi respuesta fue "sobreviviendo, hay días buenos y otros no tanto; ahí la llevo". Te pregunté cómo te ha ido y qué has hecho, y tú me contaste que estuviste de vacaciones en tu ciudad de origen.

Conversamos sobre lo que ha pasado en nuestras vidas desde que decidiste irte de mi lado. Mientras hablábamos, me preguntaste si podías tomar mi mano y yo te dije que sí.

Sentir tu mano entrelazada a la mía, una vez más, fue maravilloso. Apreté tu mano y te miré, recordándome que era una despedida.

Suplicaste por mi perdón una y otra vez. Dijiste que pasarías el resto de tu vida arrepintiéndote por haberme lastimado, tratando de ser una mejor persona, y que estabas dispuesto a aceptar cualquier palabra de odio que quisiera decirte.

Te recalqué que no puedo odiarte, aunque quisiera hacerlo para que no me doliera estar sin ti. Acaricié tu mejilla y te dije que me negaba a manchar con odio el amor que sentí por ti.

—Sin rencores, porque durante un tiempo fuiste mi persona favorita y mi lugar seguro.

De un momento a otro me besaste. Fue un beso cargado de desesperación, arrepentimiento, tristeza y cariño. Sentí tus lágrimas caer sobre mi piel y mezclarse con el beso, además del notorio sabor a alcohol en tu boca.

Correspondí tu beso, cambiando el ritmo a uno más lento. Coloqué mis brazos alrededor de tu cuello y me sostuviste por la cintura, acercándome hacia ti.

Detuve el beso y juntamos nuestras frentes.

—Te extrañé tanto —me dijiste. —¿Tú me has extrañado?

—La pregunta ofende —respondí, con tono bromista.

—Qué tonto soy, lo siento; no debí preguntar eso.

Compartimos más besos y también abrazos, a medida que la conversación transcurría. Te dije que era la última vez que nos veíamos, pues pronto tendría que marcharme de la ciudad y trabajar en la escuela en la que me asignaran. Besaste mi frente, me aferraste a ti y dijiste que te habrías preparado mejor si hubieras sabido que era la última vez que me veías.

Me suplicaste que eliminara nuestra conversación y mi número de tu celular, de forma que ya no pudieras contactarme para no hacerme más daño. Dijiste que era lo mejor y yo estuve de acuerdo.

—Soy una persona muy inestable en este momento y sería egoísta de mi parte seguir en tu vida; no puedo causarte más daño —me dijiste, sosteniendo mi rostro entre tus manos y mirándome profundamente con tus ojos llenos de lágrimas—. Por favor... olvídate de mí. Soy un desastre y merezco sufrir por dejar ir al amor de mi vida, pero es mejor así.

Me hiciste prometer que seguiré adelante con mi vida y que no permitiré que tu recuerdo me impida avanzar.

En algún punto de lo que platicamos, confesaste amarme tanto que por esa razón me soltaste para no lastimarme más.

—Me consuela saber eso —te dije—, porque la verdad es que yo también te amo.

Prometiste sanar por y para ti, pero también por mí. Ambos aún con la pequeña esperanza de reencontrarnos algún día, más sanos y maduros.

Ya no me quedaba más que llorar, no sentía que tuviera más lágrimas por derramar. En cambio tú, te permitiste llorar en mis brazos. Me pediste, una vez más, que te perdonara por haberme dejado.

Finalmente, nos despedimos y te abracé por última vez. Antes de irme y dejarte ir, te besé con todo el amor que tenía.

—Eres un maestro increíble y una persona maravillosa, por favor nunca lo olvides. Y no mereces menos de lo que fui capaz de darte; el único que arruinó todo fui yo. Mereces mucho más de lo que yo te di, mereces que te den todo y que se queden a tu lado; prométeme que nunca dejarás que te ofrezcan menos.

Suspiré y acaricié tu mejilla.
—Gracias por todo, Tae. Fue lindo compartir un pedacito de mi vida contigo. Ojalá hubiera sido más tiempo, pero fui muy feliz.

—Gracias a ti por todo lo que hiciste por mí y por todo el amor que me diste.

Besaste mi frente, sonreíste melancólicamente y nos separamos.

—Hasta entonces —dijimos ambos, antes de partir cada uno por su rumbo.

Cuando regresé a mi departamento me senté un largo rato en la cama y pensé en lo que acababa de ocurrir. No me arrepiento de haber bajado a verte; al menos pude despedirme de ti de la forma correcta. Gracias por todo, amor mío. Me quedo tranquilo al saber que me amaste, incluso si ese amor te llevó a tomar la decisión que tomaste. Ojalá nos hubiéramos conocido en circunstancias diferentes.

Every day I miss you (Taekook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora