tu cambiaste mi forma de ser (sanemi x tomioka)

¿verdad?

(Narro yo)

Obanai se acercó a grandes zancadas, separando a Sanemi y Genya con un agarre firme y calculado, mientras su serpiente blanca siseaba en su hombro, como si compartiera la molestia de su amo.

Sus palabras son suficientes para detener la pelea momentáneamente. Genya, con el rostro lleno de golpes y el orgullo destrozado, baja la mirada, mientras Sanemi intenta, con dificultad, calmar su respiración agitada. Pero la rabia no se va. Cuando Obanai se interpone, sujetando a Sanemi para evitar que siga golpeando a su hermano y a la pareja de este, Sanemi le lanza una mirada llena de furia.

Iguro: No tienes derecho a tratar así a tu hermano solo porque no entiendes o no aceptas quién es. -La voz de Obanai era baja, pero cada palabra caía con peso.

Sanemi: ¿Quieres defender esta mierda? ¡A mí no me va a engañar con esa estupides de que esto es normal!"

Obanai, quien entiende la profundidad de las emociones que están en juego, mantiene su mirada firme y no responde al comentario de Sanemi. Sin embargo, su postura es clara: no permitirá que la situación escale más allá de lo que ya ha sucedido. Su intervención es suficiente para que los otros dos puedan salir de allí sin más violencia. Sanemi, consumido por la frustración, finalmente los echa.

Sanemi: ¡No quiero verlos de nuevo aquí! ¡Y menos hasta que sean putas personas normales!"

Sus palabras son frías, y el desprecio en su tono deja claro el quiebre que ha marcado entre él y su hermano. En la confusión y el dolor de la situación, Genya y su pareja se marchan, dejando a Sanemi solo en la habitación, con Obanai observándolo en silencio. El silencio que queda es denso, lleno de tensión y un resentimiento que Sanemi aún no sabe cómo manejar.

Después de expulsar a Genya y a Tokito de la casa, Sanemi cerró la puerta con fuerza, el eco del golpe resonando en la habitación mientras giraba para enfrentar a Obanai, que lo observaba con un rostro serio y una calma que solo incrementaba su enojo.

Sanemi: ¿Por qué carajo los defendiste, Obanai? -Sanemi lanzó la pregunta con una mezcla de ira y desdén, sus ojos buscando alguna justificación que no hallaba. La defensa de su mejor amigo le resultaba incomprensible, casi una traición. Sabía que le estaba ocultando algo.

Obanai: Solo lo hice porque Tokito es nuestro compañero, Sanemi. No puedes atacar a los tuyos por algo tan... personal- dijo esto mientras se cruzaba de brazos, tratando de mantener la compostura. Sanemi se acercó, sus ojos afilados y desconfiados clavándose en obanai.

Sanemi: No te creouna mierda -murmuró, con un tono amenazante. -Tú ya sabías, ¿verdad? Sabías lo de mi hermano y no dijiste nada porque... ¿piensas igual que los maricones esos? -Obanai suspiró, finalmente resignado a enfrentarse a la verdad.

Iguro: Sí, lo supe hace tiempo. Y no te dije nada porque sabía cómo reaccionarías, Sanemi. Sabía que no lo aceptarías. Todavía estás atrapado en esa homofobia que llevas como un escudo.

Las palabras de Obanai lo golpearon con una fuerza que no esperaba, y Sanemi sintió cómo la rabia y la confusión volvían a encenderse en su interior. Lo que comenzó como una conversación incómoda se transformó en una discusión brutal, llena de acusaciones y reproches. Ambos se lanzaban palabras como cuchillos afilados, cada uno atacando aquello que despreciaba en el otro.

Sanemi: No puedo creer que te hayas vuelto tan idiota por culpa de una mujer, Obanai. Mitsuri te ha convertido en alguien que apenas reconozco -espetó, con desprecio, este, sin embargo, no retrocedió ni por un instante.

Iguro: ¿Débil? No es debilidad aceptar que el amor puede presentarse de muchas formas. La verdadera debilidad es vivir atrapado en prejuicios y usar el odio para justificar tus miedos. Mírate, Sanemi. Eres tú quien ha atacado a su propio hermano.