007. Relajación

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México | 2018── Natanael Cano

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México | 2018
── Natanael Cano.

Salimos de casa de la mamá de Sam y de inmediato supe que algo iba mal. Estaba callada, con los brazos cruzados y la mirada perdida en el paisaje que pasaba por la ventana. Quería hablar con ella, decirle que las cosas iban a estar bien, pero apenas me miraba. Esa imagen suya, herida y distante, me partía el alma. Al subir al coche, tomé aire, decidido a arreglar las cosas.

— Sam, — dije mientras giraba el volante para salir a la carretera —, ¿qué tal si vamos a dar una vuelta? Cambiamos de ambiente, tratamos de hablar sin tanto drama.

Ella soltó un suspiro, sin mirarme.
— ¿Hablar de qué, Nat? ¿De cómo cambiaste y no quieres darte cuenta? ¿O del desastre en el que se ha convertido esto?

— Sam, no es tan grave como lo haces ver — respondí, tratando de mantener la calma. — Sé lo que hago. Lo tengo todo bajo control.

Ella soltó una risa amarga.
— ¿Control? ¿Eso es control para ti? Ayer parecía que ni siquiera podías mantener los ojos abiertos.

— Lo puedo dejar cuando quiera — dije, seguro de mis palabras. — Solo lo hago para relajarme. Nada más.

— ¿Relajarte? — Sam me miró con una mezcla de incredulidad y tristeza. — ¿Eso es lo que te dices a ti mismo? ¿Que solo es para relajarte? Me da miedo verte así, y tú ni siquiera te das cuenta de cómo me afecta.

Quería explicarle, hacerle entender que no era para tanto, pero antes de que pudiera responder, mi teléfono comenzó a sonar. Eché una rápida mirada a la pantalla: Camila. Sam lo vio también, y de inmediato vi la ira en sus ojos.

— Lo que faltaba... — murmuró, cruzándose de brazos aún más. — Anda, contéstale a tu amiguita. Ya sé que ella es tu "relajación" también, ¿verdad?

— Sam, no es lo que piensas. Camila solo trabaja con Esteban; no es nada más que eso.

— ¿De verdad? — su voz temblaba de rabia y tristeza. — Porque no parece que solo sea eso. Es ella la que siempre te llama, la que siempre está cuando yo no, y me estoy cansando, Natanael. ¡Me estoy cansando de tener que competir con tus excusas y tus vicios!

— ¡No tengo ningún vicio! — contesté en voz alta, frustrado. — No estoy enganchado a nada, Sam. ¿Quieres dejar de hacer un puto drama por cada cosa? Esto es lo último que necesito.

Ella me miró, con los ojos llenos de lágrimas, y sus palabras fueron tan suaves que apenas pude escucharlas.
— Nat, te amo. Te amo tanto que quiero ayudarte, pero cada vez me siento más lejana. Eres tú el que se está yendo.

Paré el auto al llegar frente a su casa. El silencio se volvió casi insoportable. Bajó la mirada, una lágrima corrió por su mejilla mientras suspiraba.

— No me estoy yendo, Sam, aquí estoy — intenté decirle, aunque mi voz sonaba menos segura de lo que quería.

— Entonces déjame ayudarte. Porque si sigues así, vas a perderlo todo… y a mí también.

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