Capitulo 1

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—¡Estás agotando mi paciencia, Potter!

A pesar de su gruñido y su falta de tacto, el bebé seguía riendo y apretando su nariz en una mano, negándose a soltar la cara del mayor. Severus tiraba como podía del crío, pero el firme agarre le impedía alejarlo de su cara sin dañarlo.

¿Perder a la única persona que realmente lo había apreciado no fué suficiente castigo por sus propias decisiones y Dumbledore quería darle una tortura peor que acabar en Azkaban, dejándole para ello al bebé que menos quería ver?

El crío ni siquiera hablaba y ya era experto en sacarlo de quicio, al parecer su estirpe paterna llevaba en la sangre ser igual de insoportables. ¡¿Y dónde estaba Dumbledore?! Le dijo que sólo debía cuidarlo unas horas mientras hablaba con la detestable muggle que era hermana de Lily. Pobre niño, tenía que admitir. Ya se imaginaba el destino que le esperaba.

Los ojos verdes del menor se cerraron mientras bostezaba, aflojando su agarre para ver alrededor, musitando:

—Mami, ma, ma...

Quiso dejarlo por ahí pero los ojos de Lily le recordaban el error que cometió y tuvo precaución por si algo le pasaba. Los niños parecían odiar demasiado su propia vida y buscar deliberadamente acabarla en cualquier momento. Le colocó un hechizo para no tener que escuchar sus llantos ni risas desenfrenadas que variaban con cualquier estupidez.

Los bebés siempre solían llorar al mirarlo, así que supuso el crío debía estar mal de la cabeza para reír cada vez que alcanzaba su nariz cuando recordaba la instrucción de Dumbledore: los bebés no we alimentaban solos. Nunca antes realizó hechizos para alimentar a nadie, en su caso cuando inclinó con magia el biberón en la boca del Potter,  el crío tuvo una arcada y la leche se derramó entre la nariz, resbalando hacía la ropa. Ensuciado por completo y lloriqueando en completo silencio, Severus tuvo que resignarse a ir a lavarlo antes de observarlo atentamente bebiendo la leche.

Tener que tolerar al Potter sosteniéndose de su nariz le pareció lo más agraviante. Un mal chiste que el hijo de James Potter pudiera vivir en lugar de Lily y lo único que hubiera heredado de ella fueran esos ojos verdes expresivos. Hace tan poco se fué, todavía le parecía que iría a dormir y resultaría haber estado atrapado en una pesadilla, pero cinco veces terminó despertando de esa ilusión.

Le daba igual si terminaba en Azkaban, pero Dumbledore convenció al resto de su “labor al cambiarse de bando” y así tuvo que permanecer unos días más soportando la presencia indeseada en su casa.

¿En qué estaba pensando el mago anciano? Como si Cokeworth fuera un buen lugar para que un niño se quedara, menos uno que tenía aires de grandeza en la sangre.

El quinto día, le echó un vistazo al crío después que terminó de comer (lo sabía porque dejaba ir su nariz sin resistencia), luego lo depositó en la cuna con prisas, evitando acercarlo más de lo necesario cuando lo cargaba.

El Potter movió los labios estirando los brazos, pero no le interesaba oír los balbuceos incoherentes del hijo de Lily. No se iba a morir si lo ignoraba, así que lo aseguró y después se transportó en el pueblo de Hosgmeade, emprendiendo camino hacía el castillo hasta encontrarse con Dumbledore en su oficina.

—Oh, Severus, qué bueno verte tan temprano... ¿Si está bien Harry? ¿Necesitas algo?– Preguntó el viejo mago con una leve sonrisa, apartando la pluma que tenía en las manos.

Severus cruzó los brazos, frunciendo el ceño.

—Dijo que cuidara al crío mientras hablaba con la hermana de Lily.

—Sí, eso dije, aún está pendiente... Ya sabes, cosas de la edad y muchos asuntos que resolver después de toda una semana agitada– Respondió Dumbledore, mirando sobre sus lentes al contrario– ¿Cuánto tiempo ya tienes cuidandolo?

Severus En ApurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora