SIMON ROMANOV
—No puedes dejarme encerrada—se exaspera mi madre.
No es de ese tipo de personas a las que les disguste cualquier cosa.
Pero hay algo en específico que hace que se le enerve la sangre.Estar encerrada.
—Lo siento—digo—. Es por tu seguridad. No será por mucho tiempo.
—¡Pero Josh necesita salir también! No está aquí solo para cuidarme.
Me agacho hasta que mi rostro queda cerca del suyo.
—Tienes la alacena llena, ropa limpia. Absolutamente todo lo necesario. Se quedarán unos días aquí y volveré pronto—le beso la frente con cariño—. Te amo, pero también amo a Leyla y necesito recuperarla.
Doy la vuelta y me dirijo hacia la puerta.
—¡Simon!—grita desde adentro, pero no la escucho.
Lo siento muchísimo.
El enojo se le pasará, en cambio, si algo le sucede por mi culpa: no podría perdonármelo.
Abro el sistema de seguridad que le instalé a mamá hace unos meses. Puedo manejarlo desde mi móvil, entonces lo activo. De inmediato, unas cortinas metálicas recorren cada ventana, cada puerta. Coloco el seguro por dentro y me aseguro de que la casa esté protegida.
No hay bala que atraviese la casa de mamá, ni alguien capaz de meterse. Incluso si lo hiciera, terminaría muerto.
Vuelvo al auto con los nervios al mil.
Una semana.
Una maldita semana ha pasado desde que Leyla desapareció.
La busqué por todas partes, fue como si la tierra se la hubiese tragado. La iglesia se ha mantenido cerrada.Además, mientras Alexei se queda en casa tratando de localizar a Leyla, las llamadas que hemos recibido solo han funcionado para joderlo todo.
No solo eso.
Han dejado notas.
Y no he logrado nada.Manejo con rapidez sin preocuparme por la velocidad. Entonces recibo otra llamada.
Alexei.
—¿Ya vienés para acá?
—Cinco minutos y estoy ahí.—Corto y me apresuro. Doblo una calle hasta que llego a la iglesia. Estaciono justo al frente y veo a Alexei.
Saco mi arma de la guantera y bajo.
—Hay que entrar por la puerta trasera—me informa—. Entrar por aquí implicaría romper todo esto—señala la puerta de vidrio cubierta con borde de madera—. Y no podemos darnos el lujo de hacer escándalos.
Claro, por eso hemos ido en la noche.
El hijo de puta que se llevó a Leyla. El mismo que me estuvo dejando notas y ese que terminará hecho pedazos es quien ha estado enviando mensajes a mi correo sobre como nos matará a ambos si seguimos entrometiéndonos.
Sigo a Alexei, también carga su arma. Fuimos entrenados para mejores cosas que esta. Un imbécil que se esconde tras mensajes estúpidos no va a durar mucho.
Nos escabullimos por la puerta trasera y llegamos a un pasillo. El mismo que da a la casa de Leyla. Era como un laberinto.
Avanzamos y hurgamos todo lo posible, dentro de casa, no hay absolutamente nada, ni nadie.
Volvemos por un pasadizo hasta llegar a donde se supone, se mantenían todas esas monjas. No había nada.
Ni siquiera una de ellas.
Alexei y yo nos separamos. Rebusco en la cocina, las habitaciones y no hay señales de nada. Vuelvo al interior de la casa y me topo de nuevo con la habitación de Leyla.
El corazón se me estremece de angustia porque sé que alguien la está haciendo sufrir. Y sé que probablemente me odia.
Aun así.
Por mucho que llegara a odiarme.
Jamás la dejaría sola. Ni un segundo. Prometí cuidarla.
La amo lo suficiente para arrastrarme por ella. Pedirle perdón y que vuelva conmigo.Necesito encontrarla o voy a entrar en demencia.
—¡Simon!—grita Ale desde el fondo.
Corro hacia su voz, moviéndome con agilidad por los pasillos hasta que sus gritos me llevan a la iglesia.
—¿Qué suced...?—Alexei está congelado, de pie, frente a algo que cuelga de la pared.
Avanzo hasta llegar a su lado.
—Mierda...
Julián. Estaba justo en el centro de la iglesia: Colgado del techo, con el abdomen abierto y desangrado. La sangre brotaba de él aún y sus órganos eran visibles.
Estábamos acostumbrados.
Pero seguía siendo... incómodo.
Julián estaba muerto.Y lo habían asesinado con mucho placer, me parece.
Ale lo observa por mucho tiempo. Pronto vislumbro algo a sus pies. Una nota.
—Hey.
Me acerco y la recojo del suelo. Ale sale de sí mismo y la lee tras de mí.
«Buena obra de arte. ¿No te parece? ¿Creen realmente que son buenos y podrán conmigo? Una cosa: Siguen entrometiéndose y Alexei terminará igual que Julián. Y, sobre Simon. Lo ataré a una silla solo para que observe cómo mato a Leyla con mis propias manos. No creo que quiera saber qué haría con el cadáver después»
Voy a asesinar con gusto a quien esté detrás.
Lo disfrutaré muchísimo y voy a encargarme de que dure.—
Volvemos a casa al pasar un rato.
Ale ha pasado un buen rato localizando las llamadas, pero se desvían todo el tiempo.—No va a funcionar, ¡mierda!—estallo ansioso. Entonces vuelve a sonar mi celular.
Alexei me hace una seña para que conteste.
Lo hago.
—Voy a arrancarte las extremidades y luego obligarte a que las comas cuando te encuentre—es lo primero que digo al teléfono. La sangre me hierve y la frente me suda.
Una risa sardónica se escucha del otro lado.
—Pensaba que eras más inteligente. Vengo para volver a advertirte lo mucho que sufrirá ella si sigues entrometiéndote.
—Lo tengo—murmura Alexei. Se levanta del sofá y me arrebata el celular—. Sigo creyendo que tus amenazas pueden ser más llamativas. Puedo darte unas clases antes de que te descuartice.
Y corta.
—¡Lo tengo!
—¿Dónde?—digo con desespero.
—Solo a veintidós kilómetros, en un hospital abandonado. Iré a encender el auto, te espero afuera. Ya.
Asiento. Él prácticamente corre al auto, así que me apresuro a tomar las llaves y salir.
Cuando salgo al jardín, no lo veo.
—¿Alexei?—lo llamo.
El corazón se me detiene cuando veo su arma en el suelo, y al lado, una nota:
«Te lo dije. Este maldito rubio nunca me cayó bien. Ahora solo espera unos días y recibirás su cabeza en tu buzón»
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Forgive Me | PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO
RomanceDonde la verdad es el camino a la salvación, Leyla Sterne, una devota mujer criada en las estrictas creencias de su iglesia, se ve desafiada cuando Simon Romanov, un enigmático ex-militar, llega al pueblo. A medida que su encuentro florece, se desp...