El viento soplaba con fuerza, haciendo crujir las ramas de los árboles mientras Alejandro y Valeria seguían el rastro de las runas. El bosque parecía más oscuro y cerrado a medida que avanzaban, como si cada paso los llevara más lejos del mundo que conocían.
—¿Crees que encontraremos algo que nos ayude? —preguntó Valeria, rompiendo el silencio.
—No lo sé —respondió Alejandro—. Pero tenemos que intentarlo. No podemos permitir que más personas desaparezcan sin saber por qué.
Las runas talladas en las rocas y los árboles parecían brillar con una luz tenue, guiándolos hacia un destino desconocido. El diario mencionaba un lugar específico donde las energías del bosque convergían, creando una especie de vórtice que podía explicar las desapariciones.
Después de lo que parecieron horas de caminar, llegaron a una cueva oculta entre la maleza. La entrada estaba parcialmente cubierta por enredaderas, pero las runas en la roca de la entrada dejaban claro que ese era el lugar.
—Aquí es —dijo Alejandro, señalando las runas.
—Espera —dijo Valeria, agarrándolo del brazo—. Antes de entrar, deberíamos prepararnos. No sabemos qué hay adentro.
Ambos revisaron sus mochilas, asegurándose de tener todo lo necesario: linternas, cuerdas, y algo de comida y agua. Alejandro encendió una linterna y la dirigió hacia la oscura entrada de la cueva.
—Vamos —dijo, dando el primer paso dentro.
La cueva estaba fría y húmeda, y sus pasos resonaban en las paredes de piedra. La luz de la linterna revelaba más runas en las paredes, cada vez más complejas y misteriosas. Alejandro y Valeria avanzaban con cautela, sintiendo que algo los observaba desde las sombras.
—¿Escuchaste eso? —preguntó Valeria, deteniéndose abruptamente.
—Sí, parece que viene de más adelante —respondió Alejandro.
Siguieron el sonido, que se intensificaba con cada paso. Al doblar una esquina, llegaron a una cámara amplia iluminada por un tenue resplandor azul. En el centro, una figura encapuchada estaba de pie junto a un pedestal de piedra, sobre el cual había un libro antiguo.
—¿Quién eres? —preguntó Alejandro, levantando la linterna para ver mejor.
La figura se volvió lentamente, revelando un rostro joven pero marcado por la fatiga y el sufrimiento.
—Mi nombre es Lucía —dijo la figura—. He estado aquí mucho tiempo, buscando respuestas.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Valeria.
—Lo mismo que ustedes. Intentando entender las desapariciones y el poder que reside en este lugar —respondió Lucía—. Este libro contiene fragmentos de la verdad, pero no he logrado descifrarlo completamente.
Alejandro y Valeria se acercaron al pedestal, observando el libro con curiosidad. Las páginas estaban llenas de símbolos y diagramas que parecían cambiar bajo su mirada.
—Necesitamos trabajar juntos —dijo Alejandro—. Tal vez entre los tres podamos encontrar las respuestas.
Lucía asintió, aliviada por la llegada de ayuda.
—He descubierto que las runas actúan como una especie de mapa. Nos guían a través de este lugar, pero también parecen conectadas a otro mundo —explicó.
—¿Otro mundo? —preguntó Valeria, sorprendida.
—Sí —respondió Lucía—. Un lugar donde el tiempo y el espacio no funcionan como aquí. Es peligroso, pero creo que ahí es donde están los desaparecidos.
Alejandro miró a Valeria, comprendiendo la magnitud de lo que enfrentaban.
—Entonces tenemos que ir allí. No podemos dejar que más personas desaparezcan —dijo Alejandro con determinación.
Lucía los guio a través de la cueva, explicando lo que había aprendido sobre las runas y el portal que llevaban al otro mundo. Mientras hablaba, Alejandro y Valeria no podían evitar sentir una creciente sensación de urgencia.
Llegaron a una cámara más pequeña, donde un círculo de runas brillaba intensamente en el suelo. Lucía les indicó que se pararan dentro del círculo y se tomaran de las manos.
—Cuando estemos listos, activaré el portal —dijo Lucía—. No sé qué nos espera al otro lado, pero tenemos que estar preparados para cualquier cosa.
Alejandro y Valeria se miraron, asintiendo con determinación. Sabían que estaban a punto de embarcarse en un viaje peligroso, pero también sabían que era la única manera de descubrir la verdad y detener las desapariciones.
—Estamos listos —dijo Alejandro.
Lucía cerró los ojos y comenzó a recitar un antiguo encantamiento. Las runas en el suelo brillaron con más fuerza, y el aire a su alrededor comenzó a vibrar. De repente, una luz cegadora los envolvió, y sintieron como si fueran arrancados de la realidad.
Cuando la luz se desvaneció, se encontraron en un lugar completamente diferente. El bosque había desaparecido, y en su lugar había un paisaje surrealista, lleno de colores y formas imposibles.
—¿Dónde estamos? —preguntó Valeria, mirando a su alrededor con asombro.
—Este es el otro mundo —respondió Lucía—. Aquí es donde debemos buscar a los desaparecidos y encontrar la verdad.
Alejandro asintió, preparado para enfrentar lo que fuera necesario. Sabía que su aventura apenas comenzaba, y que los desafíos que enfrentaban serían grandes. Pero con Valeria y Lucía a su lado, sentía que podían superar cualquier obstáculo.
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Sombras del Pasado
Misterio / SuspensoEn una pequeña ciudad costera, dos almas se encuentran atrapadas entre el misterio y el romance. Él es Alejandro, un periodista investigador que ha vuelto a su ciudad natal después de muchos años para resolver el enigma detrás de una serie de desapa...