Tres

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La luz de la mañana se colaba entre las rendijas de la pequeña choza, iluminando los rostros de Maddie, Cassandra y Kiara

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La luz de la mañana se colaba entre las rendijas de la pequeña choza, iluminando los rostros de Maddie, Cassandra y Kiara. Maddie fue la primera en abrir los ojos, sintiendo el cansancio aún presente en cada parte de su cuerpo. La noche anterior había sido dura, llena de emociones intensas y conversaciones inesperadas.

Cass y Kie seguían dormidas, sus respiraciones profundas y constantes. Maddie se quedó en silencio, observándolas mientras recordaba la aparición de Sarah. A pesar de todo, había sido un alivio no tener que despedirse de Cass. Y aunque odiaba admitirlo, una pequeña parte de ella no podía quitarse de la cabeza las palabras y el gesto de Sarah.

Finalmente, Cass comenzó a despertar, estirándose un poco antes de sonreír a Maddie. Kiara no tardó en seguirla, y ambas se sentaron en silencio, compartiendo una conexión que no necesitaba palabras. Pero antes de que alguna de las dos pudiera decir algo, Cass notó la expresión distraída de Maddie.

—Mads, ¿estás bien?—preguntó Cass con una mezcla de preocupación y curiosidad.

Maddie se tomó un segundo antes de responder, recordando cada detalle de la noche anterior. —Sí, estoy bien,—dijo finalmente, evitando la mirada de Cass. No estaba segura de cómo contarles que Sarah había vuelto, que incluso se había disculpado y prometido hablar con Ward. Sentía que, si lo decía en voz alta, algo cambiaría.

Kiara notó el silencio de Maddie y le dio una pequeña palmadita en el hombro. —A veces está bien estar mal, ¿sabes? Nadie espera que seas la chica fuerte todo el tiempo.

Maddie forzó una sonrisa y se encogió de hombros, agradeciendo el apoyo de sus amigas. Sin embargo, su mente volvía una y otra vez a la imagen de Sarah en la playa. ¿Por qué había regresado? ¿Por qué la disculpa? La Sarah que conocía no era de las que volvían ni de las que se mostraban vulnerables.

—¿Qué vamos a hacer hoy?— cambió de tema finalmente Maddie, intentando ahuyentar sus pensamientos.

Cass y Kiara se miraron, comprendiendo el mensaje no dicho. —Podríamos ir a dar un paseo en bote, alejarnos de todo por unas horas,— sugirió Kiara, y Cass asintió, apoyando la idea.

—Sí, eso suena bien,— respondió Maddie, un poco más animada. Necesitaba despejarse, alejarse de todo lo que la había perseguido en los últimos días. Con un último vistazo hacia la choza y una sonrisa de agradecimiento hacia sus amigas, Maddie sintió que, al menos por un momento, podría encontrar algo de paz.

Cass y Maddie intercambiaron miradas emocionadas cuando revisaron el pronóstico: la tormenta que se acercaba significaba algo que ambas amaban con toda su alma. Olas perfectas.

—¿Qué dices, Mads? ¿Te animas?—Cass sonrió de lado, con esa chispa en los ojos que solo aparecía cuando hablaban de surfear en condiciones extremas. Maddie sintió cómo la emoción reemplazaba la pesadez de la noche anterior.

—¿Bromeas? ¡No me lo perdería por nada!—respondió Maddie, ya anticipando la adrenalina de desafiar las olas.

Kiara, en cambio, las miraba como si acabaran de perder la cabeza. —¿Están seguras? ¿Han visto el pronóstico? Esto no es una simple tormenta, chicas. Es peligroso.

Cass soltó una risita y le dio una palmada en el hombro a Kiara. —Kie, tú sabes cómo somos. ¿Cuántas veces hemos hecho esto? Sabemos lo que hacemos.— Maddie asintió, aunque sabía que Kie tenía razón en algo: esta tormenta parecía diferente, más intensa de lo habitual.

—Además, no tienes que ir si no quieres, Kie,— agregó Maddie suavemente, sin querer hacerla sentir mal. Sabía que surfear en condiciones así no era para todos.

Kiara suspiró y rodó los ojos, aunque no pudo evitar sonreír un poco. —No puedo detenerlas, ¿verdad? Solo… tengan cuidado. Prométanme que si algo parece ir mal, salen de inmediato.

Cass y Maddie asintieron, pero sus sonrisas las delataban: la tormenta las llamaba.

Con el sol oculto tras gruesas nubes y el viento comenzando a ganar fuerza, Maddie y Cass se dirigieron a la playa, sus tablas en mano y la adrenalina encendiéndoles los ojos. Las olas ya se levantaban más altas de lo normal, preparándose para lo que sería un espectáculo imponente.

Al llegar, ambas se detuvieron por un momento, observando el mar que parecía rugir con cada ola. Era poderoso, peligroso… pero irresistible.

—¿Lista para esto?— preguntó Cass, lanzando una mirada de complicidad a Maddie.

—Más que lista,— respondió Maddie, acomodándose la tabla bajo el brazo y adentrándose en el agua junto a Cass. Aunque el viento era helado y el oleaje intimidante, ambas sabían que esta era su manera de sentir libertad, de dejar atrás todo lo que las perseguía.

La primera ola llegó y Maddie, sin dudar, se lanzó, dejándose llevar por la adrenalina que le aceleraba el corazón. La fuerza de la ola la empujó hacia la orilla, y mientras deslizaba su cuerpo sobre el agua, todo lo demás desapareció: el funeral, las tensiones, la tristeza… todo se disolvió en ese instante perfecto.

Cass también tomó su turno, mostrando una destreza que solo ellas dos podían alcanzar en condiciones como estas. Cada vez que una ola rompía, las dos chicas se desafiaban a ir más allá, riendo y gritando como si el peligro fuera lo último en sus mentes.

Pero entre cada ola, Maddie no podía evitar que su mente volviera a los ojos de Sarah la noche anterior. Ese fugaz instante de vulnerabilidad y la promesa de hablar con Ward. Se preguntaba si Sarah ya lo habría hecho, si acaso se había enfrentado a su padre por ellas, aunque fuera solo un poco. Pero en ese momento, una ola especialmente alta llegó, y Maddie no tuvo tiempo para pensar en nada más.

—¡Mads, cuidado!— gritó Cass cuando vio que la ola crecía más de lo que esperaban. Maddie apenas tuvo tiempo de prepararse, y el agua la envolvió con una fuerza brutal, tumbándola y dejándola desorientada. Por unos segundos, todo fue confusión y espuma, hasta que logró salir a la superficie y tomar aire, riendo a pesar de la caída.

Cass se acercó, riendo también, aunque con un brillo de preocupación en los ojos. —¿Estás bien? Esa casi te lleva.

—Estoy mejor que nunca,—respondió Maddie, tosiendo un poco pero sin perder la sonrisa.

A lo lejos, las nubes se volvían más oscuras y el viento comenzaba a soplar con mayor intensidad. Sabían que era tiempo de salir antes de que la tormenta empeorara, pero en esos últimos momentos, antes de enfrentarse al caos, Maddie y Cass compartieron una última ola, un último momento de libertad pura.

ENEMIES -Outerbanks- +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora