El anciano, recostado en su cama, reflexionaba, cuestionando si sus recuerdos estaban sesgados por sus sentimientos o por su manera de pensar. Había algo de lo que estaba seguro: nada era como él lo recordaba.
El niño, tras un tiempo en el preescolar, regresaba a casa con una expresión de alegría vacía, carente de sentido, una sonrisa que mostraba sin sentir. Simplemente expresaba felicidad porque veía a los demás hacerlo. Después de todo, ¿cómo debería sentirse?
Su vida era una rutina monótona, sin sobresaltos ni emociones reales. Al llegar a casa, sabía lo que le esperaba: nada. Aunque era difícil entender qué era "la nada" sin tener una referencia de "algo". En su realidad, solo parecía tener una vida desesperadamente vacía.
Al entrar a su hogar, como de costumbre, no saludaba a nadie, sin importarle lo que los demás pensaran de él. Aburrido, se ponía a pensar.
Se dirigía al baño y volvía a preguntarse sobre la puerta, observándola por horas sin llegar a ninguna conclusión. Con el paso del tiempo, se rendía en su empeño y regresaba a su cuarto para jugar videojuegos.
Sentía frustración con los videojuegos: eran difíciles, pero también demasiado fáciles. No sabía cómo debía sentirse; lo lógico sería frustración, ¿pero y si él quería sentirse feliz?
Cada miembro de su familia actuaba de forma egoísta. Su hermano mayor lo golpeaba a diario, como si fuera algo normal, actuando con total egocentrismo. Su hermano menor, apenas un bebé, se comportaba con la inocencia típica de un niño.
El niño, en medio de sus preguntas, sentía rechazo por la luz. Prefería la oscuridad, la cual le parecía más atractiva; detestaba la luz porque le resultaba cegadora. A medida que pasaba el tiempo, el niño adquiría la costumbre de bañarse solo, ya que no soportaba que alguien más lo bañara. Pensaba que si podía moverse, debía ser capaz de bañarse por sí mismo. Aunque, en ocasiones, se veía obligado a bañarse junto con sus hermanos para ahorrar agua.
Sus padres pensaban que no le importaría, ya que era solo un niño, y creían que no era consciente de las cosas. Aunque el niño era callado y a veces descortés, no le daban demasiada importancia a su actitud.
Sin embargo, en esto se equivocaban, ya que el niño sí era consciente de lo que sucedía, solo que lo consideraba irrelevante y, por lo tanto, no decía nada.
Conforme avanzaba el tiempo, el niño desarrolló un hábito peculiar: merodeaba por la casa, especialmente en las noches frías, desoladas y oscuras. Este comportamiento llegó a tal grado que su hermano mayor comenzó a sentir algo de miedo, pues no era usual en un niño. Lo normal sería temer a la oscuridad, no abrazarla.
Al llegar la hora de dormir, el niño, aunque prefería estar solo, buscaba tener a alguien a quien abrazar durante la noche. Este comportamiento resultaba fastidioso y contradictorio para los miembros de su familia, quienes no entendían por qué, si era tan reservado, necesitaba el contacto físico en esos momentos.
Pasaba otro día más, y el niño se preparaba para ir a la escuela, sintiéndose algo frustrado por la rutina. El día transcurría como siempre: iba al kínder, regresaba a casa, y volvía a sumirse en la misma rutina diaria, sin ningún cambio aparente.
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En Busca De Un Significado En Un Mundo De Dolor
Teen FictionEsta es una historia compleja, no apta para personas sensibles, profunda y difícil de entender. Puede que a muchos les parezca aburrida, y tal vez lo sea, pero sobre aviso no hay engaño. Tal como dice el título, esta historia se centra en una person...