Día 1: Castigo (Spanking)

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El rostro de Harry estaba enrojecido, su pecho subía y bajaba aceleradamente. El sudor resbalaba por su espalda y piernas, de su miembro aun escurrían hilos de semen que terminaban por manchar las mantas de seda roja. Puede que nada de eso resultara extraño, pero sabía que no debía correrse, que debía haber soportado más.

Harry sabía que podía haber limpiado aquel desastre con algo de magia, pero su cuerpo y mente estaban débiles y se resistían a moverse de su posición.

Draco entró por la enrome puerta, aun con su fino traje perfectamente ajustado a su cuerpo y su cabello arreglado con gomina. Su mente aún estaba nublada por la excitación, se removía inocentemente en busca de su esposo; perfecto, guapo y soberanamente caliente.

—¿Por qué te has corrido sin mi permiso? —Preguntó Draco mientras avanzaba hasta el pie de su cama.

—Has tardado mucho en subir.

Las frías manos de su esposo tocaban la línea de su espalda, provocando que se arqueara en busca de más contacto. Su mente desconectaba, su cuerpo cedía y se dejaba dominar bajo el tacto preciso y poderoso.

—Era mi madre, venía a buscarte — Harry gimió cuando Draco empujo uno de sus dedos a su entrada—. Le he dicho que vuelva mañana porque hoy nos encontramos muy ocupados.

Draco jugaba peligrosamente, acercándose a su cuerpo vulnerable y desnudo. Empujando sus largos dedos y soplando sobre su piel tibia. Conocía tan bien a su esposo, en ese momento sólo se encontraba retardando el castigo, empujándolo al límite y sometiéndolo a sus deseos más profundos.

—¿Me castigaras, amor? — Harry preguntó inocente, ganándose un apretón sobre sus muslos.

—Sí. Serán veinte azotes a tu hermoso trasero— Draco conjuraba una pala negra de cuero que perfectamente se ajustaba a su mano — Sobre mis piernas, cariño.

Hary gateo hasta quedar a un lado de las piernas de Draco, recostándose sobre él. La suave tela del pantalón de Draco chocaba con su miembro erecto, cada vez que su marido se acomodaba sentía una fricción que lo volvía enteramente loco. Su trasero quedó elevado a la altura de la pala y la mano de Draco, se apoyaba sobre sus codos para no perder el equilibrio y caer.

—Quiero que cuentes para ti todos los azotes, yo sabre si no lo haces.

—Sí.

El primer azote cayó sin lastimarlo, apenas en un roce que logró excitar más a su miembro hinchado.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco azotes.

Jadeaba descontroladamente, un leve escozor se comenzó a sentir sobre su trasero. Draco se detenía por un segunda a acariciar la zona y luego continuaba. Harry debía concederle el hecho de ser tan firme y preciso, no vacilaba a la hora de azotarlo y mantenía el mismo rigor que en su propio trabajo, y si algo le calentaba más a Harry era eso: Draco manteniendo el rigor y luciendo dominante en cada una de sus acciones.

—¿Prometes no volver a correrte sin mi permiso?

—S-sí— Jadeaba a cada nuevo azote, sus pezones se excitaban y su cuerpo comenzaba a sudar pesadamente.

Seis, siete, ocho, nueve, diez azotes.

Harry suspiro ante la sensación del frio viento tocando su piel cálida y sudorosa. Cada azote lograba excitarlo más y más, el cuero que tocaba su piel sin delicadeza le robaba constantes y ruidosos gemidos. Su cabello se pegaba a su rostro, las hebras negras cubrían su limitada visión, sus mejillas se sentían calientes y probablemente pintadas de un color rosado o carmesí. Jadeo ruidosamente cuando un azote golpeo más fuerte, su piel escocía la zona, se sentía demasiado caliente.

—Este bonito trasero es mío, y nadie más puede tenerlo ¿Es correcto?

— Draco era dominante y posesivo, una de sus tantas maneras de castigarlo era cuando su mente se encontraba nublada por la excitación.

—Sólo tú.

Once, doce, trece, catorce, quince azotes.

Su cuerpo pedía más, deseaba sentir más de aquel pedazo de cuero que dejaba marcas rojizas sobre su piel, deseaba sentir más de las frías manos de Draco masajeándolo antes de continuar. Su miembro estaba a punto de explotar, sentía una presión acumulada, necesitaba correrse, pero se resistía a hacerlo sin antes terminar con aquel castigo del que aprendió a disfrutar.

Harry no había terminado de procesar todas las emociones; su corazón latía aceleradamente, errático. Sus codos le duelen al soportar su parte de su peso, su cabeza da vueltas en medio de su deseo, su cuerpo se siente húmedo, resbaladizo y adolorido.

—Eres tan hermoso y encantador— Susurraba Draco—. Tus piernas largas y morenas me pertenecen, tu trasero redondo y tu polla deliciosa también son mías. Tus pezones, tu torso, tus labios y pensamientos siempre estarán inundados por mí.

Draco adulaba su cuerpo, lo homenajeaba como a una obra de arte. Incluso cuando lo castigaba tenía la necesidad de explicarle que su cuerpo y alma le pertenecían, he implícitamente y sin necesidad de decirlo, él sabía que Draco sólo le pertenecía a él.

Dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve azotes.

Siente la sangre hervir, las sensaciones a su alrededor incrementan exponencialmente. Sigue dando vueltas en la embriagadora situación, desea el ultimo azote con tanto fervor como el primero. Más fuerte y certero sobre su piel escocida.

Veinte azotes.

Harry escucha como la pequeña pala cae al suelo alfombrado. Draco besa su columna, acaricia su trasero y escala hasta llegar a las hebras de cabello negro que están alborotadas.

—Levántate, cariño. — La voz de Draco es demandante y dulce a sus oídos.

—¿Ya puedo correrme, amor? — Harry deja que los labios de su amado besen su cuello y suban hasta sus labios, donde son bien recibidos.

Es atraído hasta quedar sentado sobre sus piernas. Su trasero le duele ante el tacto con la tela, el escozor no se detiene, pero lo sigue disfrutando entre besos y jadeos que escapaban de sus labios.

—¿Crees que te lo mereces?

—Sólo si tú me lo permites. — Draco le sonríe para luego asentir y seguir besándolo sobre su cuello.

Los castigos no eran tan malos, y Harry estaba seguro de que los adoraba.

7 days of kink |Drarry|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora