El mundo en el que se encontraban parecía sacado de un sueño, o más bien, de una pesadilla. Los colores vibraban con una intensidad que hacía doler los ojos, y las formas de las plantas y las rocas se retorcían en ángulos imposibles. Alejandro, Valeria y Lucía se quedaron inmóviles durante un momento, intentando asimilar lo sub realista del paisaje.
-¿Estamos... estamos realmente en otro mundo? -preguntó Valeria, apenas capaz de creer lo que veía.
-Sí, lo estamos -respondió Lucía, con una mezcla de miedo y fascinación en su voz-. Este es el lugar del que hablaba el libro. Es aquí donde las desapariciones ocurren.
Alejandro miró a su alrededor, tratando de encontrar algún indicio de las personas desaparecidas. El aire era espeso y olía a ozono, como si una tormenta estuviera a punto de estallar.
-Tenemos que seguir adelante -dijo Alejandro, tomando la iniciativa-. No podemos quedarnos aquí.
Comenzaron a caminar, siguiendo un sendero que parecía materializarse y desvanecerse ante sus ojos. Cada paso que daban parecía resonar en el aire, creando ecos que se perdían en la distancia. A medida que avanzaban, notaron que el terreno se volvía más difícil de navegar. El suelo se transformaba en una mezcla de rocas afiladas y vegetación que parecía estar viva, moviéndose al compás de un viento invisible.
-Miren eso -dijo Valeria, señalando hacia adelante.
En la distancia, una estructura se alzaba sobre el paisaje onírico. Parecía un antiguo templo, hecho de un material brillante y translúcido que reflejaba los colores del entorno. Las runas que habían visto en el bosque y la cueva estaban grabadas en sus paredes, emitiendo una suave luz pulsante.
-Debe ser allí -dijo Lucía-. El epicentro de todo esto.
-¿Qué piensas que encontraremos? -preguntó Alejandro, con una mezcla de curiosidad y aprehensión.
-No lo sé, pero estoy segura de que tiene que ver con las desapariciones -respondió Lucía-. Tal vez encontremos a las personas desaparecidas o alguna pista sobre cómo sacarlas de aquí.
A medida que se acercaban al templo, el aire se volvía más denso y difícil de respirar. Sentían una presión creciente en sus pechos, como si una fuerza invisible intentara detenerlos. Pero no se dejaron intimidar. Sabían que tenían que llegar al corazón de este lugar para descubrir la verdad.
Subieron los escalones que llevaban a la entrada del templo, cada uno sintiendo el peso de la misión en sus hombros. Cuando llegaron a la cima, se encontraron ante una puerta enorme, adornada con runas que brillaban con una intensidad que los cegaba.
-¿Cómo abrimos esto? -preguntó Valeria, mirando las runas con atención.
-El libro -dijo Lucía, sacando el antiguo tomo de su mochila-. Hay un pasaje que habla sobre una llave hecha de palabras. Creo que tengo que recitar el encantamiento aquí.
Lucía abrió el libro y comenzó a leer en voz alta. Las palabras antiguas resonaron en el aire, haciendo que las runas en la puerta brillaran aún más. De repente, la puerta se abrió con un crujido profundo, revelando un interior oscuro y misterioso.
-Vamos -dijo Alejandro, tomando la linterna y avanzando.
Entraron en el templo, sintiendo que cruzaban una barrera invisible. El interior estaba iluminado por una luz suave que emanaba de las paredes, mostrando un camino que descendía hacia las profundidades.
-Cuidado -dijo Lucía-. No sabemos qué nos espera abajo.
A medida que descendían, el aire se volvía más frío y pesado. El camino estaba flanqueado por estatuas antiguas que parecían observarlos con ojos vacíos. Alejandro sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no se detuvo.
Llegaron a una gran cámara subterránea, donde un altar se alzaba en el centro. Sobre el altar, un cristal enorme pulsaba con una luz inquietante. A su alrededor, había figuras de personas, inmóviles como estatuas, con expresiones de terror en sus rostros.
-¡Dios mío! -exclamó Valeria-. ¡Son las personas desaparecidas!
-Están atrapadas en algún tipo de estado de suspensión -dijo Lucía, examinando el cristal-. Este cristal debe ser la clave.
-¿Cómo las liberamos? -preguntó Alejandro, acercándose al altar.
-El libro menciona un ritual para romper el vínculo -dijo Lucía, hojeando las páginas rápidamente-. Necesitamos recitar las palabras correctas y usar un objeto personal de cada uno de los desaparecidos.
Valeria buscó en su mochila, sacando los objetos personales que habían encontrado en el bosque: una pulsera, un reloj y un collar. Lucía comenzó a recitar el encantamiento, colocando cada objeto sobre el altar.
El cristal comenzó a vibrar y emitir una luz cegadora. Las figuras alrededor del altar empezaron a moverse lentamente, como si despertaran de un largo sueño. Alejandro sintió una oleada de esperanza.
-¡Está funcionando! -gritó Valeria.
Pero en ese momento, un estruendo sacudió la cámara. Una figura oscura apareció en la entrada, emanando una energía maligna que hacía que el aire se volviera más denso.
-¿Quién se atreve a desafiar mi dominio? -rugió la figura, avanzando hacia ellos.
Alejandro, Valeria y Lucía se quedaron paralizados, enfrentándose al verdadero guardián de este lugar. Sabían que el enfrentamiento final había comenzado, y que sus vidas y las de los desaparecidos dependían del resultado.
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Sombras del Pasado
Mystery / ThrillerEn una pequeña ciudad costera, dos almas se encuentran atrapadas entre el misterio y el romance. Él es Alejandro, un periodista investigador que ha vuelto a su ciudad natal después de muchos años para resolver el enigma detrás de una serie de desapa...