CAPÍTULO VEINTITRES

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*DESCONOCIDO*

—Deberías agradecer que al menos te traigo comida. Si quisiera, hace años te hubiese dejado morir como la perra que eres—escupo con desdén y tiro el plato de alimento que cae justo a su lado, regando un poco de arroz en el suelo húmedo.

Este lugar cada vez se pudre más, y huele peor. La asquerosa escoria frente a mí se mueve con pasos doloridos, como un pequeño ratón en busca de sobras a mitad de la noche.
Las cadenas de sus manos y tobillos le han marcado la piel hasta dejar profundas marcas. Apenas puede moverse.
Toma el plato con desespero y come dando grandes bocados hasta el punto que parece que vomitará.
Su cuerpo desnudo está sucio, y sus costillas son visibles en su piel.

Asqueroso.

—Come con decencia si no quieres que te quite la comida y vuelva hasta la próxima semana con un plato—ordeno asqueado al escucharla dar arcadas. Ella ralentiza sus movimientos y empieza a comer con más cuidado. Sus ojos se llenan de lágrimas y desilusión mientras me ve.
Al menos hace años ha dejado de preguntar por qué he hecho esto.
Es una traidora.
Una mentirosa.

Le tiendo el vaso de agua cuando deja el plato limpio y se lo toma de un gran sorbo.

—Te ves asquerosa—digo con repulsión ante su olor.—. Seré generoso está vez y te daré un baño. Más te vale estar dócil, ya sabes que no va tan bien cuando te pones agresiva—. Se encoge cuando me acerco y cubre su cuerpo a como puede.
Es ridículo porque no es como si nunca lo hubiese visto. Como si nunca lo hubiese sentido. Claro, antes se veía mejor.
Ahora solo es un pequeño pedazo de mierda.

Me pongo de pie y me dirijo hacia la esquina de cuarto, hay un par de baldes, una esponja y jabón. Junto a un tubo de agua del tanque.

Lleno dos baldes y me acerco con la esponja.

—Puedo hacerlo sola...—musita como si me suplicara. Verla tan débil me llena de orgullo.

—Parece que no te das cuenta de que hace mucho tiempo perdiste tu libertad de opinar y hacer las cosas por ti misma—tiro el balde de agua fría sobre ella. Jadea y se estremece, abrazando su figura. Me arrodillo hasta que quedo a centímetros y tomo su mentón con fuerza, obligándole a verme—. Algún intento de golpearme, patearme o hacerme el mínimo rasguño, y el próximo almuerzo que tendrás serán sus dedos en pedazos—ella lloriquea y asiente.
Remojo la esponja en el sobrante del agua y la paso por todo su cuerpo, absorbiendo cada pizca de suciedad.

—Lo siento muchísimo—súplica—por favor...

Ha intentado esto mil veces.
Hacerme pensar que me quiere para que ceda a sus deseos, pero nada de eso es posible ahora.

Es una maldita traidora.
La odio.
La odio a ella y todo lo que tiene que ver con su presencia.

—¿Sabes? Incluso pensé que ella sería diferente, pero ya veo que no—me burlo—. Va por tu mismo camino, escabulléndose por ahí, haciendo cosas que no debe, con personas que no debe. Creyendo que nadie la mira. Tan ingenua... Tan estúpida—limpio la zona de su vientre, los huesos son demasiado visibles en su cuerpo debido a la falta de comida.
No me interesa en lo más mínimo.

—No le hagas daño—me pide—. Estoy pagando por ella.

—La estoy cuidando muy bien—sonrío con cinismo—. Por ahora. Por cierto, creo que debería cambiarte de lugar. Tal parece que tu investigación sigue en pie. Dios, no sabes cuánto he luchado con eso. Tu madre siempre fue demasiado insistente, ¿no crees?—un destello de esperanza se refleja en su mirada. La muy patética piensa que soy tan imbécil para dejar que la encuentren.

La he ocultado por años.
Nadie la encontró hasta ahora.
Y no lo harán, al menos no mientras siga viva. Porque la única manera en que salga de aquí es en pedazos.
O quien sabe, a lo mejor se me ocurre una manera más creativa de asesinarla.

Termino de limpiar y vuelvo los baldes y la esponja a su lugar, sacudo mi ropa y me acerco a ella. Su cuerpo tirita del frío y su mirada ruega por obtener algo que cubra, aunque sea, la mitad de su cuerpo.

Dios, ha pasado años aquí y ¿todavía no se acostumbra a estar así? Qué molestia.

—Algún día sabrán la verdad—pronuncia—. Van a encontrarme.

Una carcajada es lo único que sale de mí.
Han hecho de todo, han intentado absolutamente todo y jamás han encontrado nada porque según las investigaciones, está muerta.
El cuerpo que encontraron, y lo que hice para que las pruebas de ADN coincidieran hace que sea aún más difícil todo.
Claro, hasta que ese policía de quinta vino a meter sus narices. Aún no sé mucho de él. Pero debería estar un poco más pendiente. No voy a dejar que un idiota arruine todo solo porque se le ocurrió de la noche a la mañana.
Suspiro exasperado y me acerco a ella:

—Cada vez te vuelves más estúpida. Realmente crees que tienes esperanzas de salir—me burlo. Tomo su rostro en mis manos y ella tiembla—. Te mereces esto, este es tu lugar. Recuérdalo siempre. Aquí, debajo de mí, bajo mi poder—alzo la voz—. No tienes libertad, no tienes nada. Tu patética vida depende de mí, al igual que la de ella. El día que me aburra podré asesinarte aquí mismo y luego tirar tu cadáver a los cerdos y no tendrás siquiera la capacidad de defenderte. Eres demasiado débil, me perteneces. Y jamás debiste hacer lo que hiciste. Traicionarme.—digo con odio puro. Mi agarre en su rostro es tan fuerte que tiñe su piel de rojo cuando la suelto.

—¡Te odio! ¡Te odio!—escupe— ¡todos sabrán lo que eres, van a encontrarme y te encerrarán en la maldita cárcel cuando lo hagan!—su voz me estresa demasiado. Así que uso mi mano y suelto una fuerte bofetada en su rostro. No me importa donde caiga.
Ella pierde el equilibrio y su nariz sangra cuando vuelve a levantarse, aturdida.

—No vuelvas a hablarme así—le amenazo—. No te atrevas a levantarme la voz, la próxima vez, te cortaré la lengua para que dejes de quejarte. ¡Malagradecida!—otra bofetada.
La veo caer al suelo y tocarse la piel herida. Solloza y su figura desnuda se retuerce sobre el suelo. Me pongo de pie y camino hacia la puerta.

—Que tengas buena noche, cariño—susurro antes de irme.

Forgive MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora