Capítulo 2: El Peso de la Elección

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Adara se despertó temprano aún con la claridad suave del amanecer filtrándose por la pequeña ventana de su cuarto. Se desperezó sintiendo el frescor matutino que llenaba el aire y caminó hacia la cocina, allí encontró la jarra de metal con leche de cabra fresca, junto a un pedazo de pan duro del día anterior. Mientras masticaba, su mirada se desvió hacia la puerta abierta de la casa, ni su hermano Kyrios ni su padre Dirio estaban en casa.

Terminó su desayuno en silencio y salió al patio en dirección al árbol seco, su lugar favorito para pensar y entrenar. Se sentó bajo sus ramas desnudas sumida en sus pensamientos, la idea de que la carta de Alros llegara en cualquier momento le revolvía el estómago. Ese aviso significaría el inicio del reclutamiento obligatorio de tres meses, sabía que después, la decisión de quedarse en el ejército recaería en ella, pero solo si pasaba las pruebas iniciales. Esa posibilidad le inquietaba y emocionaba al mismo tiempo.

De pronto, escuchó pasos y risas en la distancia, levantó la vista y divisó a su hermano Kyrios, que venía corriendo hacia la casa. Tenía las mejillas enrojecidas por el frío de la mañana y una expresión despreocupada en su rostro.

—¡Adara! —exclamó, saludándola con la mano mientras se acercaba—. Estuve jugando con Herio en el camino. ¡Mira, me ha ganado en la carrera de nuevo!

Adara le sonrió, aunque con un toque distraído.

—Vaya, parece que aún tienes que entrenar más si quieres ganarle —respondió, mientras su hermano se sentaba junto a ella bajo el árbol.

Kyrios notó su expresión pensativa y frunció el ceño, observándola detenidamente.

—¿Qué pasa?, ¿estás esperando la carta? —preguntó preocupado.

Adara suspiró y asintió jugueteando con una ramita caída.

—Sí, estoy... impaciente, supongo. No sé cuándo llegará, pero cada día que pasa siento que falta menos.

Kyrios puso una mano en el hombro de su hermana.

—No te preocupes Adara, la carta llegará cuando deba llegar. No tiene sentido que te preocupes ahora —dijo, con una leve sonrisa—. Además, ¿has hablado con padre sobre esto? Creo que él está tan pensativo como tú con este tema.

Adara giró la cabeza hacia él sorprendida.

—¿Padre? No sé... nunca hemos hablado realmente de qué piensa sobre que me quede en el ejército.

Kyrios la miró con seriedad, algo poco común en él.

—Deberías hacerlo, Adara. Está trabajando en el viñedo; seguro que te escucha. Además... —hizo una pausa, bajando la vista como si escogiera sus palabras—. Creo que para él sería importante saber qué quieres.

La joven asintió, sintiéndose agradecida por las palabras de su hermano.

—Tienes razón, Kyrios, tal vez ya es hora de hablarlo con él —respondió.

Kyrios sonrió y le dio un pequeño empujón en el hombro.

—¡Anda! Ve antes de que cambie de idea —bromeó.

Después de despedirse de su hermano, Adara salió hacia el viñedo recorriendo el camino de tierra que salía de la villa. Durante el trayecto el paisaje de La Salina la rodeaba con sus campos verdes y fértiles viñedos. El pueblo tenía apenas unos ciento cincuenta habitantes, todos dedicados al cultivo de uvas y la agricultura, sus calles tranquilas, rodeadas de casas modestas, le daban a La Salina un aire de serenidad que Adara sabía que echaría de menos si partía hacia Alros.

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⏰ Última actualización: Oct 29 ⏰

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