En un grito desesperado que pugnaba por salir de la garganta de Tweek...
Él se convirtió en la muñeca de Craig Tucker, ¿pero qué fue lo que ocurrió para que esto pasará?
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Ese hombre le inspiró confianza, no sabía quien era en ese momento; pero no sentía miedo al verlo encima en el cuerpo inerte de Craig Tucker, puesto que lo definía como su Salvador y el terror de esta pesadilla había llegado a su fin.
El desconocido se levantó de ese cuerpo sin vida, esbozando una hermosa sonrisa. Tweek apretó su peluche contra su pecho, dejando que unas cuantas lágrimas cayeran de sus ojos verdes. Parecía que todo iba a volver a la normalidad. Su vida rutinaria antes de este incidente.
—¿Estás bien? —preguntó aquel hombre con una voz suave, acercándose al contrario.
—¡Sí!, usted no sabe cuánto tiempo he esperado, porqué llegará este momento —respondió Tweek, alzando la mirada hacia el mayor que se encontraba al frente suyo.
—Desde ahora puedes declararte libre y ya puedes vivir una vida digna —afirmó aquel hombre que revolvió los cabellos contrarios de Tweek. El rubio estaba impactado con su belleza a pesar de que las manchas de sangre, cubrían su piel y ropas.
—Puedo saber, ¿cuál es el nombre de mi Salvador? —consultó Tweek.
—Thomas Brown. Un gusto para servirte —respondió el mayor, sacando su identificación que lo acreditaban como un oficial de la policía.
Honey agradeció en silencio, al leer su identidad.
Muñequita dorada, eres libre...
—De verdad, ¿seré libre junto a Bit? —preguntó Tweek siendo algo incrédulo ante la situación.
—Por supuesto —aseguró Thomas Brown, al cargarlo entre sus brazos, ya que Tweek le costaba seguirle el paso al policía.
«Ya no vendrá por mí, ya no me hará jugar de nuevo»
El monstruo dejaría de hacerle daño. Ya no lo obligaría a jugar más con él.
Por primera vez, se sentía seguro al estar en los brazos de su ángel caído del cielo.
Lástima que aquella felicidad no duraría...
Tonta, muñequita... en serio, ¿creés qué serás feliz?
El ceño de su peluchito Bit fue arrugando al dirigir la mirada hacia el rubio.
—Ya no seré más una muñeca... —dijo Tweek de manera inaudible.
—Jamás lograrás ser feliz, eres y siempre serás... la muñequita dorada de Craig Tucker —aseguró Bit.
En ese momento, Tweek tiró su conejito al suelo, quedando completamente aterrorizado por las palabras de Bit. De igual forma, su corazón empezó a acelerarse y la realidad comenzó a distorsionarse, como si la realidad le estuviera señalando que abriera pronto los ojos.
Honey, acepta tu destino.
No podía ser cierto, ¿esto era un sueño?
Esa respuesta fue disipada al sentir la voz de Craig Tucker que lo sacudió fuertemente entre las sábanas y en cuestión de segundos la sonrisa siniestra de su dueño, acompañada por la luz tenue de la lámpara, lo cubría por completo.
Aún se encontraba en la habitación conyugal. Su anatomía pobremente vestida, estaba siendo manoseada de nuevo por las manos del monstruo.
—¡Déjame quieto! —espetó Tweek al darle una palmada a una de las manos del mayor.
—¿Tú con quién diablos creés qué estas jodiendo? —cuestionó Craig, al desalojarle bruscamente las sábanas que le arropaban del pecho hacia abajo.
—Por favor Craig, no estoy de humor para aguantar tus abusos —reprochó el rubio al levantarse de la cama, con algo de dificultad.
—Pero sí, para llamar entre sueños a un tal Thomas Brown, ¿quién es? —averiguó el mayor, al acercarse con cierta imponencia hacia el contrario.
¡Oh no!, muñequita dorada hablaste entre sueños, ahora va a pensar que tienes un pretendiente.
—No sé, ¿de quién hablas? —respondió el menor, apretando su peluchito contra su pecho, sintiendo como el miedo nuevamente se acrecentaba en su interior.
—¡Qué raro!, porqué yo oí perfectamente el nombre de ese tipo, cuando le decías que eras su Salvador —afirmó Craig, al arrebatarle con brusquedad su peluchito—. ¿Quién es? —quiso saber el pelinegro, al darle una bofetada a su muñequita dorada.
Tweek no le respondió.
—Es algún cliente, ¿cierto? —interrogó Craig al sentarse a su lado, acariciando su mejilla de la cual fue maltratada.
—No, claro que no... —aseguró el menor, corriéndose hacia el lado de los pies de la cama.
—Volviste a cometer otra imprudencia, como la de la vez pasada, ¿cierto? —insistió Craig, al seguirle el paso.
—¡No!, te estoy diciéndote que no —afirmó Tweek, al tratar de recoger su peluchito que estaba en el suelo.
—¿Entonces?
—No lo sé...
El mounstruo va a volver a jugar con su muñequita dorada hasta el amanecer.
Los días habían pasado y aquel sueño seguía apareciendo en la mente de Honey. Aunque su dueño, estaba a la expectativa de averiguar, ¿quién diablos era Thomas Brown?
No daba con el chiste, al observar el comportamiento de los clientes quienes les compraban sus productos para su gusto personal. Lo que llegó a la conclusión de que su muñequita dorada estaba perdiendo la cordura.
Y eso logró tranquilizarlo un poco, al seguir en la misma rutina de todos los días. En consecuencia, Tweek seguía siendo una muñequita de colección y para el mundo eso era, una muñeca de porcelana que atraía con su presencia la atención de cuanto cliente entraba a comprarle a su dueño.
Muñequita dorada, déjame decirte que tu destino ya estaba escrito hace mucho tiempo, olvídate de volver hallar la felicidad a tu vida.
Sin embargo, en la mente de Tweek, su realidad fantasiosa alternaba a la que estaba viviendo:
Cuando se despertaba a las tres de la mañana, debido a un fuerte ruido que provenía del estudio de Craig Tucker, hallaba el cuerpo sin vida de su dueño, observando como Thomas Brown se deshacía de un ser tan detestable como lo que fue el horror de su pesadilla, generando así un alivio a su cuerpo y el descanso a su alma.
A fin de cuentas, el mundo se había olvidado de Tweek Tweak. Y la muñequita dorada solo podía ser libre en su mente.