Capítulo 11

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Ecos del Corazón

La entrevista salió publicada una semana después y rápidamente se convirtió en uno de los temas más comentados del momento. La portada mostraba a Kendall e Isabella, mirándose con una mezcla de complicidad y ternura que era imposible de ignorar. En la entrevista, hablaron sin reservas, narrando su historia con honestidad y dejando que el mundo viera su relación en sus propios términos.

Las reacciones no se hicieron esperar. Hubo comentarios de apoyo y felicitaciones de amigos y seguidores, junto con especulaciones y críticas inevitables de los detractores. Sin embargo, ambas estaban preparadas para todo tipo de respuesta. Sabían que esta era su realidad, y no podían permitir que las opiniones externas afectaran lo que habían construido. Kendall sentía que, por primera vez en mucho tiempo, era dueña de su propia historia, de su propio amor.

Esa tarde, Kendall e Isabella decidieron escapar de la vorágine mediática y se dirigieron a un refugio de montaña que la familia Jenner poseía en Colorado. Kendall recordaba los veranos que había pasado allí de niña, cuando la vida era más simple, lejos de los flashes y de los titulares. Ahora, se sentía como un santuario perfecto para ellas dos, un lugar donde podrían reconectar sin interrupciones.

Mientras conducían por las sinuosas carreteras de montaña, Kendall miraba de reojo a Isabella, que observaba el paisaje con una expresión de asombro. Aunque ambas eran modelos y estaban acostumbradas a lugares exóticos y lujosos, había algo en este rincón solitario y simple que hacía que todo se sintiera especial.

—Nunca imaginé que un lugar tan remoto pudiera ser tan hermoso —dijo Isabella, rompiendo el silencio mientras Kendall estacionaba el auto frente a la cabaña de madera.

—Te lo dije. Aquí no hay glamour, pero tiene algo mágico —respondió Kendall, sonriendo mientras apagaba el motor—. Es solo naturaleza... y nosotras.

Isabella sonrió, un destello de complicidad en sus ojos.

—¿Nos perderemos de las cámaras por unos días?

—Por unos cuantos, al menos —respondió Kendall, sintiéndose ligera—. Aquí, el mundo puede olvidarse de nosotras.

Ambas bajaron del auto y se dirigieron a la cabaña. El aire fresco de la montaña las envolvió, y el sonido de los árboles balanceándose con el viento creó un ambiente de serenidad que las hizo sentir libres de cualquier presión. Una vez dentro, Kendall encendió la chimenea, mientras Isabella exploraba la casa, encantada por el simple y acogedor diseño.

Cuando la noche cayó y la cabaña se llenó del calor del fuego, Kendall e Isabella se acomodaron en la alfombra frente a la chimenea, con una manta que compartían y una copa de vino cada una. Había un silencio entre ellas, pero no era incómodo. Era el tipo de silencio que solo las personas con una conexión profunda pueden compartir, donde las palabras no eran necesarias para entenderse.

—A veces me pregunto cómo habrían sido las cosas si hubiéramos hablado antes sobre lo que sentíamos —murmuró Kendall, rompiendo finalmente el silencio mientras miraba las llamas.

Isabella sonrió suavemente y la miró, sus ojos reflejando el brillo de la chimenea.

—Tal vez no estábamos listas —respondió Isabella, tomando la mano de Kendall entrelazándola con la suya—. A veces, el amor necesita tiempo para madurar, para que realmente entendamos su valor.

Kendall asintió, sus ojos encontrándose con los de Isabella. Se sentía vulnerable y completa a la vez. Después de tantos años de negarse a sí misma, de ignorar lo que sentía, ahora estaba sentada frente a la persona que amaba, siendo finalmente honesta consigo misma.

—Quiero que sepas que... —Kendall hizo una pausa, tratando de contener la emoción que empezaba a invadirla—. No creo que haya sentido algo así antes. Todo el mundo decía que estaba feliz, pero hasta ahora siento que sé lo que significa realmente.

Isabella se acercó a ella, acariciando su mejilla con ternura.

—Yo también. —Hizo una pausa, con una sonrisa sincera—. Pensaba que mi vida estaba completa antes de conocerte, pero nunca me había sentido así, Kendall. Tú traes algo a mi vida que jamás imaginé.

El corazón de Kendall se aceleró al escuchar esas palabras. Sintió que su amor era correspondido en toda su plenitud. Por primera vez, entendía que no estaba sola en este viaje; Isabella estaba con ella, dispuesta a enfrentarlo todo.

Sin decir nada más, se inclinaron una hacia la otra y compartieron un beso suave y profundo, sellando en ese instante la promesa silenciosa que habían construido juntas. Poco a poco el beso se fue tornando más brusco y demostrando lo que ambas sentían en ese preciso instante. En ese momento, ambas sabían que, sin importar lo que sucediera después, ya habían encontrado su refugio en los brazos de la otra.


~

A la mañana siguiente, Kendall se despertó antes de que Isabella lo hiciera. Salió al balcón de la cabaña, observando el amanecer sobre las montañas. La vista era majestuosa, y el silencio era solo roto por el sonido de los pájaros que comenzaban a despertar. Kendall respiró hondo, sintiendo una paz que pocas veces había experimentado.

Poco después, Isabella apareció detrás de ella, envolviéndola con sus brazos. Ninguna de las dos dijo nada; simplemente se quedaron allí, disfrutando de la tranquilidad que las rodeaba. Era como si el mundo no existiera, como si fueran las únicas personas en el universo en ese instante.

—¿Te quedas aquí para siempre conmigo? —preguntó Kendall en un tono juguetón, sin volverse a mirarla.

Isabella soltó una risa suave.

—Podría acostumbrarme a esto. —La seriedad en su voz dejó claro que, aunque fuera en broma, también lo decía en serio.

Después de unos minutos, Kendall miró a Isabella y dijo:

—Sé que no podemos vivir aquí para siempre, pero me gusta pensar que este lugar siempre será nuestro refugio.

Isabella la miró con ternura, asintiendo.

—No importa dónde estemos, Kendall. Siempre que estemos juntas, podemos crear nuestro propio refugio.

Kendall sonrió, sintiendo una calidez en su pecho que le aseguraba que todo estaría bien. Las pruebas que enfrentarían seguirían llegando, pero ahora sabía que, pase lo que pase, ellas encontrarían siempre el camino de regreso la una hacia la otra.

De vuelta a la realidad y lejos de los focos, la cabaña en Colorado se convirtió en su pequeño paraíso. Aquí, solo existían Isabella y Kendall, sin máscaras, sin personajes ni expectativas. Solo dos personas compartiendo el amor que habían tardado años en reconocer, pero que ahora abrazaban con todo su ser.

Lo que nunca dijimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora