Vivíamos en Ayutthaya, en un castillo.
No es que nuestra fortuna fuera principesca, pero en aquel rincón del mundo era suficiente una pequeña renta anual para poder llevar una vida de gran señor. En cambio, en nuestro país y con nuestros recursos sólo habríamos podido llevar una existencia acomodada. Mi padre es inglés y yo, naturalmente, tengo un apellido inglés, Armstrong, pero no he visto nunca Inglaterra.
Mi padre servía en el ejército tailandés. Cuando alcanzó la edad del retiro, con su reducido patrimonio pudo adquirir aquella pequeña residencia feudal, rodeada de varias hectáreas de tierra.
No creo que exista nada más pintoresco y solitario. El castillo está situado sobre una suave colina y domina un extenso bosque. Una carretera angosta y abandonada pasa por delante de nuestro puente levadizo, que nunca he visto levantar: en su foso nadan los cisnes entre las blancas corolas de los nenúfares.
Dominando este conjunto se levanta la amplia fachada del castillo con sus numerosas ventanas, sus torres y su capilla gótica. Delante del castillo se extiende el pintoresco bosque; a la derecha, la carretera discurre a lo largo de un puente gótico tendido sobre un torrente que serpentea a través del bosque.
He dicho que es un lugar muy solitario. Juzguen ustedes mismos si digo la verdad.
Mirando desde la puerta de entrada hacia la carretera, el bosque que rodea nuestro castillo se extiende veinticuatro kilómetros a la derecha y diecinueve a la izquierda. El pueblo habitado más próximo está en esa última dirección, a una distancia aproximada de once kilómetros.El castillo más cercano, y de cierta notoriedad histórica, es el del general Asavarid, a unos treinta y dos a la derecha.
He dicho el pueblo habitado más próximo, porque al oeste, sólo a cinco kilómetros, en dirección al castillo del general Asavarid, hay un pueblecito en ruinas con su iglesia gótica también en ruinas; allí están las tumbas, casi ocultas entre piedras y follaje, de la orgullosa familia Chankimha, extinguida hace tiempo. La familia Chankimha poseía antaño el desolado castillo que, desde la espesura del bosque, domina las silenciosas ruinas del pueblo.
Hay una leyenda que explica por qué fue abandonado por sus habitantes este extraño y melancólico paraje. Pero ya hablaré de ella más adelante.
El número de habitantes de nuestro castillo era muy exiguo. Excluyendo a los criados y a los habitantes de los edificios anexos, estábamos solamente mi padre, el hombre más simpático del mundo pero de edad bastante avanzada, y yo, que en la época en que ocurrieron los hechos que voy a narrar tenía solamente diecinueve años.
Mi padre y yo constituíamos toda la familia. Mi madre, de una familia noble de Ayutthaya, murió cuando yo era aún una niña. Sin embargo, tuve una inmejorable nana, la señora Mhe, de Burma. Era la tercera persona en nuestra modesta mesa. La cuarta era la señorita Lafontaine, una dama en toda la extensión de la palabra, que ejercía las funciones de institutriz, para completar mi educación.
Algunas muchachas amigas mías venían de vez en cuando al castillo y, algunas veces, yo les devolvía la visita. Éstas eran nuestras habituales relaciones sociales. Naturalmente, también recibíamos visitas imprevistas de vecinos. Por vecinos se entienden a las personas que habitaban dentro de un radio de cuatro o cinco leguas. Puedo asegurarles que, en general, era una vida muy aislada.
El primer acontecimiento que me produjo una terrible impresión y que aún ahora sigue grabado en mi mente, es al propio tiempo uno de los primeros sucesos de mi vida que puedo recordar.
La nursery, como la llamábamos, aunque era sólo para mí, estaba en una habitación grandiosa del último piso del castillo, y tenía el techo inclinado, con molduras de madera de castaño. Tendría yo unos seis años cuando una noche, despertándome de improviso, miré a mi alrededor y no vi a la camarera de servicio. Creí que estaba sola.
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Sarocha | FreenBecky (adap)
FanfictionUna inesperada invitada despertará en Rebecca las mas diversas sensaciones, y prohibidos deseos. La oscuridad que rodea a su huésped esconde algo mucho mas misterioso... Adaptación de una obra de Sheridan Le Fanu