El viento soplaba con fuerza, levantando olas gigantescas que chocaban furiosamente contra los acantilados. Alejandro ajustó el cuello de su abrigo y avanzó con pasos firmes hacia la biblioteca, el único refugio en medio de la tormenta. Había regresado a su ciudad natal tras una década de ausencia, con la esperanza de encontrar respuestas a las desapariciones que habían comenzado poco después de su partida.
Alejandro se dirigió primero a la comisaría local, donde esperaba encontrar información sobre las investigaciones previas. Al entrar, fue recibido por el oficial de turno, un hombre de mediana edad con expresión cansada.
—Buenas noches, ¿puedo ayudarlo en algo? —preguntó el oficial, levantando la vista de unos papeles.
—Buenas noches —respondió Alejandro—. Soy Alejandro Martínez, periodista. Estoy investigando las desapariciones recientes en la ciudad y me gustaría revisar los archivos.
El oficial lo miró con una mezcla de sorpresa y desconfianza.
—Esos casos han sido un verdadero dolor de cabeza para todos nosotros —dijo el oficial—. Pero no sé cuánto podremos ayudarlo. La mayoría de los expedientes están incompletos o no llevan a ninguna parte.
Alejandro asintió, sabiendo que no sería fácil obtener información. Sin embargo, estaba decidido a intentarlo.
—Entiendo, pero cualquier cosa que pueda compartir será de gran ayuda —insistió Alejandro.
El oficial suspiró y asintió, llevándolo a una pequeña sala donde se guardaban los archivos.
—Buena suerte —dijo el oficial, dejándolo solo.
Alejandro pasó horas revisando documentos, anotando cualquier detalle que pudiera ser relevante. Cada expediente parecía contar una historia similar: personas desaparecidas sin dejar rastro, sin signos de lucha ni evidencia clara. Era como si la tierra misma se los hubiera tragado.
Mientras tanto, en la vieja biblioteca de la ciudad, Valeria Gómez se encontraba perdida entre los libros, buscando consuelo en las historias que tanto amaba. Había trabajado allí durante años, convirtiéndose en una guardiana de los secretos olvidados de la ciudad. Su propio pasado estaba envuelto en sombras, y vivía con el temor constante de que esos fantasmas regresaran para atormentarla. Valeria tenía una habilidad especial para encontrar patrones en el caos, una habilidad que la había mantenido a salvo durante años, pero que ahora amenazaba con exponerla.
La biblioteca, con sus altas estanterías y su atmósfera cargada de historia, era su refugio. Valeria había pasado innumerables horas en sus pasillos, sumergiéndose en mundos ficticios para escapar de la realidad. Sin embargo, esa noche, algo la inquietaba. Había encontrado un viejo diario escondido entre las páginas de un libro antiguo. El diario pertenecía a una de las personas desaparecidas y contenía detalles inquietantes que parecían conectar todos los casos.
Valeria se quedó leyendo el diario bajo la luz tenue de una lámpara, cada página revelaba más sobre los últimos días de la persona desaparecida. Los escritos hablaban de encuentros furtivos y de un miedo creciente a algo desconocido. Valeria sabía que debía compartir esto con alguien, pero no confiaba en muchos en la ciudad.
Alejandro, frustrado por la falta de avances en la comisaría, decidió visitar la biblioteca. Recordaba que ese lugar solía tener archivos históricos que podrían ser útiles. Caminó rápidamente bajo la lluvia, su mente aún ocupada con los detalles de los casos.
Al entrar en la biblioteca, se encontró con un silencio sepulcral, roto solo por el crujido de las hojas al pasar. La luz tenue de las lámparas creaba sombras danzantes en las paredes, dando al lugar un aire misterioso. Fue entonces cuando la vio por primera vez. Valeria, con su cabello oscuro cayendo en cascada sobre sus hombros y sus ojos verde esmeralda fijos en un libro antiguo, irradiaba una belleza etérea.
Valeria levantó la vista y se encontró con la mirada intensa de Alejandro. Sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no pudo apartar los ojos de él. Algo en su semblante le resultaba familiar, como si sus almas se hubieran cruzado en otro tiempo, en otro lugar.
—Hola, ¿puedo ayudarte en algo? —preguntó Valeria, rompiendo el hechizo del silencio.
Alejandro asintió, avanzando hacia ella con una sonrisa amable pero determinada.
—Me llamo Alejandro. Soy periodista y estoy investigando las desapariciones que han ocurrido en la ciudad. Tal vez puedas ayudarme.
Valeria sintió una mezcla de miedo y curiosidad. Sabía más de lo que estaba dispuesta a admitir, pero la determinación en los ojos de Alejandro la hizo querer confiar en él.
—Soy Valeria. Trabajo aquí desde hace años. Quizás pueda darte algunas pistas.
Mientras hablaban, un trueno resonó en la distancia, y la tormenta arreció con más fuerza. Alejandro se quitó el abrigo mojado y lo colgó en un perchero cercano, observando cómo Valeria volvía su atención al libro que tenía entre manos. La curiosidad lo consumía.
—¿Qué estás leyendo? —preguntó, tratando de romper la tensión.
Valeria dudó un momento antes de responder.
—Es un diario. Lo encontré escondido en un viejo libro de historia. Pertenece a una de las personas desaparecidas.
Alejandro se acercó, intrigado. El diario podía ser una pista crucial en su investigación.
—¿Puedo verlo? —preguntó, extendiendo la mano.
Valeria asintió y le entregó el diario. Alejandro lo abrió con cuidado, pasando las páginas amarillentas llenas de notas y dibujos inquietantes. Cada entrada parecía revelar un nuevo fragmento del misterio, pero también planteaba más preguntas.
—Esto es increíble —murmuró Alejandro, sin poder apartar la vista del diario—. Necesitamos analizar esto más a fondo.
Valeria asintió, sabiendo que se había involucrado en algo mucho más grande de lo que había imaginado. Juntos, se sentaron en una mesa cercana y comenzaron a estudiar el diario, buscando cualquier pista que pudiera llevarlos a descubrir la verdad.
Las horas pasaron y la tormenta continuó rugiendo afuera. Alejandro y Valeria trabajaban en silencio, absortos en su tarea. De vez en cuando, intercambiaban miradas y susurraban sus hallazgos. La conexión entre ellos se hacía más fuerte con cada página que leían, creando un lazo invisible pero poderoso.
—Hay algo aquí —dijo Alejandro finalmente, señalando una entrada en particular—. Esta persona menciona un lugar específico en el bosque, cerca de los acantilados. Podría ser un punto de encuentro o algo más.
Valeria frunció el ceño, tratando de recordar.
—He oído historias sobre ese lugar —respondió—. Se dice que es un sitio maldito, que aquellos que se aventuran allí nunca regresan.
—Entonces, es exactamente donde debemos ir —dijo Alejandro con determinación—. Tenemos que descubrir qué está pasando.
Valeria asintió, sintiendo una mezcla de temor y emoción. Sabía que este viaje podría cambiarlo todo, pero estaba dispuesta a enfrentarse a los riesgos. Juntos, se prepararon para la aventura que los llevaría a desentrañar los secretos más oscuros de la ciudad y, tal vez, a descubrir la verdad sobre ellos mismos.
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Sombras del Pasado
Misterio / SuspensoEn una pequeña ciudad costera, dos almas se encuentran atrapadas entre el misterio y el romance. Él es Alejandro, un periodista investigador que ha vuelto a su ciudad natal después de muchos años para resolver el enigma detrás de una serie de desapa...