Capítulo 1

19 1 0
                                    

Era 1 de octubre, y el sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando mi madre nos despertó, como de costumbre, a las 6:30 a.m. para desayunar. El aire de la mañana estaba impregnado de la calidez familiar y la promesa de un día especial.

—Voy al comedor, ya cambiada y bañada —anuncié con una mezcla de emoción y nerviosismo, sintiendo el latido acelerado de mi corazón mientras me dirigía al lugar donde todos me esperaban.

Al entrar, vi que mi familia me miraba con sonrisas cómplices. Era un ritual que siempre me llenaba de alegría, pero hoy había algo más en el aire.

—¡Buenos días a todos! —exclamé, y al instante sentí la energía vibrante de sus miradas que me envolvía como un cálido abrazo.

Me senté en la mesa, y mis padres y hermanos me recibieron con sonrisas genuinas. Sabían que hoy era un día especial para mí. A mis 17 años, tenía la edad suficiente para presentar a mi novio y futuro esposo ante ellos. El pensamiento me llenaba de emoción y un ligero temor. Ellos siempre me habían advertido que no podía llevar a casa a ningún muchacho, a menos que fuera el elegido para compartir mi vida y darles nietos.

Y ese elegido era Jesús. Era todo lo que una madre podría desear para su hija: de buena familia, un ferviente creyente y, sobre todo, un caballero. Lo conocí en la iglesia y desde entonces, su imagen había estado grabada en mi corazón. Hoy era el día en que todo se haría realidad.

La mesa estaba llena de risas y buenos deseos, y el aroma del desayuno llenaba el aire. Mis padres estaban radiantes, y mi madre, con una mirada tierna, me decía que estaban felices por mí. La expectativa en el ambiente era palpable.

Después de desayunar, todos nos dirigimos a la iglesia. Para mí, ese lugar era un refugio, un santuario donde me sentía amada y aceptada. Tenía amigas allí que me adoraban, y yo a ellas. Era un lugar donde podía ser yo misma.

Al llegar, los adultos se acercaban para felicitarme, cada uno con palabras amables que llenaban mi corazón de alegría. Sin embargo, no podía evitar sentirme un poco incómoda con tanto abrazo. No soy muy de contacto físico. Así que, con una excusa de querer saludar a mis amigas, me alejé un poco.

Me senté y esperé que comenzara la misa. Cuando mis amigas me vieron, su alegría se desbordó.

—¡Holaaa, Naomi! ¡Feliz cumple, amix! ¡Te queremos mucho! —gritaron todas, llenando el aire de risas y amor.

—Hola, chicas. Muchas gracias, de verdad, estoy muy feliz —respondí, con una sonrisa que iluminaba mi rostro. En su compañía, las preocupaciones desaparecían.

Rosita y Melani, mis mejores amigas desde la primaria, se acercaron a mí con esa complicidad que solo compartimos nosotras. Eran mi refugio, mis hermanas elegidas.

—Oye, ¿ya oíste lo que dicen? Hay una nueva chica que acaba de llegar al pueblo. Mis papás dicen que no me junte con ella porque llegó desde México, y de allá no puede venir nada bueno —Rosita, casi gritando, se lo contó con una expresión de asombro.

—Yo digo que no deberías juzgarla sin conocerla. Tal vez se convierta en una gran amiga, ¡ni siquiera la has visto! —respondió Melani, con la sabiduría que solo la inocencia puede ofrecer.

—Bueno, pero ya ves lo que dicen ellos, no yo —dijo Rosita, encogiéndose de hombros. Luego, de repente, su mirada se desvió hacia algo detrás de mí.

—¿Hola, interrumpo algo? —dijo él, sonriendo mientras me extendía un pequeño ramo de flores. Su voz era como música, resonando en mi corazón.

—¡Claro que no, es toda tuya! —exclamó Melani, y en un abrir y cerrar de ojos, se llevó a Rosita a otros asientos, dejándome con él.

Me volví hacia Jesús, y mi corazón se llenó de amor. Era más alto que yo, rubio, con unos ojos azul profundo que me hipnotizaban.

—Hola, Jesús. Hoy oficialmente serás mi novio ante mi familia y, futuramente, mi esposo —le dije, sintiendo una felicidad pura brotar en mi interior. Era el momento que siempre había esperado.

Lo abracé, sintiendo su calor y la seguridad que emanaba de él. En ese instante, todo encajaba. Segundos después, sonó la campana, indicando que iba a comenzar la misa, y todos nos sentamos con nuestras familias.

Mis hermanos y mi madre estaban en la primera fila, mirando con orgullo a mi padre mientras se preparaba para la misa. Era un momento de celebración, de esperanza, de sueños.

Sin embargo, los primeros diez minutos de la misa se sintieron como una eternidad, y mi mente divagaba en mil pensamientos. Entonces, las puertas se abrieron de golpe, haciendo que todos volviéramos la mirada en su dirección.

Vimos a la pareja Montgomery, amigos entrañables de mis padres que siempre estaban en nuestra casa. Pero lo que me hizo contener la respiración fue la chica que los seguía. Era una figura completamente distinta. En lugar de sonreír, tenía una expresión seria, casi desafiante. En vez de un vestido, vestía botas, una chaqueta de cuero y un pantalón ajustado. Sus piercings eran un grito de rebeldía. Pero lo que realmente me cautivó fueron sus ojos verdes y su cabello negro, como la noche misma.

Desde el instante en que nuestras miradas se cruzaron, sentí un torbellino en mi estómago. Era una sensación confusa y perturbadora; me gustaba, pero sabía que no era bueno. Intenté ignorarlo, convencida de que solo era un malestar del desayuno, ¿verdad? Pero, ¿y si no lo era?

(Hay, mi amor, ¿qué te digo?) 🤷‍♀️💋

Hasta aquí les dejo el primer episodio. Lamento si es muy corto, pero como es mi primera historia, quiero tomarlo con calma. ¡Muchas gracias! ☺️

Alguien como tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora