[9.] Cuando se oculta la luna

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Ya hace más de un día que los tambores resonaron por todo el palacio imperial, anunciando la muerte de sus monarcas. Mientras todos, sirvientes, niños o ancianos se derrumbaron al escuchar el sonido, ella se quedó de pie frente a sus cuerpos, sus manos escondidas entre sus mangas y labios sellados contra cualquier suplica o pregunta. Petrificada ante sus acciones.

Cree recordar voces lejanas, sonidos distantes parecidos a quejidos, a gritos incomprensibles. Alguien intentó arrastrarla, palmas callosas por el constante uso de una espada en particular. Fue en vano; ella estaba enclaustrada en ese sitio, con los ojos fijos en los cadáveres frente a ella.

Es la hora de la noche en que el frío penetra hasta los huesos y la humedad hace estragos en los nervios. Le gustaría decir que ni siquiera esto es suficiente para sacarla de su estado de embotamiento, que la agonía que llena su pecho como el peso de una montaña es incomparable a un poco de frío. Pero no es poco, la piel de sus manos es rojiza y ya no puede respirar bien; ya casi no siente las puntas de sus dedos por más que apriete sus brazos contra su cuerpo, contra sus axilas sudorosas. La piedra bajo sus pies, a su alrededor, hace que todo sea peor porque no es capaz de ocultar el sonido de sus temblores de Wei Wuxian.

Ya le ha pasado su túnica exterior por entre las rejas; apenas y ha sido útil.

Le gustaría no estar rodeada de esta oscuridad abrumadora; le gustaría estar sola.

—Debes huir —le ordena y se rinde por fin, decidiéndose a caminar con las pocas fuerzas que le quedan para calentar su cuerpo. Es igual a estirar paños congelados, casi podría jurar que su piel se ha desgarrado en algunas de sus coyunturas; hace lo posible para que los quejidos no se escapen de su boca.

Mientras trata de erguirse, un pequeño movimiento a la vez, escucha la voz al lado.

—¿Cómo? —demanda con voz dura, todavía molesto. Quizá no con ella, o quizá sí, le es difícil adivinar en esta situación en concreto.

—Alguien vendrá con una llave para que te vayas. Le pedí que trajera un montón de trapos viejos para disimular lo más posible, al menos hasta que me lleven a juicio.

—No habrá ningún juicio.

—Escúchame, A-Xian...

—¿Escuchar qué, Yanli? —pregunta, la desesperación se cuela en su voz y hace que ella se obligue a darse la vuelta. No puede verla, pero eso no disminuye en lo más mínimo sus ganas de esconderse. De escapar—. Haga lo que haga, no obtendré las respuestas que quiero. ¿Qué importa ya?

—Me importa a mí. Necesito que el padrino de mi hijo cuide de mis tesoros.

Un suspiro entrecortado se escapa en medio de la oscuridad absoluta. Ella continúa ejerciendo presión contra la roca pétrea, todavía insistiendo en erguirse, en un intento de no dirigirse al muro más cercano a terminar su vida como la del pobre infeliz cuya muerte derrumbó las últimas barreras de Jin Zixuan.

Recordarlo a él y a Jin Ling no disminuye la presión cruda que tira de la carne de su garganta, ni siquiera puede hacerla sonreír porque no cree que tenga el derecho, ya no; pero al menos llena con un poco de cariño el vacío que le ha quedado en el alma. Lo suficiente para soportar el peso de los escombros de sus sueños y esperanzas.

—Si no regresas, no podrán encontrar mi regalo por su primer año. Sabes cómo es Jin Zixuan.

—¿Un inútil con la cabeza llena de recetas médicas? —se mofa su hermano.

—No olvides que lo quiero...

—Yo diría que eres tú quien lo ha olvidado.

—A-Xian...

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⏰ Última actualización: Oct 26 ⏰

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Hasta que florezca otra vez [WangXian / XiCheng]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora