Todo comenzó con una hermosa boda en una bella iglesia, el lugar era simplemente único, el sueño de muchas jovencitas, pero no el mío, o quizás comenzó mucho antes que ese día, simplemente no lo sé, en este momento ha dejado de ser importante.
La música sonaba por todo el lugar mientras la novia, es decir yo, entraba suavemente bajo la atenta mirada de todos, sus miradas me ponían incómoda, hacían que mi piel pícara y tuviera ganas de vomitar.
El largo vestido blanco que vestía se movía arrastrándose sobre la alfombra al caminar, mi pasó era lento haciendo evidente que no quería llegar al altar y trataba de postergarlo tanto como le fuese posible, pero eso no era totalmente mi culpa, mi padre el Conde Enrique Catalán, era el que guiaba mi caminar, y él lo hacía tan pausadamente para que todos me viesen y se burlarán de mí, a cada paso parecía ir más despacio, quería llorar, pero a nadie le importaba lo que yo quisiera.
Después de varios minutos que parecían eternos la ceremonia inició, a nadie le importaba realmente, ni a mí, y eso que yo soy la novia.
—Sí, acepto —fue todo lo que dije durante la ceremonia y me límite a cerrar la boca por el resto de la ceremonia.
—Por el poder conferido en mí, yo los declaro marido y mujer —exclamó el sacerdote con solemnidad.
Se que todo es solo un espectáculo y lo único que los demás desean es asistir a mi funeral.
Así que la ceremonia culminó con el corte del pastel, y con las felicitaciones de los presentes, a la misma vez que soltaban insultos por la comisura de sus labios, ellos sabían que los estaba escuchando, pero no les importaba, solo era un sacrificio, una niña ilegítima que merecía morir, el pensar en eso hacía que me doliese el pecho.
Todos sabían que este matrimonio estaba destinado a fracasar, incluso yo lo sabía y no solo por la falta del deseo de casarnos entre nosotros.
Por lo que todos estaban ansiosos por ver qué eso pasará de una vez, me lanzaban miradas venenosas, a la vez que le lanzaban miradas coquetas a mi nuevo esposo, sin importarles que las estuviese mirando.
El rey había organizado este matrimonio, entre su sobrino mayor, el hijo del hermano de su esposa y yo, la hija de un conde, la chica que poseía una belleza inusual, mi largo cabello plateado caía como una cascada por mi espalda, mis ojos violetas se veían melancólicos, mi piel era pálida, cómo si nunca hubiese recibido la luz del sol directamente.
Era una chica simplemente hermosa para muchos y tétrica para otros, no sé cuántas veces había escuchado a los demás llamarme niña demonio o niña fantasma.
Mi cabello plateado ahora estaba trenzado hasta la nuca en dos pequeñas trenzas por encima y por debajo de la oreja, entretejidas con hilo de plata. El resto se dejó fluir suelto. Mi vestido era marfil suave al tacto, de seda pesada bordada con oro real en los bordes. Varias runas de protección fueron tejidas en la rica tela de mi elegante velo. Tenían mangas largas elaboradas y de campana grande.
Me veía realmente hermosa en él. Solo esperaba estar tomando la decisión correcta, aunque de hecho no tenía opciones sobre todo el asunto.
«No quiero morir»
Esa belleza especial era una marca característica de la primera esposa del rey, en cada generación se buscaba a una chica que cumpliera con esas características, y para mi desgracia la chica de esta generación era yo.
Un matrimonio sin amor que estaba destinado a acabar con la vida de la mujer, es decir mi vida, y todos estaban ansiosos por ver mi muerte, a nadie parecía importarle que yo también fuese una persona, después de todo solo soy una hija ilegítima de un conde caído en desgracia.
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Eliana
FantasiDespués de tres años de matrimonio, finalmente la pareja del príncipe heredero ha quedado embarazada. Así que sin dudarlo le ha pedido el divorcio a su esposa.