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Cuando llega el viernes, Jungkook se marcha a un juego en Nueva York y, sinceramente, me siento aliviado de nuevo.

Me odio por sentirme de esta manera, pero he tenido una perra experiencia pegando una cara feliz esta semana. No estoy teniendo éxito con eso ahora tampoco, porque hoy, la línea de ataque de mi equipo fue un desastre total.

Mientras que el equipo de Jungkook había ganado sus dos partidos en casa esta semana, el mío estaba en una racha perdedora de cuatro partidos desde nuestro torneo en Montreal. La moral estaba baja. Los muchachos estaban enojados y frustrados, y eso se estaba mostrando en su juego.

Sueno el silbato por tercera vez en diez minutos, y voy patinando hacia los dos adolescentes con la cara roja que están intercambiando palabras no tan agradables en un enfrentamiento.

—Tranquilos —digo en voz alta cuando uno de ellos lanza un insulto bastante desagradable sobre la madre de su compañero de equipo.

Barrie ni siquiera parece arrepentido.

—Él empezó.

Taylor protesta.

—¡Mentira!

Ellos estallan en otra ronda de discusión acalorada, y tardo algunos segundos en averiguar sobre qué están discutiendo. Aparentemente, Barrie había acusado a Taylor de ser la razón por la que perdimos nuestro último partido, ya que Taylor es quien provocó una sanción completamente innecesaria que dio lugar, a una anotación del otro equipo en el juego de poder.

Taylor se negó a aceptar la culpa —¿Y por qué debería? Se necesita mucho más que un error del jugador para perder un juego— y comienza un griterío sobre que la madre soltera de Barrie es una asaltacunas.

Es obvio que mis jugadores no están manejando nuestras recientes pérdidas muy bien.

—¡Suficiente! —Corto con mi mano a través del aire, silenciando a los dos adolescentes. Miro con furia a Barrie—. Lanzar culpas no nos hará no perdedores de esos juegos. —Fulmino con la mirada a Taylor—. Y hablar mal de la madre de alguien no te hará ganar algún amigo.

La expresión de los chicos se ensombrece con resentimiento.

Soplo mi silbato una vez más, haciéndolos saltar a ambos.

—Un minuto de penalización por comportamiento antideportivo. Ambos.

Mientras ellos patinan hacia sus respectivas áreas, noto las expresiones infelices de sus compañeros de equipo. Los entiendo, odio perder. Pero soy un ex jugador de hockey universitario de veintitrés años de edad, con un montón de pérdidas en su haber y una piel gruesa formada como resultado de eso.

Pero ellos son chicos de dieciséis años, que siempre han destacado en el deporte, siempre han sido los mejores jugadores en cualquier escuela media o equipos de secundaria en los que fueron reclutados. Ahora están en la más importante competencia Junior, con chicos que son igual de buenos o mejor que ellos, y no están acostumbrados a ya no ser los mejores.

—Je-su-cristo —murmura Danton una hora más tarde, mientras caminamos fatigosamente al vestuario de los entrenadores—. Esos pequeños maricas están muy mimados...

—No uses insultos —interrumpo. Pero es como gritar contra el viento. Su perorata no interrumpe su caminata.

—... es por eso que siguen perdiendo —prosigue—. Ellos no tienen disciplina, ni ética de trabajo. Creen que las ganancias simplemente les van a ser entregadas en bandeja de plata.

Con el ceño fruncido, me hundo en el banco y desato mis patines.

—Eso no es verdad. Ellos han trabajado sus traseros por años para llegar a este punto. La mayoría de estos chicos aprendieron a patinar antes de aprender a caminar.

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