Capitulo 7

0 0 0
                                    

Llegamos a la fiesta en medio de risas nerviosas, casi tropezando con las ramas del suelo oscuro y apenas iluminado por la luz de la luna. El ambiente era diferente a cualquier otra reunión escolar. Los estudiantes se movían entre las sombras de los árboles, algunos sosteniendo botellas en sus manos, mientras la música sonaba lejana pero persistente, como un eco.

—No puedo creer que estemos aquí —dije en voz baja a Harry, sintiéndome fuera de lugar y emocionada al mismo tiempo.

—Relájate, Eve —me respondió con una sonrisa confiada—. Nadie sospechará nada.

La fiesta estaba en pleno apogeo, con grupos de chicos y chicas hablando y riendo, algunos más alterados que otros. Mientras caminábamos entre la multitud, podía sentir miradas curiosas sobre nosotros. Sabía lo que estaban pensando. "¿Qué hace Evangeline aquí?", "¿Y con Harry?" No era exactamente parte del grupo popular, y mi presencia probablemente sorprendía a más de uno.

De pronto, sentí una mirada que se clavaba en mí como una punzada. Giré la cabeza y lo vi: Stephen, de pie junto a un grupo de chicos, su expresión oscura e inescrutable. Estaba mirándome fijamente, su mandíbula tensa, sus ojos recorriendo la escena. Al principio, no supe qué pensar. No parecía simplemente curioso. Su mirada tenía algo más: enojo, sorpresa… ¿celos? Sentí un nudo formarse en mi estómago y traté de ignorarlo, desviando la vista.

—¿Todo bien? —preguntó Harry al notar mi repentina rigidez.

—Sí, estoy bien —mentí, intentando sonreír.

Pero la sensación de ser observada no desapareció. Sentía a Stephen mirarme, como si intentara leer mis pensamientos desde la distancia.

—¿Vas a quedarte calladita toda la noche? —La voz de Eli sonó a mis espaldas, tan aguda como una cuchilla.

Me giré lentamente, y ahí estaba, con su típico aire de superioridad, su sonrisa maliciosa danzando en sus labios pintados de rojo. A su lado, algunas de sus amigas, todas mirándome como si yo fuera algo que habían encontrado en el suelo.

—Mira quién decidió salir de su escondite —dijo Eli, riendo de manera exagerada. Sus amigas la siguieron, como siempre, sin cuestionar nada.

Sentí que mis manos empezaban a sudar. Sabía lo que venía. Eli siempre había sido así conmigo, lanzándome comentarios hirientes disfrazados de bromas. Pero esta vez no estaba sola. Miré de reojo a Harry, quien frunció el ceño al ver la situación.

—¿Quién la invitó? —continuó Eli, como si no pudiera resistirse—. Pensé que estas fiestas eran para personas que al menos sabían cómo divertirse. No para las raritas que no saben ni cómo vestirse bien.

—Ya basta, Eli —dijo Harry con un tono firme, dando un paso hacia ella.

Eli le lanzó una mirada entre confundida y ofendida.

—¿Qué, ahora tú eres su guardián? —respondió, con veneno en la voz—. Creí que eras más listo, Harry.

Él dio otro paso, esta vez colocándose entre nosotras, como un muro. Lo miré, sorprendida por su defensa.

—Lo que creo es que deberías irte —dijo Harry, su tono más duro de lo que jamás le había oído.

Por un segundo, Eli pareció vacilar, pero luego sonrió, esa sonrisa que sabía que estaba a punto de decir algo para aplastarme.

—Oye, Eve —dijo, ignorando a Harry—. ¿Ya le contaste a Harry sobre tu pequeña obsesión con Stephen? ¿O prefieres que lo haga yo? Es que no puedo evitar notar que últimamente has estado… muy interesada en él.

Sentí que el calor subía rápidamente a mi rostro. Las palabras de Eli eran una trampa, y no sabía cómo salir de ella.

—De verdad, Eli, ya es suficiente —intervino Harry nuevamente, ahora con una nota de amenaza en su voz.

Eli lo miró, su sonrisa desapareciendo lentamente.

—Como quieras —dijo, encogiéndose de hombros con indiferencia antes de girarse para irse. Pero antes de que se alejara, lanzó una última mirada en mi dirección—. No te preocupes, Eve. La verdad siempre sale a la luz.

Mi cuerpo estaba rígido, y la incomodidad me envolvía como una nube pesada. Harry se volvió hacia mí.

—No le hagas caso, está intentando hacerte daño —dijo con suavidad.

Asentí, agradecida por su apoyo, pero la verdad es que las palabras de Eli habían dejado una herida. Me sentía expuesta, vulnerable. Después de unos minutos, empecé a sentir que el aire de la fiesta se volvía irrespirable.

—Creo que necesito un poco de aire —dije.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó Harry, con una expresión preocupada.

—No, estaré bien. Solo necesito estar sola un momento.

Me alejé de la fiesta, adentrándome en el bosque que rodeaba el campamento. El silencio era abrumador en comparación con el ruido de la fiesta, y agradecí la tranquilidad. Caminé hasta encontrar un claro pequeño, iluminado por la tenue  luz de la luna. Me senté en una roca, dejando que mis pensamientos fluyeran libremente.

De repente, un suave crujido de ramas me hizo girar la cabeza. Y ahí estaba, Stephen, parado a unos metros de mí, con un cigarrillo en la mano. El humo ascendía en espirales hacia el cielo oscuro.

—¿Por qué siempre terminas en los lugares más solitarios? —dijo, su voz tranquila pero con ese tono  que siempre me dejaba confundida.

—Podría preguntarte lo mismo —respondí, intentando sonar más segura de lo que me sentía.

Stephen se acercó un poco más, sus ojos clavados en los míos. Tenía una manera de mirarme que me hacía sentir como si pudiera ver a través de mí, y eso siempre me ponía nerviosa.

—¿Y Harry? —preguntó de repente, con una ligera sonrisa en sus labios—. ¿Es tu nuevo novio o algo así?

La pregunta me tomó por sorpresa. No sabía cómo responder. Habíamos pasado tiempo juntos, sí, pero nada más. Y la verdad es que no estaba segura de lo que sentía.

—No es mi novio —respondí finalmente, intentando sonar indiferente.

Stephen soltó una pequeña risa, más un suspiro que otra cosa, y tiró la colilla del cigarrillo al suelo, aplastándola con la punta de su zapato.

—¿Y qué es entonces? Porque parecía bastante protector allá atrás.

—Es solo un amigo —dije, sintiendo el peso de la conversación caer sobre mí.

Stephen me miró en silencio durante lo que parecieron minutos, como si estuviera evaluando mis palabras, mis gestos, todo. Finalmente, habló, pero su tono cambió, volviéndose más suave, más serio.

—¿Sabes, Eve? A veces me pregunto por qué te preocupas tanto por lo que piensan los demás. Especialmente por lo que piensan personas como Eli.

Sus palabras me golpearon de lleno. Sabía que tenía razón, pero escucharlo de su boca me hizo sentir expuesta de una manera que no esperaba.

—No es tan fácil ignorarlo —susurré.

—No, no lo es —admitió él—. Pero tú eres más fuerte de lo que crees.

No supe qué decir. Algo en su voz me desarmó, y por primera vez en mucho tiempo, no sentí la necesidad de pelear o defenderme. Solo sentí que tal vez, solo tal vez, Stephen estaba viendo algo en mí que yo misma no había visto aún.

Nos quedamos en silencio, la tensión flotando en el aire, hasta que finalmente él se apartó y dijo:

—Bueno, si decides que quieres compañía en tu soledad, ya sabes dónde encontrarme.

Lo vi desaparecer entre los árboles, dejándome con mis pensamientos. Sabía que algo había cambiado, pero no estaba segura de qué. Solo sabía que después de esa noche, nada volvería a ser igual.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 10 hours ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Si nos callamos, explotamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora