Capítulo 2: La verdad.

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Aldorian supo con certeza que ella era la que había estado buscando desde el momento en que sus ojos se posaron en su pecho, donde se veía la mitad de un antiguo símbolo, una marca divina que representaba a los Dioses y que solo la elegida podía poseer. No pudo ocultar su asombro al darse cuenta que la había encontrado.

-¿No querrás decir secuestrarme?-respondió Nan, ocultando su sorpresa ante las palabras de Aldorian. Recuperó su tono firme, aún incrédula-. ¿De qué me quieres rescatar según tú?

Aldorian esbozó una sonrisa nerviosa, sabiendo que lo que estaba a punto de decir sonaría increíble, por no decir absurdo. Tomó aire, y antes de que Nan pudiera detenerlo, comenzó a hablar rápidamente.

-Es una larga historia... Bueno, aunque tal vez no me creas, eres la hija de los dioses que nos crearon. Te crearon con poderes increíbles, y perteneces al Reino de Econya. Ese Reino del que seguramente te dijeron que es tu enemigo, pero en realidad no lo es... aunque probablemente te hayan dicho que sí. Vine del Reino de Econya, el reino que seguramente te habrán dicho que es tu enemigo, pero no. Estoy aquí para salvarte de este reino, que es en realidad tu verdadero enemigo aunque te hayan dicho que no, porque te secuestraron cuando eras pequeña. Econya es donde naciste, aunque seguramente te habrán dicho que es tu enemigo pero no lo es, y... listo, creo. ¿Entendiste?

Nan lo miraba fijamente, procesando la avalancha de palabras que acababa de escuchar. Desde que tenía memoria, solo había conocido la vida en ese palacio. Nunca había salido, con la excusa de su protección. Sabía que estaban en guerra, y siempre le habían dicho que era vital que se entrenara para ser una pieza clave en esa lucha. Aunque los días eran monótonos y aburridos, había aceptado su destino. Lo que Aldorian decía le sonaba a una historia retorcida y compleja, tan enredada que era difícil creer que él la hubiera inventado... al menos no con lo mal que lo había explicado. Pero necesitaba pruebas. No podía confiar solo en las palabras de un extraño, no sin algo tangible.

-Mira, el símbolo que tienes en tu pecho demuestra que eres hija de los dioses. Yo tengo un collar con ese mismo símbolo -dijo Aldorian, tratando de moverse en la silla para que el collar apareciera debajo de sus ropas-. Puedes abrir mi camisa si quieres. El oro celestial brilla con la magia de los dioses, debería brillar contigo. Todos los habitantes de Econya tenemos uno para encontrar y reconocer a la princesa perdida. Si lo tocas, brillará al instante.

Nan lo observó en silencio, aún incrédula. Sus manos temblaron un poco mientras se acercaba, dudando entre confirmar la verdad o mantener su escepticismo.

Nan, indecisa y aún incrédula, finalmente se acercó a Aldorian. Con manos temblorosas, abrió con cuidado su camisa, revelando el collar oculto entre sus ropas. Al verlo, se quedó sin aliento. El símbolo era idéntico a la marca que ella llevaba en su pecho desde el día en que nació, un signo antiguo que le habían dicho que era un signo de sus poderes pero nunca se cuestionó nada más . Pero ahora, al tocar el collar, una luz dorada se encendió al instante, iluminando la habitación con un brillo suave pero imponente. Era cierto. Todo lo que Aldorian había dicho era verdad.

En ese momento, un torbellino de sensaciones la invadió. Voces lejanas retumbaron en su mente, y ante sus ojos, imágenes comenzaron a pasar con rapidez, como fragmentos de un sueño olvidado que de repente emergía con fuerza. Vio un castillo que no reconocía, aunque algo en su interior le susurraba que le pertenecía. Un bebé llorando, con la misma marca en el pecho que ella tenía. Y luego, una figura sombría, un rey que, en medio de la oscuridad, se llevaba a la bebé en sus brazos. El bebé era ella.

-¿Mi papá...? ¿Él me robó? -susurró Nan, incapaz de procesar la magnitud de lo que estaba descubriendo.

Las imágenes seguían fluyendo: reinos en guerra, ejércitos marchando, ciudades consumidas por las llamas. Y aunque las visiones no decían nada de forma explícita, un peso comenzó a asentarse en su pecho. Era como si, de alguna manera, ella fuera el centro de todo, la chispa que había encendido el conflicto. Se sentía culpable, aunque no entendía exactamente por qué.

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⏰ Última actualización: Oct 24, 2024 ⏰

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