Capitulo 3

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—¿Podemos hablar? —pregunté con urgencia, mirando a Valerian, quien parecía desconcertado.

Lo guíe hacia el laberinto que ambos conocíamos demasiado bien, para estar lejos de miradas curiosas intente mantener la calma me senté creí que mis piernas iban a doblarse en cualquier momento si seguía de pie. Su expresión cambió al instante.

—Me siento como un idiota. Pensé que no había secretos entre nosotros —su voz sonaba tensa, molesta.

—Discúlpame. Quería decírtelo, pero no supe cómo y... —me quedé en silencio, incapaz de encontrar las palabras.

—Querías una aventura, Alteza. Tuviste tu aventura. Ahora me tengo que ir.

—Cásate conmigo —la frase salió de mi boca antes de que pudiera detenerme.

Valerian se quedó mirándome, completamente sorprendido, y yo también lo estaba. Me levanté del banco y tomé su mano, mirándolo directamente a los ojos.

—Por favor, cásate conmigo.

—¿Escuchas lo que estás diciendo? —parecía confundido, con la frustración marcada en su rostro—. No soy un noble. Nadie permitiría que nos casáramos.

—Tengo un plan. Por favor, escúchame. Tengo que casarme, y te quiero a ti como mi esposo. Mi padre me ha dado la oportunidad de elegir, y te escojo a ti.

Soltó mi mano, pasándose las manos por el rostro y el cabello, claramente frustrado.

—¿Qué sugieres entonces? ¿Qué me presente ante el rey y le diga "¡Mi señor, soy un ladrón y quiero casarme con su hija y ser rey"! —escupió las palabras con sarcasmo—. ¿Cómo crees que suena eso, Lyanna?

Mi nombre sonaba como veneno en sus labios. Sentí el dolor atravesarme, pero me mantuve firme.

—Valerian, por favor. Confía en mí. Tengo un plan y puedo hacer que funcione. —¿Dijiste que estabas dispuesto a morir si te descubrían entrando al castillo? ¿Qué cambió ahora? —mi desesperación era palpable.

—Lo que cambió es que no es lo mismo ser una princesa a ser la hija de un general. Me matarían antes de siquiera hablar con el rey.

—Valerian, por favor, escúchame.

—Lo siento, princesa. Esto es un error. Perdóname. —Valerian se dio la vuelta con clara intención de irse

—¡Te ordeno que me escuches!

Se detuvo en seco, sus hombros se tensaron. Se giró lentamente hacia mí, inclinando la cabeza con una pequeña reverencia.

—Sí, Su Alteza.

No me gustaba el tono ni la forma en que me miraba, pero no podía perder el tiempo. Me acerqué de nuevo.

—Esto no es solo por mí. Ayudarás al reino. Si te casas conmigo, podré ser reina, y tú serás mi esposo, el rey consorte. Confío en ti, Valerian. Tú mismo me dijiste que debería rebelarme contra mi padre, que escaparíamos juntos.

—Eso fue antes de saber que tu padre es el rey, princesa.

Su voz sonaba cansada, pero yo no me detuve.

—Nadie sabrá lo que fuiste. Te lo prometo. Si me ayudas, vivirás una vida tranquila, con comodidades. Y podremos estar juntos sin ocultarnos más.

—¿Y cómo piensas lograr eso? No sé si lo has notado, pero no luzco como un príncipe.

Su sarcasmo me molestó, pero lo ignoré.

—Haré que luzcas como uno. Te prometo que nadie lo sabrá. No quiero perder el reino, quiero gobernar... Con el hombre que me quieren casar, pronto seré nadie.

La reina de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora