Capitulo 2

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 Gotas de sudor caían pesadamente sobre mi frente, rodando por mi cuello hasta perderse en mi pecho. Mi respiración era rápida y forzada, cada inhalación más difícil que la anterior. El cansancio pesaba sobre mis músculos como si llevara horas luchando sin descanso, y Aldric, incansable como siempre, estaba encima de mí, presionando con su peso para mantenerme en el suelo. Su brazo en mi cuello, mi cuerpo dolía por el esfuerzo, cada fibra de mí gritaba por una pausa, pero sabía que no podía permitirme detenerme.

Con el ceño fruncido y la mente enfocada, noté un pequeño descuido en él. Aldric me observaba con esa mezcla de seriedad y diversión en su mirada, confiado de que el combate estaba a su favor. "Ahora o nunca", pensé, aprovechando el breve instante en que su concentración flaqueó. Moví mi pierna derecha entre las suyas y golpeé con toda la fuerza que me quedaba, directo a un punto muy vulnerable.

Aldric gruñó, doblándose de dolor al instante y soltándome.

— ¡Al carajo, Lyanna! — jadeó entre dientes mientras se hacía a un lado, recuperando el aliento. — Habías pedido una pausa. —

No pude evitar reírme, mi risa sonaba fuerte en el gran salón vacío. —¿Y al enemigo también le puedo pedir una pausa si estoy cansada? — le respondí con una sonrisa desafiante, levantándome de inmediato.

Me enderecé, aun sintiendo los músculos temblorosos por el esfuerzo. — Lo siento, Aldric. Solo me estaba defendiendo—, no pude ocultar la satisfacción en mi voz.

Aldric, todavía recuperándose del golpe, se levantó con algo de dificultad, pero con una sonrisa dibujada en sus labios. — Bueno, princesa... al menos has mejorado bastante en combate cuerpo a cuerpo—

— ¿Mejorado? ¡Te gané! —, exclamé, sintiéndome victoriosa.

— Ganaste haciendo trampa—, Aldric me miro alzando una ceja.

— Oye, yo no hago trampa—, me cruce de brazos y tratando de parecer seria.

— Claro, princesa me ganaste... por tramposa—, bromeó él, soltando una risa que resonaba por el salón.

Resoplé, aun sonriendo, y me dejé caer al suelo de nuevo, tumbándome de espaldas para recuperar el aliento. El mármol frío se sentía increíblemente bien contra mi piel caliente. Aldric me siguió, dejándose caer a mi lado. Ambos estábamos agotados, pero satisfechos.

Miré al techo del gran salón, admirando las figuras de dragones y demonios talladas con una precisión que siempre me había fascinado. Un recuerdo del poder y la grandeza de Thaloria. Mientras mi mirada recorría los intrincados dibujos, suspiré.

— Hoy tengo un almuerzo con el que, quizás, será mi futuro esposo— no podía apartar la vista del techo.

Aldric giró la cabeza hacia mí, y aunque no lo miraba directamente, sentí su atención. Su voz llegó, baja y tranquila: — Es una pena que no podamos casarnos nosotros dos—

Lo miré, sorprendida por sus palabras. — ¿Qué? — no pude ocultar mi sorpresa. — ¿De qué hablas? Eres mi mejor amigo. —

— Y por eso creo que sería el mejor esposo y rey que puedas tener a tu lado. — Sentí cómo su mano rozaba la mía, que estaba estirada junto a su costado. El simple toque hizo que mi corazón diera un vuelco inesperado, nunca había mirado a Aldric de modo romántico, si él había sido mi primer beso, pero eso fue más por culpa de mi parte infantil molesta por sus constantes burlas a mi falta de experiencia. Sus ojos marrones estaban muy atentos a los míos, él era muy guapo y su rizado cabello rubio siempre me pareció que le daba un aspecto muy juvenil, Isolda, Aldric y yo crecimos juntos ellos eran hermanos para mí.

La reina de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora