Cruel Ambición | 1 | (BORRADOR)

| Crueldad 36 |

Aliada con el Alfa

Isabelle

Si mi intuición no falla, he llevado ya una hora caminando entre ramas y nieve, que amenaza con causarme hipotermia. Las ramas crujen bajo mis pies por cada paso que doy que se vuelve cada vez más lento.

Mis piernas entumecidas por el frío me detienen y temo frenar. No puedo dejar de caminar, no puedo esperar a la mañana siguiente. Ya ni el propio vapor que sale de mi boca es caliente.

El frío es tan crudo que mi cuerpo no responde bien. He tropezado varias veces con las ramas ocultas bajo la nieve, cayendo pesadamente al suelo. Cada vez que me levanto, el dolor en mi abdomen se intensifica, una punzada que me roba el aliento. Me encuentro sujetando mi costado, intentando no pensar en la herida que sigue sangrando.

No tengo suficiente energía, he perdido mucha sangre y he vomitado dos o tres veces en lo que va del camino. Tengo mucha hambre pero supongo que eso lo puedo ir controlando.

Me abrazo a mí misma, desesperada por generar algo de calor, pero es inútil. Mi cuerpo apenas responde. Mis manos están tan heladas que apenas las siento, y el aire que respiro es como un cuchillo que se clava en mis pulmones.

Mi sangre me delata cada vez más gracias al rastro que dejo detrás de mí.

De repente el corazón parece dejar de latir. No estoy sola ahora. De hecho nunca lo estuve, solamente la amenaza estaba alejada de mi.

Mis pasos son lentos, y ya no sé si estoy caminando hacia algo o si simplemente me estoy hundiendo más en la nieve. Pero entonces los oigo. A mi alrededor, el crujido de ramas y la respiración pesada de animales que se acercan. Lobos.

Permanezco inmóvil sabiendo que es exactamente lo que debo hacer ahora.

Mi instinto grita: corre, escóndete, pelea. Pero no tengo fuerzas. Ellos son muchos y yo...estoy rota

Me acechan desde la oscuridad. Puedo notar sus miradas fijas en mi y sus colmillos brillar con ganas de devorarme. Sus siluetas van de un lado a otro en la oscuridad de los árboles.

Estoy rodeada pero eso no hará que me entregue de esta forma.

Caigo rendida de rodillas, - siendo mi única opción - y apoyo mis manos en la nieve como si hubiera una conexión con la tierra misma; con esos lobos.

Con la respiración entrecortada, siento cómo se acercan, rodeándome como una danza silenciosa de depredadores.

El líder de la manada se acerca, sus ojos amarillos brillan con una inteligencia algo amenazantes. Me observa como si supiera algo que yo aún no entiendo. No soy su presa habitual, no soy un ciervo débil o una liebre asustada. Soy algo diferente. Algo roto, pero feroz.

En un impulso instintivo, desgarro un trozo de mi remera ensangrentada y la lanzo hacia sus patas con garras filosas.

Es un gesto extraño cuando se trata de animales como estos, pero mi cerebro y el de ellos lo interpreta como una ofrenda, una muestra de que no estoy aquí para luchar contra ellos. Es mi sangre la que les doy, lo más humano que tengo para ofrecerles.

Con un gruñido, el lobo Alfa lo olfatea y luego se acerca aún más a mí, muy lentamente. Mi cabeza aún mirando hacia el suelo. Dejo que me olfatee mi cuerpo aunque un escalofrío me recorra de pies a cabeza.

Sus ojos se fijan en mí, y por un momento, el mundo parece detenerse. El resto de la manada también se queda en silencio, como esperando su decisión.

Él tiene todas las probabilidades a su favor. Podría acabar conmigo de un mordisco, destrozarme el cuello antes de que siquiera tuviera tiempo de reaccionar. Puedo sentir la tensión en sus músculos, listos para atacar si lo decidiera. Mi corazón late con fuerza, consciente de que estoy frente a la muerte, pero algo en su mirada me dice que no lo hará.