Capítulo 14

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"El libro que estás leyendo es una adaptación. La obra original pertenece a @Diother_Lu y puede hallarse en Wattpad y a la venta en Amazon (en formato físico y digital), donde está completa."

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El chico se hecha a llorar y lleva sus manos al rostro, tapándoselo. Minho siente esa agridulce mezcla entre sadismo y dolor que lo lleva al límite cada vez; y es que ese chico tiene el don de hacer despertar en él impulsos opuestos, inflama todos sus deseos oscuros y revive todas sus debilidades mortales, lo convierte en un campo de batalla donde, pese a que hace años que ganaron las bestias, los hombres siguen luchando con una esperanza que creyó haber perdido.

Y es que ver al chico taparse el rostro de desespero mientras lo fuerza a experimentar su sexo y las sensaciones que le puede proporcionar lo hace sentir a la vez miserable y magnánimo. Una parte de él quiere seguir haciéndolo sufrir, la otra quiere parar antes de que al chico se le vacíen los ojos de lágrimas y se le llenen de asco.

Mientras se debate su cuerpo actúa solo, acostumbrado a usar al mortal a su alcance lleva al chico a una sinfonía de gritos agudos y estremecimientos que son inconfundibles.

Minho piensa en la delicia de robarle el primer orgasmo al chico; como un delicioso adelanto de lo que será robarle su flor. Pero luego piensa en la luz apagándose en sus ojos, en el chico viendo el semen derramado y odiando los frutos de su propio cuerpo con el mismo desdén que a su recolector.
Piensa en lo mucho que le odiará.
Para de golpe, llevando el pulgar a la húmeda hendidura del chico y apretando cuando el orgasmo está a punto de estallar por ahí. El chico parece morir, se queda estático, tieso y pierde entonces las fuerzas como si se le saliese el alma por los suspiros.

El orgasmo golpea, pero no rompe sus barrotes, vuelve a él, rebota en su interior dolorosamente y lo deja molido y todavía ardiente. Minho lo suelta, ayudándolo a no caer mientras se pone de rodillas.

—No tienes derecho a sentir placer, humano —le dice, señalando su erección como si fuese algo prohibido incluso si es culpa suya. —, no pienso hacer que termines. Ahora, cumple tu cometido y compláceme o sabes cuales son las consecuencias.

Traga saliva, temblando al recordar la horrible intromisión de los dedos y el augurio de un infierno del que el diario le ha hablado. No quiere que Minho le haga sentir sucio de nuevo, no quiere ese enorme miembro en su garganta, no quiere ser usado, que le robe algo que no pertenece más que a su cuerpo.
Puede imaginar todo tipo de atrocidades dolorosas que Minho hará con él, locuras horribles que hacen del sexo algo no solo tan desconocido como siempre, sino más temible que nunca. Y lo peor es que sabe que no puede llegar siquiera a figurarse una pequeña parte de lo que la realidad le depara.
Tiembla horriblemente, se sacude con los dientes castañeándole, llorando a mares, las manos oscilando en el aire incapaces de alcanzar su emborronado objetivo de carne y sangre. Sabe que debe obedecer o Minho lo tomará a la fuerza, pero está más aterrado que nunca.

—Tranquilízate un poco ¿Quieres? Es solo una mamada, no es para tanto... si sigues así tendrás un infarto. —dice el vampiro con fastidio.

—Pe-perdón, mi amo, estoy muy nervioso, no puedo respirar, no sé que hacer... —se disculpa el chico, alzando la vista un momento para pedir misericordia con ella.

—Ah, deja de estar aterrorizado y empieza a chupármela, harás que se me baje. Date prisa o te ataré y follaré tu boca hasta quedar satisfecho.
El chico gimotea, se muerde el labio y el corazón le enloquece.

Minho suspira, vencido; no quiere matarlo del susto, así que en un tono algo dulce añade:
—Te diré cómo hacerlo ¿Si?
El chico asiente con inseguridad, pero más tranquilo.

La mascota de un vampiro **adaptación 2 min**Donde viven las historias. Descúbrelo ahora