Capítulo 1: El viento de La Salina

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El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados mientras el pueblo de La Salina respiraba aliviado el frescor del atardecer. La Salina, con apenas 150 habitantes, era un pueblo de viñedos y huertas, situado a unos pocos kilómetros de Alros, la gran ciudad de Ferenn, pero apartado del ajetreo de la vida urbana. Aquí, la vida transcurría con una lentitud casi ritual, dictada por el ritmo de las cosechas y el trabajo en los campos.

Los viñedos que rodeaban la villa, ya maduros en el final del verano, aguardaban la vendimia, y las hileras de parras parecían interminables, como un mar verde y púrpura que ondulaba con la brisa. La Salina vivía de sus frutos: uvas para el vino, aceitunas para el aceite, y los pequeños huertos familiares que proveían a sus habitantes. No había grandes fortunas ni lujos, pero los habitantes del pueblo sabían vivir de la tierra, con una armonía que a muchos les parecía suficiente.

Adara caminaba junto a su hermano Kyrios por uno de los senderos de grava que conectaba los viñedos con su casa. Ambos se parecían en la piel clara que habían heredado de su padre, pero no en mucho más. Adara, con sus largos cabellos castaños que brillaban con los últimos rayos del sol, y sus ojos verdes intensos, tenía una presencia fuerte y decidida. Su rostro, de facciones definidas y serenas, rara vez mostraba más emociones de las necesarias. Siempre había sido una chica de pocas palabras, pero cuando hablaba, su tono era firme y claro. A sus diecisiete años, el reclutamiento obligatorio no la asustaba; al contrario, la llenaba de una energía que ella misma a veces no podía contener. Sabía que su destino estaba allí, y cada día de entrenamiento la acercaba más a ese futuro que anhelaba con tanta pasión.

Kyrios, por otro lado, aunque compartía con su hermana la piel clara, tenía el cabello oscuro como la noche y unos ojos azules profundos, llenos de dudas. A sus catorce años, aún estaba descubriendo quién era y qué deseaba de la vida. Su complexión era más delgada y frágil que la de Adara, y su carácter más introvertido. A diferencia de su hermana, que irradiaba confianza en cada movimiento, Kyrios era indeciso, reservado, con una mirada inquieta que mostraba su constante reflexión. Aunque entrenaba con ella todos los días, siempre lo hacía con cierta reticencia. A veces, la idea de ser un soldado lo inquietaba, y las responsabilidades que se avecinaban a medida que se acercaba la adultez lo llenaban de preguntas.

—¿Sabes algo de la carta? —preguntó Adara, interrumpiendo el silencio entre ellos mientras caminaban. Su voz era casi un susurro, pero había una intensidad en ella que no podía ocultar.

Kyrios frunció el ceño, sacando de sus pensamientos la idea de la inminente llegada de la carta que tanto anhelaba su hermana.

—No, aún no he escuchado nada. Pero seguro que llegará pronto —dijo, intentando calmarla. Aunque a él no le inquietaba tanto el futuro como a ella, la preocupación de su hermana era palpable, y no podía evitar sentir un leve eco de su ansiedad.

Adara asintió, pero su mente no podía apartar la imagen de la carta, la carta que formalmente la convocaría para el reclutamiento obligatorio en el ejército de Alros. El día que la recibiría marcaría el inicio de una nueva vida. La idea de dejar La Salina, de dejar a su familia, le producía una mezcla de emoción y tristeza. Había hablado con otras jóvenes del pueblo que habían recibido la carta, pero hasta ahora, su propio futuro seguía sin definirse. Esa incertidumbre la mantenía en un estado de alerta constante.

A medida que avanzaban por el camino, el aire fresco del atardecer les acariciaba la piel, y el canto de los pájaros regresando a sus nidos llenaba el aire. Las sombras de los árboles se alargaban, danzando suavemente con el viento, mientras las luces de las casas comenzaban a encenderse en La Salina.

—¿Y si no llega? —preguntó Adara de repente, rompiendo el silencio que había regresado entre ellos. Era una pregunta que había estado dando vueltas en su cabeza, una posibilidad que le aterraba.

Corazon Negro: Tormentas de VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora