Capítulo 1 (Perspectiva de Mía)
Llegamos tarde. Bueno, no tan tarde como para que fuera un escándalo, pero sí lo suficiente para notar las miradas. No es que me importen, nunca me ha importado lo que piensen. Al menos, eso es lo que me repito todos los días desde que mis papás me mandaron aquí. "Te va a hacer bien, Mía. Allá vas a poder recomponer tu vida, ser alguien diferente, mejor". Ajá, claro. Como si cambiar de país fuera la receta mágica para dejar de ser quien soy. Pero ni modo, aquí estoy, en esta iglesia, rodeada de gente que no conozco, porque no me quedó de otra.
Apenas crucé las puertas, sentí las miradas clavarse en mí. Nada nuevo. La gente siempre tiene algo que decir cuando no encajas en su idea de "normal". Sonreí para mis adentros al ver las expresiones de algunos, como si nunca hubieran visto a una chica con chaqueta de cuero en misa. Casi podía escuchar sus pensamientos: "¡Uy, una rebelde! ¡Qué barbaridad!". Ja, pues sí, soy una rebelde, pero no por elección.
Mientras mis tíos caminaban adelante, yo seguía sus pasos con desgana. No es que no quiera a mis tíos, pero la verdad es que no los conocía hasta hace poco, y no me hacía gracia que fueran parte del plan para "curarme". Me hubiera reído si no fuera tan triste. ¿Curarme de qué? Si soy así. Así nací y así voy a morir, como el bolero ese de "Te sigo amando". A veces me pregunto si mis papás creen de verdad que estar aquí va a cambiar algo. Bah, ni ellos saben qué hacer conmigo. Ellos creen que me voy a "curar", como si cambiar de país fuera suficiente para arreglar lo que, según ellos, está roto en mí. Qué risa. Bueno, en realidad, ni siquiera da risa, solo me da coraje. Coraje de estar aquí, en este pueblo donde no conozco a nadie y todos parecen tan... perfectos.
Nos sentamos en las últimas filas, claro, porque llegar tarde te condena a los peores asientos. Mis tíos, siempre tan modositos, ni siquiera se quejaron. Yo me dejé caer en el banco como si fuera un día cualquiera, porque para mí lo era. En eso, sentí algo raro. Una mirada. No, más bien, una sensación incómoda, como si me estuvieran escaneando. Alcé la vista y la vi.
Primero pensé: "¿Qué onda con esa morra?". Estaba toda modosita, rubia, con esa cara de niña buena que ya he visto mil veces. Pero lo que me sacó de onda fueron sus ojos. Unos ojos azules que, neta, me estaban taladrando desde el otro lado de la iglesia. Sentí un escalofrío. Estaba acostumbrada a las miradas de juicio, pero esta era diferente. Había algo... raro. Como si estuviera nerviosa, o asustada. ¿Qué le pasaba? Estaba respirando como si hubiera corrido un maratón.
Intenté no darle importancia. Volví a mirar al frente, pero no pude evitar fijarme otra vez en ella. Seguía mirándome, aunque de reojo, como si quisiera disimular pero no le saliera. ¡Qué rara! ¿Qué le hice? Apenas me vio entrar y ya estaba toda alterada. Me dio un poco de risa. "Relájate, güera, no te voy a comer", pensé. Pero luego, me quedé pensando. No parecía que le cayera mal... Parecía otra cosa, pero no quería darle tantas vueltas. Al final, ni la conocía.
El resto de la misa pasó volando. O más bien, yo hice que pasara volando porque me distraje jugando con el celular. Mi tía Luz me miraba de reojo como si fuera a regañarme, pero se contuvo. Sabía que si me decía algo, le iba a soltar uno de esos comentarios que siempre la descolocan, así que mejor me dejó en paz.
Cuando todo terminó, seguimos sentados esperando que la gente se fuera, mientras mi tía platicaba con su comadre. Mis pensamientos volvían a la misma pregunta de siempre: ¿Cuánto tiempo más voy a tener que aguantar este show? Pero entonces, me distraje con algo más.
La chica de los ojos azules se levantó, intentando huir, pero no lo logró. Vi cómo su mamá la agarraba del brazo y le señalaba en nuestra dirección. Ah, no. ¿Me van a presentar a la güera intensa? Pensé que sería mejor salir corriendo, pero en lugar de eso, me quedé quieta, observando la escena. Se veía tensa, como si quisiera desaparecer. Me dio un poco de lástima, para qué mentir. Parecía atrapada, igual que yo.
Finalmente, llegó el momento. La madre de la rubia la empujó hacia nosotros, como si fuera un cachorrito asustado. Yo, haciendo mi mejor imitación de alguien que no tiene ni un problema en la vida, me levanté le
llegue por atrás y extendí la mano.—Alguien como tú... —solté, sin pensar demasiado.
Vi su cara transformarse. Primero fue sorpresa, luego terror, y antes de que pudiera reaccionar, se desmayó en mis brazos. ¡Chale! No ma..No supe qué hacer por un segundo, pero la agarré antes de que se diera un santo trancazo contra el piso.
Y ahí estaba yo, cargando a una desconocida que apenas conocía y ya la tenía desmayada en mis brazos y que parecía haber visto a la muerte en mis ojos.
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Alguien como tu
Storie d'amoreNaomi es una chica,inteligente, noble y increíblemente hermosa muy religiosa por ende su familia también hasta que llega "mía"la típica black cat a su vida a darle un giro de 190 grados centígrados.