Migue estaba sentado en el paddock, con la mirada fija en el papel mientras escribía una nota. Los pensamientos se le entrelazaban, y aunque intentaba concentrarse en cada palabra, su mente divagaba, recorriendo fragmentos de recuerdos que le causaban una inquietud extraña en el pecho. Justo cuando estaba a punto de terminar, un ruido lo hizo saltar en el asiento.
—¡Bú! —gritó Lando, apareciendo de repente, con una sonrisa de oreja a oreja.
Migue casi deja caer la pluma, asustado. Al ver la expresión de Lando, soltó una carcajada, relajándose momentáneamente.
—¡Casi me matas del susto! —exclamó Migue, entre risas.
—Eso era la idea —respondió Lando, aún riendo—. ¿Ya terminaste?
Migue asintió, dejando la nota.
—Sí, ya terminé. ¿Nos vamos?
—¡Vámonos entonces! —dijo Lando, dando una palmada en la espalda de Migue.
Ambos salieron del paddock y bajaron hacia el auto de Lando. Pronto, se encontraban conduciendo por la ciudad. Durante el trayecto, charlaban sobre la carrera reciente, recordando momentos emocionantes y riendo, pero en la mirada de Migue había una sombra, como si una parte de él estuviera en otro lugar, atrapada en pensamientos que no terminaba de descifrar. Se esforzaba por disimular, aunque la sensación de inquietud seguía ahí, como un peso invisible.
Al llegar al edificio donde vivían, caminaron juntos hacia el ascensor. Subieron en silencio, disfrutando de la tranquilidad compartida. Cuando llegaron al piso de Lando, él se preparó para salir, pero justo antes de que la puerta se cerrara, la detuvo con una mano y le lanzó una mirada divertida a Migue.
—¿Vas a venir conmigo a celebrar esta victoria?
Migue sonrió y asintió.
—Claro, nos vemos en un rato.
Lando salió con una sonrisa, y la puerta del ascensor se cerró. Migue continuó subiendo hasta su piso, y cuando finalmente llegó a su departamento, una sensación de desánimo lo invadió. Soltó un suspiro y se dejó caer en el sofá, encendiendo su laptop. Se dispuso a trabajar en el artículo sobre la carrera, mientras escribía los últimos detalles, su mirada se desvió hacia una foto reciente de Charles, levantando el trofeo y besando el collar que llevaba consigo. Migue alzó una mano y tocó su propio collar, sintiendo un nudo en la garganta mientras los recuerdos de Charles surgían uno tras otro, cada uno más nítido, como si le susurraran que algo aún estaba incompleto entre ellos. Una lágrima rodó por su mejilla sin previo aviso. Sin embargo, rápidamente se limpió el rostro, cerró la laptop y se levantó para prepararse para la celebración.
Después de una ducha y un cambio de ropa, bajó al piso de Lando y tocó el timbre. Lando abrió con una sonrisa amplia y ambos bajaron juntos hacia el auto para dirigirse al karaoke de Alison, donde la celebración ya estaba en marcha.
Al llegar, Migue y Lando fueron recibidos por conocidos y amigos. La música resonaba en el lugar, creando un ambiente de euforia y alegría. Mientras tomaban y charlaban en la mesa, Migue intentaba disfrutar, pero entre risas y palabras, su atención volvía involuntariamente a un rincón de su mente donde Charles estaba siempre presente. Luego, sus ojos se detuvieron en una figura familiar a lo lejos. Charles acababa de llegar y estaba saludando a sus amigos y compañeros antes de sentarse en otra mesa. La sonrisa de Migue se desvaneció por un momento, y su mente lo transportó al recuerdo de aquella noche lluviosa en el café, viendo a Charles luego de tanto tiempo desvanecerse bajo la lluvia. Mientras los ecos de sus propios pensamientos lo acorralaban.
—¿Estás bien? —preguntó Lando, con un toque de preocupación.
Migue, sobresaltado, intentó recomponerse y le sonrió a Lando, aunque su sonrisa era débil, casi forzada.
—Sí, sí, estoy bien —respondió, intentando convencerse a sí mismo mientras sus ojos volvían a buscar a Charles en el fondo de la sala.
Siguieron conversando y, al cabo de un rato, todos comenzaron a bailar. Migue se unió por un tiempo, disfrutando de la música, pero después de un rato se sintió cansado y decidió tomar un respiro.
—Voy a sentarme un rato, tú sigue bailando —le dijo a Lando con una sonrisa.
—Está bien, descansa un rato —respondió Lando, dándole una palmada en el hombro.
Migue regresó a su mesa y se dejó caer en la silla, disfrutando del descanso. Entonces, un chico se le acercó, con una sonrisa amigable y mirada interesada.
—Hola —saludó el chico, con un tono simpático.
Migue, algo sorprendido, le devolvió la sonrisa.
—Ey, hola.
—¿Puedo sentarme? —preguntó el chico, señalando la silla vacía junto a Migue.
—Claro, adelante.
Comenzaron a hablar, y entre risas y bromas, Migue sintió que la noche se aligeraba nuevamente. Sin embargo, Charles, que estaba bailando a lo lejos, notó la presencia de alguien desconocido junto a Migue. Algo en su interior comenzó a revolverse. Sentía una incomodidad ardiente que no lograba comprender del todo, y aunque intentaba ignorarlo, sus ojos no podían dejar de observar la escena. A medida que la conversación de Migue con el chico avanzaba, la punzada de celos se apoderaba de él, un calor inexplicable que le quemaba desde adentro, empujándolo a actuar.
El chico se levantó para ir por unos tragos, y Charles vio su oportunidad. Sin decir nada, se sentó junto a Migue. Migue lo miró, sorprendido, sintiendo cómo su corazón se aceleraba de repente, aunque algo en la tensión del ambiente le advertía que no sería una charla tranquila.
Charles permaneció en silencio, con el rostro inexpresivo, pero sus ojos cargaban una intensidad que Migue no pudo ignorar, una fuerza casi desafiante.
—¿Qué pasa? —preguntó Migue, su voz temblando ligeramente, atrapado en el fuego que despedía Charles.
Charles no respondió, pero su mirada lo decía todo. Observaba a la multitud, los labios apretados, y Migue sintió que el espacio entre ellos se volvía denso, como si las palabras sin decir fueran gritos silenciados.
Justo entonces, el chico regresó con dos tragos. Antes de que pudiera sentarse, Charles habló en voz baja pero firme, sus palabras cayendo como un peso entre ellos:
—Amor, ¿quién es él?
Migue se quedó sin palabras, y el chico sintiendose incomodo, al escuchar a Charles, dejó los tragos en la mesa y se retiró sin decir nada. Migue miró a Charles, confundido y molesto, con el corazón latiendo a mil por hora y una mezcla de sentimientos cruzados en su pecho.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó, intentando controlar su voz, que apenas escondía el resentimiento.
—Nada, ¿por qué? —respondió Charles, con una expresión de indiferencia que apenas ocultaba el rastro de posesividad en su tono.
Sin más palabras, Migue se levantó y fue directo hacia Lando para continuar bailando, dejando a Charles solo en la mesa. Charles lo observó mientras se alejaba, y una oleada de arrepentimiento mezclado con celos lo golpeó. Tomó el trago que el chico había dejado, y en un solo movimiento, lo bebió, intentando calmar la tormenta de emociones que lo sacudía.
La noche avanzó, y después de varias horas, la celebración llegó a su fin. Todos comenzaron a despedirse, y Migue y Lando se dirigieron al auto. Mientras conducían de vuelta al edificio, ambos estaban en silencio, cada uno sumido en pensamientos que los llevaban de vuelta a esa tensión inexplicable de la noche.
Al llegar, se despidieron, y Migue subió a su departamento. Se dejó caer en su cama, sintiendo el peso de la noche en sus hombros, el recuerdo de lo que había pasado con Charles en el karaoke invadiendo cada rincón de su mente. Cerró los ojos, pero la sensación de los celos de Charles lo envolvía como un eco, haciéndolo suspirar antes de finalmente rendirse al cansancio.
Mientras tanto, Charles aún estaba en el karaoke, solo, con un trago en la mano, perdido en sus propios pensamientos. Los celos y el arrepentimiento batallaban dentro de él, una mezcla de emociones que no podía acallar. Finalmente, después de un rato, se levantó, cerró el lugar y se dirigió a su auto, manejando en silencio rumbo a su departamento, con la sensación de que algo importante se había quebrado esa noche, aunque no supiera aún cómo enmendarlo.
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Amor En La Última Vuelta
RomanceEn esta emocionante secuela de "Amor, Velocidad y Adrenalina," Migue y Charles regresan para enfrentar un nuevo capítulo en sus vidas. Ahora con 22 y 26 años, respectivamente, ambos han crecido y evolucionado, tanto en lo personal como en lo profesi...