Capítulo IV

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Habían pasado varios días desde que terminaron ese trabajo y estaban en el despacho de la empresa para la que trabajaban: "Future Space". El jefe los reclama a su oficina, mandando al jefe de personal para avisarlos.

—Chicos, el señor Brian, solicita vuestra presencia en su oficina —dijo tras ellos, bajo el umbral de la puerta entreabierta— Os aviso, no está de buen humor, ¿qué habéis hecho esta vez?

—Nada. ¿Por qué iba a estar enfadado con nosotros? —sugirió Patricio al girarse en su silla y confrontar la mirada del compañero. Sancho se giró también.

—Cuándo no está ese tipo enfadado... si lo parieron así —supuso Sancho.

—Id ya, no demoréis.

Aligeraron los pasos y al llegar...

—Chicos, chicos... mis supuestos mejores informáticos. Pasad y cerrad la puerta.

Ellos hicieron eso mismo. Entraron y se mostraron ante su jefe.

El hombre, que aparentaba tener unos cincuenta años, de rostro agradable y entradas canosas en un pelo oscuro tizne, los observa con gesto apretado, como si estuviera muy estreñido.

—¿Qué ocurre señor? —indagó Patricio.

—¡Qué... qué pasa! —gritó enfurecido— Acaban de llamarme desde la empresa de antigüedades «Viaje por el tiempo», mostrando sus quejas del mal trabajo que habéis hecho, reclamando que la página web tiene un virus que ha contagiado todos sus ordenadores, inclusive hace fallar hasta la red eléctrica de todo el edificio. Es una catástrofe, el nombre de nuestra empresa pisada por el fango, no voy a permitir este estropicio y tampoco vais a cobrar este mes.

La ira del jefe les envolvió en pesadumbre. Sus cuerpos se quedaron petrificados sin comprender nada.

—Pe, pe, pe, pero eso no puede ser señor. Cómo íbamos a cometer nosotros tal desastre, somos unos profesionales. El trabajo estaba bien realizado y funcionaba perfectamente... —comentó Patricio, afectado.

—¿Qué tiene que ver el sistema eléctrico con lo demás? —inquirió Sancho incrédulo.

—Compruébenlo ustedes mismos... —les invitó a asomarse al ordenador.

Sancho aún con gesto incrédulo se aproximó al ordenador del jefe. Patricio le siguió. Tecleó y observó la pantalla.

No podían creerlo, aquello no era una página web ordenada, estaba toda liada, con interferencias y segmentos extraños. Daba error constantemente.

—Deben ir y arreglar ese desaguisado, que ya nos pagaron por ello.

—Sí, jefe.

Sancho no dijo nada, estaba impactado.

Una mirada cómplice les envuelve, sospechaban por qué había ocurrido eso y quién era el artífice de ello.

A pesar de las desganas de volver a ese lugar, no podían negarse, todo dependía de ello, la permanencia en ese trabajo estaba sostenido de un frágil hilo.

Salieron del despacho dejando al jefe con un mal humor de perros para todo el día. Ellos recogieron sus cosas y salieron del edificio. En el exterior se detuvieron en un pequeño parque.

—No puedo entenderlo, esto es una maldición —sugirió Sancho.

—Ha sido ese diabólico ser, la tiene tomada con nosotros. Es una locura —expresó afectado y lloroso.

—¿Qué vamos a hacer ahora? No tengo la solución a esto. No sé cómo deshacerme de esa cosa que me persigue. ¿Qué quiere?

—Está claro que quiere algo, de ti supongo, porque se te aparece y te habla —dispuso Patricio.

MALDICIÓN PIRATAWhere stories live. Discover now