Lindo Conejito • Sookai (Omegaverse).

~Capítulo 7.

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—¿A la Capital? —Kai pregunta mientras comemos y yo asiento—. Jamás he ido, pero he escuchado mucho de como es allá.

Sonrió por sus palabras y aprecio su imagen delante de mí.

Kai tiene sus orejas alzadas y sonríe calmado hacia mí. La camisa y shorts que le dí le quedan bien, así que, se ve muy adorable.

Un día después de marcarlo, decidí que era mejor decirle a Kai mi plan de regresar a la Capital. Pero ayer nos dedicamos fue a coger otro poco...

Después de todo, es un conejo necesitado.

—Sí, vine solo por unos días a este pueblo, más bien, el equipo de médicos creo que se va mañana de aquí —recuerdo, pero me tiene sin cuidado—. Yo vivo en la Capital, allá te espera una gran casa para vivir.

Los ojos azules del conejito se iluminan y yo sonrió complacido cuando él mueve sus orejitas, creo que está feliz.

—Yo... Me gustaría vivir allá —dice y continúa comiéndo—. Pero debo de hablar con mis papás y avisarles, yo...

La voz del omega se apaga al recordar a sus progenitores, y en mi pecho se instala una pesadez rara... Él está asustado.

—Kai, debemos de avisarles a tus padres que estás bien, ellos te están buscando.

Le informo, y de repente él empieza a soltar pequeñas lágrimas haciendo que me asuste.

Llegó a su lado para abrazarlo, y dejo libres mis feromonas para que se sienta seguro.

—Y-yo... M-me olvide de mis p-papás... —habla entre sollozos y me abraza con fuerza—. Ellos deben de estar preocupados, pero... p-pero...

La cocina se inunda de sus feromonas a asustado, pero yo no lo suelto, sino que lo cargo hasta que nos sentamos en la sala.

Kai está sobre mis piernas con su rostro en mi cuello, y siento como sus lágrimas me salpican un poco.

—Tus papás estarán felices, tienes un alfa, y estás marcado, ellos...

—M-me van a odiar... —me interrumpe, y niega varias veces—. Ellos no aprueban la cruza de especies.

Recuerdo las dudas de Kai antes de que me dejará marcarlo, y solo sonrió para acariciarlo con cuidado.

Beso su rostro con calma y hago que me mire a los ojos.

—¿Tú crees que lo nuestro está mal? —pregunto, pero él niega y me abraza por el cuello.

—Mi omega te aceptó como su alfa —responde sin titubear y yo asiento—. Si dices que no está mal, yo te creo, lo siento aquí.

El omega lleva una mano a su propio corazón y yo sonrió con sinceridad, tanto así que quizás dejo ver mis colmillos.

—Yo no te haré daño jamás, mi conejito —le recuerdo y beso sus belfos con cariño—. No te mentire... Quizás tus padres se molesten, pero yo soy tu familia ahora, crearemos nuestra propia familia.

Él asiente con calma, y se levanta de mis piernas.

—Vamos a mi casa —dice decidido y yo me sorprendo—. Vamos juntos.

El conejito me extiende su mano, y yo la tomo con un suave apretón.

Bueno, ya es momento de enfrentarme a mis suegros.

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