La fortaleza de la Liga de Asesinos en las montañas estaba sumida en el caos. Ecos de gritos y el chisporroteo del acero resonaban por los pasillos de piedra mientras los guerreros de Ra's al Ghul luchaban por contener el ataque. Entre el humo y el fuego, una figura alta y vestida con una capa verde jade avanzaba con determinación. Talia al Ghul.
Había pasado semanas preparando este momento. Tras el ataque brutal de Deathstroke, que terminó con la vida de su padre, Talia sabía que la Liga ya no era segura para Damian. El mundo de los asesinos estaba plagado de traiciones, y aunque ella había criado a su hijo como el heredero perfecto para el trono de Ra's, no estaba dispuesta a perderlo.
Damian, de tan solo diez años, ya era un guerrero implacable, un prodigio con la espada y el arco, y un estratega nato. Sin embargo, para Talia, aún era vulnerable. Decidió que la mejor forma de protegerlo era dejándolo al cuidado de su verdadero padre, Bruce Wayne. El plan de Talia era simple: el Caballero Oscuro sería el protector perfecto para su hijo, alejado de la guerra y las intrigas de la Liga.
Pero había una verdad que Talia mantenía oculta. Un secreto que, en su mente, la ayudaría a proteger a Damian aún más eficazmente. Su hija, la hermana melliza de Damian, Damara.
Damara no era vista como una heredera ni una líder. Para Talia, Damara era una sombra, una herramienta para asegurarse de que Damian cumpliera su destino. Mientras Damian fue entrenado para liderar, Damara fue moldeada en silencio como su escudo, como su protectora en la sombra. Si Damian caía, ella caería primero.
Damara, al contrario de su hermano, había crecido acostumbrada a ser prescindible. Mientras su hermano recibía enseñanzas de los mejores maestros de combate y estrategia, ella fue relegada a las sombras, a perfeccionar el arte del sigilo y la supervivencia. Nunca recibió los elogios que Damian sí, pero tampoco los buscaba. A sus ojos, solo importaba una cosa: Damian.
En una de las cámaras más alejadas de la fortaleza, Damara aguardaba pacientemente. Mientras los ecos de la batalla seguían resonando, ella estaba en guardia, su espada ligera descansando en su mano. Con cada golpe y cada grito, sabía que el momento se acercaba. Su madre había tomado su decisión: Damian sería enviado a Gotham. Y ella no.
Era consciente de que Talia había dejado que Damian creyera que ella lo hacía todo por protegerlo. Sabía que no era así. Ella no era más que una carta bajo la manga, un sacrificio si las cosas se complicaban. La mirada fría y calculadora de Talia había dicho todo lo que necesitaba saber a lo largo de los años.
No obstante, a pesar de la frialdad de su madre, Damian era diferente. Él nunca la trató como una herramienta. En sus breves momentos de paz en la Liga, cuando el caos se disipaba por unos minutos, siempre encontraba tiempo para buscarla, para asegurarse de que estaba bien. Era en esos momentos cuando Damara se aferraba a lo que le quedaba de humanidad.
Esa noche, cuando Damian llegó a la cámara para despedirse antes de partir hacia Gotham, sus ojos reflejaban la mezcla de emociones que solo su hermana podía entender.
— ¿Lo sabías? — preguntó él en voz baja, acercándose a ella con paso firme.
Damara, quien había estado afilando su espada en silencio, levantó la vista, sus ojos verdes, iguales a los de su hermano, destellando bajo la luz tenue de las antorchas.
— Lo sabía — respondió con calma — Madre quiere que te vayas... y yo me quedo.
Damian apretó los puños, la rabia burbujeando en su interior. No era justo. Ella había soportado tanto como él. Debería estar a su lado, luchando con él, viviendo con él. Pero sabía que discutir con su madre era inútil.
— No permitiré que te quedes aquí, expuesta — dijo él, con esa firmeza que había heredado de su padre, aunque todavía no lo sabía — No eres su peón.
Damara guardó la espada en su vaina y se levantó, colocando una mano en el hombro de su hermano.
— Lo soy — dijo con una leve sonrisa, aunque amarga — Siempre lo he sido. Pero tú... tú no lo eres. Madre te necesita vivo, y eso es lo único que importa ahora.
Un silencio tenso se instaló entre ellos. Sabían que este era el último momento que compartirían antes de ser separados. Pero también sabían que su vínculo era más fuerte que cualquier plan de su madre o del destino que la Liga les había impuesto.
— No importa dónde estés, Damara — susurró Damian, rompiendo el silencio — Siempre te protegeré.
Damara asintió, pero en su corazón sabía que ella sería la que lo protegería a él. Lo había hecho en el pasado, y lo seguiría haciendo en el futuro, incluso si eso significaba permanecer en la oscuridad, en el olvido. Porque mientras Damian estaba destinado a brillar, ella seguiría siendo su sombra, la mano que se movería entre bastidores para mantenerlo a salvo.
Mientras Damian se alejaba, dejando atrás la fortaleza de la Liga y la vida que conocía, Damara observó en silencio. Sabía que su camino estaba marcado por la soledad y el sacrificio. No sería llevada a Gotham como su hermano. No sería reconocida como una Wayne. Para Talia, no era más que una pieza desechable en un tablero de ajedrez mucho más grande. Pero para Damian, siempre sería más que eso. Y eso era todo lo que necesitaba.
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Sombras en Gotham
FanfictionDamara, la hija de Batman y hermana melliza de Damian Wayne, tuvo su destino moldeado por Talia al Ghul desde la infancia. Mientras Damian fue preparado para ser el heredero perfecto, Damara fue entrenada en secreto para ser su sombra y protectora...