Doce Meses en la Niebla

Capítulo 9: : "Oscurità e sogni infranti".💜 II

Capítulo 9: : "Oscurità e sogni infranti II" (Penumbras y sueños rotos)

(Isabella Russo)

–Me van a operar– murmuré, sintiendo cómo las palabras se deslizaban por mi garganta como un susurro temeroso.

El doctor guardó silencio durante unos momentos, como si estuviera sopesando mis palabras y la gravedad de la situación. Su mirada se perdió en algún punto del suelo, y yo me sumergí en mis propios pensamientos, recordando el tiempo que había pasado desde mi salida del hospital en la ciudad de Italia. Ahora, me encontraba en un lugar totalmente desconocido, aunque con excelentes reseñas. Sin embargo, una parte de mí deseaba recuperar mis recuerdos, mientras que otra se aferraba a la amnesia como si fuera un refugio.

-En realidad no- respondió finalmente el doctor, sacándome de mis cavilaciones. -Es más... una práctica- añadió, casi como si estuviera reflexionando en voz alta.

-¿Entonces...? - pregunté, la impaciencia apoderándose de mí. El deseo de salir corriendo de allí era abrumador, pero sabía que debía enfrentar esta situación.

– Entonces, llevaremos a cabo una estimulación sensorial... intentaremos ayudarte a recuperar la memoria y tu antigua vida– explicó, esbozando una sonrisa que intentaba ser alentadora. – ¿De acuerdo?

El silencio se instaló entre nosotros. No podía hacer más que esperar, atrapada en una lucha interna. Decidir entre un "sí" o un "no" parecía tan sencillo, pero el miedo me paralizaba. No quería considerarme cobarde; simplemente necesitaba tiempo para procesar todo lo que estaba sucediendo. Al menos así podría dar una respuesta clara a una pregunta que me parecía abrumadora.

–¿Isabella?- pronunció el doctor, su mirada ahora cargada de preocupación. –¿Estás bien?

–Sí, sí. Estoy bien· murmuré, aunque mi voz sonó más débil de lo que pretendía.

–¿Estás de acuerdo?– insistió, su tono firme pero amable.

–¿Podría pensarlo? No lo sé, aún no puedo contestar – respondí, sintiéndome obligada a ser honesta conmigo misma. Sabía que esta era la única solución posible.

–Por supuesto- asintió el doctor, –Pero recuerda, esto es lo mejor para ti.

«Lo mejor, Isabella» resonó en mi mente como un eco persistente.

Después de esa conversación, decidí que era hora de irme. El doctor no se opuso; nos veríamos nuevamente al día siguiente y necesitaría una respuesta-una que ni siquiera yo podía darme en ese momento.

Al salir, vi a mi familia en la sala de espera. En cuanto me vieron, se pusieron de pie y caminaron hacia mí con sonrisas esperanzadoras. Mi madre fue la primera en acercarse.

– Cariño, ¿cómo te fue? –preguntó dulcemente, tomando una de mis manos con ternura.

–Estuvo bien –respondí, limitándome a esa palabra.

Mi padre se acercó, su expresión era un cruce de expectativa y preocupación.

– ¿Te sientes... – comenzó a preguntar.

– Sí, estoy bien – lo interrumpí rápidamente, forzando una leve sonrisa para tranquilizarlos.

Al salir del hospital, la brisa fresca me recibió como un abrazo inesperado. Mis padres intercambiaron miradas antes de dirigirse hacia el coche, donde mi abuelo nos esperaba con una sonrisa amplia y cálida. Su figura, firme pero con ese toque que lo hacía ver sumamente elegante.