Capitulo 1

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<<es una batalla qué muchos pelean en absoluto soledad, una guerra invisible que a menudo pasa desapercibida para quienes los rodean,incluso para aquellos que intentan ayudarlos>>

Miedo ese sentimiento lo conozco muy bien, es mi fiel amigo que siempre me acompaña como una sombra, envolviéndome en la oscuridad. Estoy acurrucada en el armario, los latidos de mi corazón tan fuertes que parecen retumbar en mi pecho. "Hay cosas que no queremos hacer, pero debemos hacer", decía siempre mi papá. Repetirlo ahora, en medio de este silencio aterrador, es mi único consuelo. Siento que han pasado veinte minutos, aunque no estoy segura. No escucho voces, ni el sonido de pasos. Mi padre no ha venido a buscarme. ¿Qué está ocurriendo?

Cada segundo parece interminable, la incertidumbre se mezcla con el sonido de la lluvia que golpea la ventana. Un ruido suave, pero constante, que solo aumenta mi sensación de estar en una pesadilla de la que no puedo despertar. Decido que lo peor que puedo hacer es quedarme quieta. Si él no viene, tengo que salir y enfrentar lo que sea que esté afuera.

Con cada paso que doy, el piso frío me devuelve a la realidad. Me siento atrapada en una película de terror, cada gota de agua en la ventana parece sincronizada con mi respiración. Abro la puerta del armario y, por primera vez, miro el vacío que me espera afuera…

Cinco años después...

Las risas y las voces inundan el aula como siempre. El ventilador gira perezosamente sobre nuestras cabezas, pero yo estoy distante, perdida en mi propio mundo, mi cuerpo presente, pero mi mente muy lejos de aquí. Me he hecho amiga de la soledad. Es mi única confidente, la que nunca me juzga, la que siempre está. Entre estas cuatro paredes, rodeada de pupitres y pizarras, mi mente se nubla. Me doy cuenta, de repente, de que vine sola a este mundo, y que de la misma manera me iré.

En mi interior grito pidiendo ayuda, pero las palabras se ahogan antes de alcanzar a los demás. Nadie escucha. Todos son ciegos, sordos a mi sufrimiento. Este es mi día a día, una vida monótona, vacía, una existencia solitaria en la que el único cambio es el timbre que anuncia el recreo, un momento que para todos es una liberación, pero para mí es otra tortura.

El cielo está gris, las nubes amenazan con desatar una tormenta. Camino hacia la cantina como siempre, intentando no hacer contacto visual con nadie. Entonces, lo veo. Magnus, el segundo chico más popular del colegio, después de su hermano Stephen, el que todos llaman "King". Magnus es alto, con esos ojos verdes tan profundos que parecen ver a través de las personas. Lo miro un segundo demasiado, y cuando nuestros ojos se encuentran, aparto la vista rápidamente. Escucho las risas y los murmullos a mi alrededor. Las chicas susurran insultos, los chicos hacen bromas. Siento la vergüenza quemar en mi piel, y todo lo que quiero es desaparecer.

Llego a la cantina, donde siempre me recibe la sonrisa tierna de la señora mayor que trabaja allí. Su nieto, que tiene mi edad, a veces me ayuda, pero hoy no lo veo.

—Buenos días, hija, ¿qué te sirvo? —me pregunta con su amabilidad habitual.

—Un jugo de manzana —respondo, esbozando una media sonrisa.

Ella busca mi pedido y me lo entrega con la misma ternura de siempre.

—Toma, mi niña.

Le paso el dinero y me voy, cargando con mi pequeña compra, dirigiéndome hacia mi escondite. Es el único lugar en el que me siento segura, lejos de todos, donde puedo ser yo sin temor a ser juzgada. Pero en el camino, tropiezo con alguien. Levanto la vista, y entre todas las personas que podría haber encontrado, tenía que ser Stephen. Me mira con desdén y sigue su camino, como si no existiera. Al frente, Eli, una de las chicas más populares, me lanza una mirada de desprecio.

—¿Acaso eres ciega, patito feo? —me escupe. La gente a nuestro alrededor empieza a reírse, murmurando insultos.

Tartamudeo una disculpa, el rostro ardiendo de vergüenza.

—Lo siento...

Pero Eli no ha terminado.

—No ves que Stephen está pasando, ¿o qué? ¡Cómprate anteojos, tonta!

Mis manos tiemblan y siento la presión de las lágrimas amenazando con caer. Me alejo lo más rápido posible, sin mirar atrás.

Al llegar a mi escondite, las lágrimas finalmente caen. Mis ojos se llenan y mi pecho se siente pesado, como si estuviera a punto de explotar. Busco los auriculares en mi bolsillo, los únicos que me ayudan a escapar. La música comienza a fluir y lentamente me calma. Pero el recreo termina, y es hora de regresar. Mientras me arreglo la pollera, siento una mirada sobre mí. Giro la cabeza, pero solo veo a Stephen, sentado solo, leyendo un libro. ¿Estoy paranoica?

Vuelvo a clase, pero al entrar, alguien me choca. Caigo al suelo, y los demás comienzan a reírse. Me señalan, se burlan, mientras me levanto sola. Alex, uno de mis compañeros, está sentado en mi asiento, mirándome con una sonrisa cínica. Mi mochila cuelga del ventilador, vacía, y mis cuadernos están esparcidos por el suelo, destrozados. Me doy la vuelta y veo la pizarra. Mi nombre está escrito en rojo, acompañado de una calavera. Eso solo significa una cosa: soy oficialmente el próximo blanco.

Si pensaba que mi vida ya era un desastre, me equivocaba. Esto recién comienza. Lo que está escrito en la pizarra es una sentencia. Estoy en la lista de aquellos a quienes les harán la vida imposible. Pero si logro sobrevivir a esta pesadilla, seré más fuerte que nunca. 

Si nos callamos, explotamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora