Naruto - Hijo del Ciervo

Capítulo 4: Lo que no te mata

¡Ah, ahí estás! Tomemos algo juntos.

"No creo que sea la mejor idea."

"¿Y por qué no?"

"Me parece que beber me enfada...

"¿Y?"

"No te gusto cuando estoy enfadado."

~ Naruto y Tyrion.

...

Tyrion,

Voy a llevar a Bronn a Pyke. Creo que ambos sabemos por qué. Díselo al viejo y yo me encargaré. Además, ¡devuélveme mi vino! ¡Era una buena cosecha!

Espero que las cosas vayan bien con tus hermanos.

~Naruto

¿Cuánto tiempo llevaba esperando aquí abajo?

¿Cuánto tiempo ha estado aquí abajo?

¿Cuánto tiempo ha estado aquí abajo? ¿Días?

¿Podrían haber sido semanas?

El tiempo puede volverse un poco extraño cuando estás encerrado en una celda, especialmente cuando te niegan comida y agua todos los días. Dejaron de alimentarla cuando se negó a comer. Le cortaron el agua por completo cuando escupió en la cara al último guardia que se atrevió a atenderla. Y así pasaba los días, consumiéndose, sintiendo que su vida se alejaba cada vez más. ¿Qué sentido tenía? ¿Qué le quedaba por vivir? Joffrey y Tommen estaban muertos. Sus hijos, sus dulces, dulces, dulces niños, fueron asesinados por esos hombres de Naruto, por ese pequeño bastardo engreído.

Ella decidió que los mataría a todos lentamente.

Incluso el odio más fuerte sólo puede sostenerse por un tiempo sin al menos algo de sustento. Su ira era como un dolor físico, y Cersei Lannister se sintió retroceder contra la pared, con un sollozo atrapado en la garganta. No podía vivir por sus hijos. Dos de sus preciosos hijos habían desaparecido, y nada podría devolvérselos, aunque aquel pensamiento le arrancó lágrimas amargas. Necesitaba encontrar algo -alguien- por lo que vivir, o se marchitaría por dentro y por fuera.

Entonces, ¿quién es?

¿Jaime?

Era probable que estuviera muerto o prisionero, como ella. Ella no creía que se quedaría por mucho tiempo. Myrcella está atrapada en Dorne con los Martell, ¿no? La matarían tan pronto como supieran la noticia. ¿Y Padre? El último hombre que le llevó el pan se rió de ella con disgusto cuando lo amenazó. "Ese león ha perdido las garras", había dicho, antes de orinar sobre ella. ¿Qué quería decir con eso? Oscuros pensamientos la consumían mientras languidecía en su celda, olvidada por Desembarco del Rey, quizá incluso por el mundo.

Apenas era consciente cuando la puerta se abrió, lo que le pareció una eternidad.

La puerta se abrió lentamente, revelando la luz. Cersei se apartó de ella con un grito, haciendo una mueca de dolor hasta que sus ojos se adaptaron. Lo que vio la dejó sin aliento. Y no por falta de esfuerzo. No sólo la salida estaba desprotegida, sino que él estaba allí. Él.

¡Dios mío, es él!

Si hubiera tenido fuerzas, lo habría agarrado y estrangulado. Así las cosas, sólo pudo mirarlo.

Era Tyrion, por supuesto. ¡La bestia inmunda que le había arrebatado el reino, el monstruo que había matado a sus hijos! ¡El que la había traicionado dándole la espalda y dejando entrar a Stannis Baratheon en la ciudad! Huelga decir que no fue así, pero a Cersei siempre le había desagradado su hermano pequeño. Atrapada en su propio odio hacia sí misma, encontró aún más razones para despreciarlo. Su temperamento se encendió al verlo, con sus sedas oscuras y sus botas inmaculadas, mientras ella estaba atrapada en esta mazmorra.