Capítulo 4

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Primeras Dudas

Los días siguientes al reencuentro fueron una mezcla caótica de emociones. Kendall e Isabella comenzaron a pasar más tiempo juntas, pero sin llamar la atención de los demás. Ambas sabían que su relación estaba evolucionando hacia algo más que una simple amistad, pero ninguna estaba lista para enfrentar las posibles consecuencias. Los años de silencios y secretos pesaban sobre ellas, y navegar ese nuevo territorio era tan emocionante como aterrador.

Una tarde, Kendall la invitó a su departamento en West Hollywood. La luz del sol se filtraba por las ventanas, creando sombras suaves sobre los muebles minimalistas. Isabella se movía por el espacio con la misma gracia que en una pasarela, explorando sin prisa, mientras Kendall la observaba desde la cocina, nerviosa y encantada al mismo tiempo.

—Tu casa es muy... tú —comentó Isabella, deteniéndose junto a una estantería llena de libros y vinilos.

Kendall sonrió, aunque por dentro sentía una punzada de inseguridad. Estar a solas con Isabella se sentía como una montaña rusa: un minuto se sentía plena y al siguiente, aterrorizada de estropearlo todo.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó, intentando distraerse del vértigo emocional que la envolvía.

—Un vino estaría bien —respondió Isabella, con su característica calma.

Kendall sacó una botella de Sauvignon Blanc del refrigerador y sirvió dos copas. Cuando le entregó una a Isabella, sus manos se rozaron brevemente, pero ese contacto fugaz bastó para que las mariposas en su estómago volvieran a revolotear.

—¿Has hablado con Kylie? —preguntó Isabella de repente, apoyando su espalda contra la encimera de mármol.

Kendall sintió que su cuerpo se tensaba. No era la pregunta que esperaba.

—No... aún no. —Bajó la mirada hacia su copa—. No sé cómo decírselo.

Isabella la observó en silencio, sin juzgarla. Había algo en su mirada que la hacía sentirse a la vez comprendida y expuesta.

—Sé que no es fácil —dijo Isabella, en voz baja—. Pero, eventualmente, lo sabrá. Y mientras más tiempo pase, más complicado será.

Kendall sabía que tenía razón, pero la idea de enfrentar a Kylie y explicarle lo que estaba ocurriendo la llenaba de ansiedad. No solo era su hermana; era también la mejor amiga de Isabella. Y aunque la familia Jenner-Lavoisier siempre había sido cercana, había ciertos límites que nunca se habían cruzado... hasta ahora.

—¿Qué crees que diría? —preguntó Kendall, casi con miedo a escuchar la respuesta.

Isabella dejó su copa sobre la encimera y se acercó un paso más, acortando la distancia entre ellas.

—Kylie te quiere. Va a entenderlo... con el tiempo. —Sus ojos se suavizaron por un instante—. Y si no lo hace, yo estaré aquí.

Esas palabras hicieron que el pecho de Kendall se aflojara un poco. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que no estaba sola en esto.

Pero justo cuando estaba a punto de responder, su teléfono vibró sobre la mesa con una notificación. Era un mensaje de Kylie:

"¿Por qué Justin me acaba de preguntar si estamos preparando una sorpresa para ti e Isabella? ¿Qué está pasando?"

Kendall sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Su respiración se aceleró, y las palabras de su hermana parecían parpadear en la pantalla como una advertencia.

—Es Kylie —dijo, mirando a Isabella con los ojos llenos de preocupación.

Isabella se acercó a ver el mensaje y soltó una ligera risa, aunque sin perder su calma habitual.

—Parece que Justin está jugando con fuego.

—¿Qué hacemos? —preguntó Kendall, sintiendo que el pánico se apoderaba de ella.

Isabella sostuvo su mirada, sin perder la serenidad.

—Hacemos lo que siempre debimos hacer —dijo, acariciando suavemente el dorso de la mano de Kendall—. Ser honestas.

Las palabras eran simples, pero en ellas había un peso inmenso. Kendall sabía que era el único camino, pero admitir sus sentimientos públicamente significaba exponerse a un mundo que siempre había exigido que guardara las apariencias.

Isabella apretó su mano suavemente.

—No tenemos que decírselo a todos hoy mismo. Pero a Kylie sí. No podemos seguir viviendo con miedo.

Kendall tomó aire profundamente y asintió. La tranquilidad en la voz de Isabella la anclaba, la hacía sentir que podía enfrentarse a lo que fuera. Tal vez no sería fácil, pero por primera vez en años, Kendall quería dejar de correr.

—Vamos a hacerlo —dijo finalmente, como si al decirlo en voz alta estuviera sellando una promesa.

Isabella sonrió, y en ese momento, Kendall supo que, pase lo que pase, no se arrepentiría de seguir este camino. Estaba lista para arriesgarlo todo. Por fin.

Lo que nunca dijimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora